Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Literatura

La historia como profanación

Rafael Rojas: «El problema de Cuba es un conflicto entre cubanos y el papel de EE UU está sobrevalorado».

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Vicente Verdú, uno de los miembros del jurado, dijo que no había votado a favor de su premio porque el libro le pareció, por momentos, una guía telefónica…

Sí, escuché esas declaraciones de Verdú, a quien leo y admiro desde hace años. Su libro El planeta americano, que ganó el Premio Anagrama en 1996, es una excelente radiografía de la cultura contemporánea en Estados Unidos y, aunque te sorprenda, comparto no pocas de sus ideas sobre el capitalismo de ficción.

En realidad, no me ofende ni me molesta que comparen mi libro con una guía telefónica porque algo de ese modelo bibliográfico de los directorios y las enciclopedias tiene Tumbas sin sosiego. Mi libro intenta, de algún modo, dibujar un mapa o una estantería personal de la cultura cubana, como un gesto de testimonio ante la fragmentación, el canibalismo y la mezquindad en que vivimos.

Lo que no entendí, en las supuestas declaraciones de Verdú —digo "supuestas" porque sólo las reportaron dos libelos electrónicos de extrema izquierda, leales a Castro—, es eso de una "mala" guía telefónica. Las guías no son buenas o malas, sino completas o incompletas. Cuando una guía es mala es porque está incompleta. Me gustaría saber, según Verdú, quién falta en la mía.

Pero más allá del muy respetable juicio del autor de El estilo del mundo, el editor Jorge Herralde aclaró, desde un inicio, que el premio había sido concedido por mayoría, lo que quiere decir que, por lo menos, 4 de los 6 miembros del jurado votaron a favor. ¿Por qué esos libelos, como Rebelión y La Jiribilla, siempre ávidos de escarnio, no le preguntan a Fernando Savater, a Salvador Clotas o al propio Herralde qué piensan de mi libro?

Antes de esta conversación me comentó que en días pasados se cumplieron cuatro años de la muerte de Jesús Díaz, a quien está dedicado su libro.

El 2 de mayo se cumplieron cuatro años de esa ausencia, terriblemente inoportuna, costosa y, para quienes estuvimos más cerca de él, todavía traumática. En este tiempo, sin embargo, la revista Encuentro, que él fundó hace una década, ha experimentado una gran profesionalización y ha incrementado su prestigio dentro y fuera de la Isla, como puede constatarse en los tres últimos números.

El décimo aniversario de la publicación será celebrado en el número 40, de esta primavera, con un dossier sobre las principales revistas producidas por el exilio, en el último medio siglo, coordinado por el escritor Jorge Ferrer, y con un homenaje a uno de nuestros directores: el poeta Manuel Díaz Martínez.

Diez años representan la madurez para una revista como Encuentro, por lo que en la nueva etapa que ahora se inicia deberán introducirse cambios en la estructura directiva de la publicación, que contribuyan a sostener la calidad y la pluralidad alcanzadas. Uno de esos cambios será el término de mi periodo como codirector, con el fin de dedicarle más tiempo al trabajo académico y, a la vez, renovar los criterios editoriales de la revista.

¿Algún proyecto en el futuro próximo?

Actualmente estoy terminando un libro sobre los discursos de la tierra y la sangre en la cultura cubana del siglo XIX, titulado Motivos de Anteo. Después, quisiera aprovechar el año sabático que me corresponde, por mi trabajo de diez años en el CIDE, para escribir una breve historia intelectual de Hispanoamérica, con motivo del bicentenario de la crisis del imperio borbónico.

Como sabes, el origen de las naciones hispanoamericanas es uno de esos raros procesos de la historia moderna que puede ser fechado: la primavera de 1808, cuando las tropas napoleónicas invaden España y los súbditos de la Corona, en estas tierras, amanecen sin Rey y no tienen más remedio que inventar las soberanías nacionales. Me gustaría dedicar un libro a ese bicentenario, el más importante para América Latina a inicios del siglo XXI.


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