Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Literatura

La historia como profanación

Rafael Rojas: «El problema de Cuba es un conflicto entre cubanos y el papel de EE UU está sobrevalorado».

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Por otra parte, mi libro no trata sobre esa que, en efecto, considero la guerra civil cubana, sino sobre la polarización del campo intelectual que se produjo después de 1959 y sobre la forma en que aquel conflicto ha sido procesado por medio de la literatura y la historiografía, en la Isla y en la diáspora. Pero como en la Introducción debía esbozar el concepto de guerra civil, aproveché la mejor bibliografía sobre el tema, escrita dentro y fuera de Cuba, que, por fortuna, tenía a la mano, gracias al extraordinario dossier "La Primera Oposición Cubana", incluido en el número 39 de Encuentro.

Quien lea ese dossier difícilmente puede resistirse a considerar que en Cuba, entre mediados de los cincuenta y mediados de los sesenta, se produjo una guerra civil, y que quienes se opusieron a la radicalización comunista del proceso, impulsada por Castro, eran, en su mayoría, partidarios de una Revolución que no destruyera las bases institucionales de la República.

Nadie niega que el papel de Estados Unidos en el conflicto fue importante, pero aquellos opositores, como los de ahora, no eran marionetas de la CIA y, como es sabido, muchos de ellos, tras el desastre de Bahía de Cochinos, se sintieron traicionados o defraudados por Washington, aunque continuaran admirando la democracia norteamericana.

¿Quiere decir que fue un conflicto entre cubanos?

Sí. Me gusta insistir en que el problema de Cuba, entonces y ahora, es, ante todo, un conflicto entre cubanos porque me interesa la democratización del pasado como vía de acceso a algún futuro republicano. En esa democratización debe quedar claramente reconocida la autonomía y la legitimidad, en tanto agentes de la historia nacional, de los opositores y exiliados cubanos, con independencia del método de lucha que hayan escogido.

En otras latitudes, esta discusión sería absurda: ¿qué historiador francés, ruso o mexicano que se respete pondría en duda la pertenencia a la historia nacional de los guerrilleros de la Vendée, los "blancos" o los cristeros?

Por otra parte, la sobrevaloración del papel de Estados Unidos en ese pasado y, sobre todo, en el presente de la Isla, es uno de los recursos más valiosos de legitimación con que cuenta el castrismo, ya que al presentar el problema nacional como un conflicto entre La Habana y Washington, y no como una pugna de 50 años entre cubanos demócratas y totalitarios, justifica la dictadura como una necesidad defensiva, descalifica a la oposición y al exilio como títeres de un actor foráneo y, de paso, pretende avanzar, excluyendo a la disidencia y a la diáspora, en una posible negociación con ese vecino que supuestamente tanto odia.

El gobierno cubano sigue utilizando el calificativo de "mercenarios" para referirse a los disidentes de la Isla…

Sí, como sigue utilizando el de "gusanos" o el de "mafia cubanoameriana" para referirse a los exiliados. En Cuba se ha desarrollado todo un idioma de la exclusión y el odio, similar al estudiado por Víctor Klemperer en su libro La lengua del Tercer Reich, y que ha motivado un reciente artículo de Duanel Díaz Infante en estas mismas páginas.

En muchas de las entrevistas que le hicieron a raíz del anuncio del Premio Anagrama usted se refirió a una "sensación de cementerio" en la cultura cubana contemporánea…

Sobre eso mejor hablamos después que leas el libro.