Sonia Díaz Corrales, Islas Canarias
“Salir de Cuba del todo no es fácil. A veces te parece que has salido de una vez y algo te devuelve, te regresa como una marea que sube y te encuentra desprevenido y te arrastra”
Nació en Cabaiguán, Cuba, en 1964. Poeta y narradora, ha publicado los poemarios Diario del Grumete (poesía 1996 y 1997), Minotauro (1997) y Noticias del olvido (2011). Sus poemas aparecen en numerosas antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su narrativa se destaca El hombre del vitral (novela, 2010).
Ha recibido, entre otros, el Premio de Poesía América Bobia 1982, Matanzas, y el Bustarviejo 1993, Madrid.
¿Por qué decidió trasladarse a otro país?
Sonia Díaz Corrales (SDC): ¿Trasladarse?
trasladar. (según la rae)
(De traslado).
1. tr. Llevar a alguien o algo de un lugar a otro. U. t. c. prnl.
2. tr. Hacer pasar a alguien de un puesto o cargo a otro de la misma categoría.
3. tr. Hacer que un acto se celebre en día o tiempo diferente del previsto.
4. tr. Pasar algo o traducirlo de una lengua a otra.
5. tr. Copiar o reproducir un escrito.
Llamar “trasladarse a otro país” al hecho de salir de Cuba es, en alguna medida, aplicable a todas estas interpretaciones, en sentido literal, figurado e incluso inverso, de la palabra trasladarse. Pero yo me atrevería a asegurar que más que un traslado de país, lo complicado es que se trata de un traslado de vida, puesto o cargo, donde las categorías son lo de menos, los actos empiezan a descelebrarse, y traducirlos a otras lenguas empieza a ser inapropiado, inútil, falto de interés y copiar o reproducir algo (incluso escribirlo) se hace raro, ridículo a menudo.
Todo lo anterior nos llevaría a concluir que uno se “traslada de país”, en este caso, por algo muy importante, vital. Este es mi argumento: No conseguía participar en ciertos actos e ideas de orden social y político que rigen la vida cubana en general, y abren o cierran puertas, te catalogan como aceptable o inaceptable. No encontré ninguna manera de explicar (de modo que se entendieran) mis desacuerdos con el servicio militar obligatorio, las militancias serviles a costa de quien fuera y lo que fuera, o los actos de repudio violentos. Creo que tampoco tuve energía (o fe) para creer que era posible cambiarlo, que podía hacer algo para cambiarlo. Tengo fe en Dios, pero no en que unas conductas repetidas como reflejos condicionados puedan cambiarse con facilidad. Se necesita mucho sufrimiento y tiempo para cambiar ciertas cosas.
¿De qué manera salió de Cuba?
SDC: Salir de Cuba del todo no es fácil. A veces te parece que has salido de una vez y algo te devuelve, te regresa como una marea que sube y te encuentra desprevenido y te arrastra. Pero pasado el tiempo he hallado también otros sitios entrañables, queribles, en el mundo.
Me fui de Cuba en 1998 para Costa Rica. Tuve apoyo de la Uneac (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) para conseguir el permiso de salida y para hacer el resto de los trámites en un momento en que hubo una cierta apertura a esta clase de salida con fines culturales de forma general.
Salí para Costa Rica el primero de noviembre de 1998, en un vuelo que duró 2 horas aproximadamente. Cuando aterrizamos en San José (prefiero no hablar de las dos horas del trayecto) llovía. Durante el resto del mes llovió sin parar, sin parar, sin parar, y no salió el sol ni un segundo de ningún día. Vivía en San Isidro de El General con mi hijo. En diciembre escampó y empezó a salir el sol, muy despacio, cada día un tiempo más largo. Luego volvió a llover a veces, pero siempre acababa saliendo el sol. Intentaba recordar cuánto tiempo había llovido en Cuba alguna vez, de manera que no saliera el sol, pero me sentía como si me hubieran borrado por partes la memoria.
Tres años después, mi hijo y yo salimos para las Islas Canarias; mis abuelos eran canarios y el resto de mi familia había logrado salir de Cuba para establecerse en Santa Cruz de Tenerife. Esta vez salimos de San José en un vuelo hasta Venezuela, donde un avión de Iberia nos llevó hasta Madrid y luego otro hasta Las Canarias; volamos desde el 17 de septiembre a las 10:30 hasta el siguiente día, 33 horas sin demasiado tiempo en las escalas y un poco asustados porque teníamos una visa de turistas y habíamos reservado un vuelo de regreso para una semana después.
Mi familia fue un apoyo decisivo en esta aventura, hace ya nueve años que estamos aquí, y no me arrepiento de haber venido.
