Teresa María Rojas, Miami
“Hoy día Miami es mi ciudad, mi casa, puedo decirle que la amo, la he visto crecer, está llenita de gente como usted y como yo, es preciosa. Al principio, claro, vivir aquí le resultaba muy difícil al corazón”
Teresa María Rojas (TMR) nació en La Habana. Siendo muy joven actuó en la Televisión Cubana y en la célebre sala de teatro Prometeo, a la cual agradece su formación actoral. Ya en 1958 había representado a Cuba en el Primer Festival de Teatro Iberoamericano, celebrado en México. En la década de 1960, en Venezuela, trabajó en Radio Caracas Televisión hasta que, dos años más tarde, se establece en Estados Unidos, donde ha incursionado en los mundos de la telenovela y el cine. Como actriz, directora y maestra de artes escénicas, su labor ha sido ampliamente reconocida en Cuba, Ecuador, República Dominicana, México, Estados Unidos y España. A lo largo de su intensa carrera ha actuado, producido y dirigido decenas de obras que abarcan todos los géneros, desde los clásicos hasta el teatro invisible y callejero. En Miami, ciudad que ella considera “mi casa”, ha publicado seis libros de poesía y ha establecido una entrañable relación de trabajo con el Miami Dade College, el cual le confirió el título de Profesora Emérita.
¿Por qué decidió trasladarse a otro país?
TMR: Fue, más bien, una determinación de la vida y de la desilusión. Mi ex esposo era un alto oficial del Ejército rebelde, y casi inmediatamente después del triunfo de la revolución, comenzó a conspirar contra ella. Él, junto a otros miembros de las fuerzas rebeldes, fraguó un plan para salir de Cuba en un barquito, fingiendo que iban a pescar en una tarde de fiesta. En ese barquito, iría también, oculto y disfrazado de mujer, el líder obrero y dirigente del Grupo 30 de Noviembre, David Salvador, a quien estaban buscando, furiosamente, por toda la Isla. La idea era que, al día siguiente de la fuga, uno de los pilotos complotados, Sergio, robaría su avioneta y así escaparía el resto de nosotros y nos reuniríamos, todos, en Miami. Pero en el grupo había un traidor, cuyo nombre ahora no recuerdo. Así que los agarraron en medio del mar y cayeron presos. Fue una desbandada terrible y muy dolorosa. En medio de aquel corre-corre fue casi milagroso que pudiésemos comunicarnos de nuevo, se dudaba de todo, se desconfiaba hasta de Dios.
¿De qué manera salió de Cuba?
TMR: Un día antes de la Navidad de 1960, bajo el amparo de la embajada de Brasil, país que era mi destino, pero cuando el avión se detuvo en el aeropuerto de Caracas, decidí quedarme, por el idioma… y porque además ya existía allí una organización de cubanos extraordinarios que recibía entre abrazos a los compatriotas que, como yo, no tenían prácticamente adonde ir.
Casi dos años después vine para Miami, impulsada por razones personales y “analgésicas” —asuntos que serán descritos, en detalle, cuando publique mi montón de recuerdos… que ya se van perdiendo de la memoria.
¿Le ha resultado muy difícil adaptarse al sitio en donde reside hoy?
TMR: Hoy día Miami es mi ciudad, mi casa, puedo decirle que la amo, la he visto crecer, está llenita de gente como usted y como yo, es preciosa. Al principio, claro, vivir aquí le resultaba muy difícil al corazón. Era otra cosa… Ay, a ver cómo se lo explico en una oración: ni cafecito, ni calorcito… a pesar de ser Miami tan famosa por su sol.
¿Cuál ha sido su trayectoria artística en su actual lugar de residencia?
TMR: Pues siempre he conseguido que mi artista y mi fe sobrevivieran por encima de cualquier desventura. Quizá por eso la trayectoria, en su huella más honda, no ha sufrido grandes daños. Creo que la cuidé bien y regué semillitas a lo largo del camino y que algo floreció. Brevemente le cuento que he seguido actuando, que he viajado un poquito. Y siempre por culpa del drama, fundé y dirigí, por más de 34 años, un grupo estudiantil de teatro en el Miami Dade College, y ahí sí hubo muchos logros, pero de los alumnos, no míos. Al jubilarme me nombraron Profesora Emérita. Por otra parte, doné infinidad de documentos a la Universidad de Miami, montones de reseñas, críticas, fotos, programas, cartas, secretillos… Como diez cajas… Creo que pronto van a digitalizar todo eso… Fíjese, quizás antes de que Cubaencuentro publique esta entrevista, ya podrá verse la historia en la Internet. “¿Qué logros ha obtenido?…” Ay, Félix, no me haga hablar de eso… qué sé yo… Bueno, para complacerlo, creo que mi mayor logro, el grande, el de verdad, es estar aprendiendo a amar como Dios manda.
¿Qué opina de la sociedad de la que ahora forma parte?
TMR: Si supiera, aunque me maravilla la gente, no soy sociable. Prefiero mantenerme lejana. Además, tengo tendencias, algo severas, a la agorafobia.
¿Alguna otra observación para los lectores de Cubaencuentro?
TMR: Les mando un beso.
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