Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Artes Plásticas-Literatura

«No somos Occidente»

Entrevista al pintor Ramón Alejandro, a propósito de la influencia del francés Louis-Ferdinand Céline en la cultura latinoamericana.

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El obstáculo generador de energía ha sido el hecho geográfico de que estemos con México y Canadá en la inmediata periferia del mayor fenómeno económico, político y militar que se haya producido en toda la historia de la humanidad. La emergencia del Estado norteamericano, dirigido por una élite de raíz anglosajona que hizo suyas las experiencias sociales y políticas de Francia y de Inglaterra conjuntamente, y de sus revoluciones burguesas, aplicándolas a un territorio nuevo, verdadero terreno apenas poblado del que previamente en su arrollador avance hacia las costas del Océano Pacífico "limpiaron" demográficamente asesinando a los indígenas, lograron constituir ese prodigioso fenómeno que han sido los llamados Estados Unidos de América.

Y tomemos conciencia de que América engloba "todo" el continente así llamado. O sea, que tácitamente está en su nombre incluido el concepto de que la América Latina será un día parte de esos Estados Unidos. A escala subliminal, esto es importante porque está "dicho" por defecto de precisión en el término de "América". No se llaman Estados Unidos de "Norteamérica", sino de América. Detalle esclarecedor. Por eso me gustó tanto la frase de la entrevista que le hicieron a Víctor Fowler durante el filme Crónicas Martianas, en la que este intelectual cubano expresó claramente nuestro dilema actual: "Nuestro dilema no es entre socialismo y capitalismo, sino entre soberanía nacional y dependencia de los Estados Unidos".

Ahí está la clave de nuestro nacionalismo sano y legítimo, necesario. Añádele, como ya te dije, que nuestro nacionalismo fundado por Carlos Manuel de Céspedes hace indisociables la justicia social y la soberanía, para que tengas como resultado evidente lo que podemos constatar hoy en día.

Esto explica, a mi manera de ver, el hecho sorprendente de que una gran parte del pueblo, probablemente una gran mayoría, a pesar de las deficiencias de funcionamiento y privaciones subsecuentes que ha producido el colosal intento de crear una sociedad socialista, en un país prácticamente en estado de sitio ante el intransigente interés económico norteamericano, aún furioso de haber perdido este apéndice tan cómodo y una republiquita tan dócil políticamente como fue la cubana antes del 1959, dentro de su sistema económico con vocación continental. El individuo cubano experimenta una satisfacción de pertenecer a una comunidad, que no tiene el francés. Hay una solidaridad entre cubanos, inclusive de opiniones políticas divergentes, que yo no siento entre los franceses. Aquí todo es desconfianza, resentimiento, desesperanza. Crítica destructiva. El modelo de psicología celiniano es muy común.

Esos núcleos nacionales fuertes, que a veces retoman la energía de los imperios, ¿dependerán en algún sentido colateral de las zonas periféricas? ¿Pueden, por ejemplo, sobrevivir moralmente los intelectuales del Primer Mundo sin sus expiaciones multiculturales?

Volvemos a la primera pregunta, y a eso que nos resulta muy duro de aceptar. Tánger para los europeos, La Habana para los norteamericanos, son lo mismo. Un sitio para ir a relajarse, para salir de su inhumanidad opulenta y encontrar relaciones humanas fáciles. Dejar sus casas llenas de aparatos y tarecos y encontrar gente. Eventualmente, aprovecharse de los favores sexuales de sociedades en las que la gente tiene energía disponible para malgastar en "eso". Existe en esas márgenes del Primer Mundo gente que baila, va a la playa, hacen el amor sin enamorarse necesariamente, sin complicaciones afectivas inextricables y penosas, sin más cálculo que algún dinerito de bolsillo y pasar un buen rato, y no un compromiso carcelar para toda la vida y parte del más allá como en Occidente. A lo más, como una manera de cambiar de papeles contigo y a través de tu cariño colarse en el Primer Mundo e irse a vivir a Nueva York o París.

Tú estás buscando escapar a la encerrona de la felicidad planificada, y al papeleo administrativo y al aburrimiento endémico que flota como negra nube sobre los países desarrollados. Y ellos están envidiándote todos esos aparaticos niquelados y de vidrio, que chisporrotean de lucecitas de colores que tú tienes en tu casa. Pantallitas con imágenes que no tienes tiempo para ver. Tú vas en pos de algo de aventura emotiva y sensual, en medio de una vida parametrada desde el nacimiento al asilo de ancianos, con cuotas mensuales y sindicatos peleones y beneficios e inversiones azarosas, y todo ese estrés que se llama la libertad y los derechos humanos y lo demás.

La democracia que hay que imponer por la fuerza en el Medio Oriente y donde quiera que la gente no quiera entrar en ese jueguito obligatorio, esa felicidad a la fuerza, el paraíso a contrapelo, que es la única forma de vida que es la correcta, porque el progreso no se puede detener y se tiene que imponer porque tiene que ser así, porque hay que producir más y más riqueza y acumularla para reinvertirla y hacer más riqueza aún. Y encontrar maneras de protegerla y protegerte y acumular más y más de todo.