En Canarias no llueve prácticamente, así que suele haber sol siempre y a donde quiera que mires está ahí, sobre el mar.
¿Le ha resultado muy difícil adaptarse al sitio en donde reside hoy?
SDC: Siempre me ha resultado difícil adaptarme, tengo una cierta predisposición a ser “inadaptada”. El mundo en general me parece un sitio donde adaptarse, además de importante, es un tanto paradójico. Sobrevivo, digamos. Adaptarse es sentirse acogido, acomodarse. Es arduo el ejercicio de estar a la altura de cada día de la vida, en general no lo consigo, en particular no me interesa tanto como para dedicar un gran esfuerzo a ello. Intento ser independiente, sincera y coherente con unas pautas éticas que sigo en la medida de lo posible, puede que eso mismo me convierta en alguien que no se adapta fácilmente en ningún sitio. Acepto toda la responsabilidad.
¿Cuál ha sido su trayectoria artística en su actual lugar de residencia?, ¿qué logros ha obtenido?
SDC: Actualmente resido en las Islas Canarias. Como logro, fuera de mantenerme viva y relativamente cuerda, escribir mucho, mucho, mucho, mucha poesía, y publicar mi primera novela, El hombre del vitral. No he hecho otra cosa que escribir.
Siempre, solo me ha interesado escribir, soy una poeta, escribo mis versos, es todo. No sabría decir si eso cuenta como “trayectoria artística”, probablemente no. Yo solo sigo escribiendo, sorda al hecho de que siempre hay quien escribe y se esfuerza lo indecible en mostrar su talento a través de su trayectoria, utilizando toda clase de recursos, esperando a que alguien le haga esta pregunta alguna vez para poder hacer mención de esa trayectoria para la que ha trabajado.
Aunque a alguien le parezca raro, escribir por ejemplo una novela, donde se supone que investigas, escribes, reescribes, revisas y vuelves a reescribir, sin asesores, ayudantes y ese nuevo género de apoyo que ahora es muy usado por los escritores de éxito y con significativas trayectorias artísticas, es agotador, decepcionante a veces, trabajoso. A mí en particular me parece también gratificante, pero me toma tiempo, además de que me gusta detenerme a disfrutar lo escrito y esto reduce considerablemente el tiempo de trabajar para los logros y la trayectoria.
En cuanto a los ayudantes y asesores, que a mí me parece en cierto sentido una aberración (también soy muy convencional a la hora de escribir), ese nuevo oficio, no es tan nuevo, siempre algunos escritores —solo algunos— han tenido sus escribanos, sus “negros”, sus “ayudadores”, pero parece que ahora se ha generalizado.
Hablar de trayectoria y logros, en el caso de un escritor, entiendo que se traduce en publicaciones, ventas, reconocimientos, premios, y se sabe que la mayor parte de las veces todas esas cosas están pactadas, o simplemente permeadas de escepticismo hacia lo que no resulta una garantía en el aspecto de la rentabilidad.
¿Qué opina de la sociedad de la que ahora forma parte?
SDC: Ser parte de una sociedad (o de cualquier otra cosa) es estar de acuerdo con la mayoría de sus preceptos. No soy parte de ninguna sociedad, soy un ser individual que vive en sociedad porque es una forma de vivir que me permite estar cerca sin que sea imprescindible estar dentro, de modo que ejerzo mi individualidad de manera feroz. Las “sociedades”; estas en que vivimos o de las que somos parte, son formas de organización injustas, deficientes, decadentes y empobrecidas, sociedades formadas por humanos, pero que se caracterizan por sus escasos rasgos de humanidad, y que se movilizan por razones incomprensibles: deportes de élite, extremismos religiosos y políticos, signos estos del poder y el dinero, que producen cada día más necedad-obnubilación-repetición-imposición-corrupción, y se mantienen estáticos, alejados de sí mismos y de lo afable del mundo porque lo encuentran aburrido y poco atractivo o “moderno”, o simplemente complejo, todo se espera que sea fácil y de alguna utilidad.
Sé que esta es una opinión que puede afectar a gente sensible. Pero la verdad es que no soy sociable; la mayor parte de las sociedades me dan un poco de miedo y otro poco de náusea, fifty-fifty.
Dentro de sus particularidades puede que alguna sociedad sea más “amable” que otra, menos represiva-opresiva, menos intrusiva en la individualidad, pero en general, por la vía del adoctrinamiento político o religioso, o de la venduta consumista y frívola intentan adormecerte, pegarte duro en la parte de ti que te hace un ser humano más creativo, completo, apto.
¿Alguna otra observación para los lectores de Cubaencuentro?
SDC: Tengan cuidado con lo que les dicen. Tengan cuidado con lo que leen.
Tengan cuidado con lo que suscriben.
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