«Soy un bongosero que dibuja caricaturas»

¿Subdesarrollo le ganó reprimendas?

Muchas. Cuando lo nombran responsable del sindicato, organiza una fiesta, y dice: "vamos a hacer un acto cultural", y se aparece con una pipa de cerveza. Estaba diciendo que la cultura de la revolución era la cerveza. ¿Y acaso no lo era? Peor fue cuando dudó que con cachimbos viejos (los centrales azucareros), locomotoras rusas, y a punta de machete, pudiéramos hacer 10 millones de toneladas de azúcar. Por poco me linchan, me dieron conteo de protección.

¿Por qué le tronaron?

Porque me burlé de Fidel. Se apareció lloriqueando frente a la embajada americana, y teatralmente (como todo lo suyo) exclamó: "Los 10 millones no van, pero convertiremos el revés en victoria". ¡Me atraganté! Saqué a Subdesarrollo en la portada de Palante invitando al pueblo a bailar con la Revé en Victoria de las Tunas. Y esa sí no la pasaron. Me mandaron de cabeza para una fábrica, me botaron de la UPEC (Unión de Periodistas de Cuba), de la televisión, de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas). Encabecé las listas negras, me costó ocho años en una imprenta de madrugada.

¿Tiene Fidel sentido del humor?

En Cuba había tradición de humor político desde la Colonia, Fidel la eliminó. Clausuró, terminó el teatro bufo, la compañía de Pototo y Filomeno, los humorísticos de televisión: Cachucha y Ramón, El show de Popa, Mamacusa Alambrito, La Taberna de Pedro (la lista es interminable). Le aterraba la sátira. Nunca permitió que lo caricaturizaran, ni a él ni a ningún comandante de la revolución.

Y sabiendo esto, ¿cómo se atrevió?

No podía más. Desconecté la autorrepresión. No sabes lo difícil que es hacer humor en Cuba. No podía burlarme ni de las flores de papel con que adornaban los árboles el día de los CDR, ni hacer humor negro, ni humor verde. Realicé la portada de la [orquesta] Revé con toda intención, seguro de que me iban a hacer pedazos. No sé si me volví loco, pero lo hice a propósito, a sabiendas de que me iban a castigar.

Y sus amigos, ¿nadie intercedió por usted?

¡Qué dices! Brincaban de acera para no saludarme. Me convertí en un apestado. A casa sólo iban los tronados, como tú mismo, Reinaldo Arenas, René Ariza. Periodistas, caricaturistas y vecinos levantaron la pata. El único caricaturista que siguió visitándome fue Tommy, para averiguar qué hablábamos, para informar a Seguridad del Estado.

¿Cómo resucitó?

Con la revista Opina. Fue un escándalo en la calle, desenfadada, entretenida, farandulera. Guillén dijo que era "un campanazo de alegría en la prensa cubana" y, claro, eso molestó a los fundamentalistas, y a correr, a politizarla. Me ordenaron que incluyera caricaturas de apoyo, y tuve que hacerlas. Me habían resucitado como a Lázaro, tenía miedo a morirme de nuevo.

¿Hizo caricaturas contra el éxodo del Mariel?

No podía negarme. ¿Cuántas veces me llevaron a Seguridad? Nunca me quitaron el pie de arriba. Cuando llegué a Colombia y publiqué El último Dinosaurio, Abel Prieto dijo: "Arístide quemó las naves". Créeme que fue un incendio liberador el poder dibujar a Fidel con todos los motes que le han puesto los cubanos, desde "cara de palo" al "tiranosaurio". Fue mi venganza en contra de mi verdugo ideológico.

¿Cómo influyó el bongosero en el caricaturista?

Tengo cientos de caricaturas de músicos cubanos, del Trío Matamoros, de Celia Cruz, del Benny. El ritmo, el baile, le han dado movimiento y plasticidad a mis dibujos. Mis temas están impregnados del sabor de la cultura popular, por el cabaret, por el solar. ¿Acaso el cubano no camina y habla con ritmo?

¿Reconoce influencias?

Cuando dibujo un retrato que me satisface, pienso en Juan David: "¡Gracias, maestro!". También tengo una deuda con Saúl Steinberg. Cuando los americanos hacían muñequitos con volúmenes y sombras, este rumano genial llevó la caricatura a la línea pura y marcó mi generación: Chago, Guerrero, Nuez, todos los que surgimos con el Pitirre y Palante, tuvimos influencia de Steinberg.

¿Es generacional el humor?

El más grave problema de la revolución cubana es la parálisis social. Imponer que las nuevas generaciones actúen según los parámetros de un viejo de más de ochenta años, es decadencia por decreto. En el humor, como en todas las manifestaciones de la vida, cada generación trae lo suyo.

¿Le duele el exilio?

Todo exilio es doloroso, pero estoy acostumbrado al desarraigo. Desde que me suspendieron Subdesarrollo Pérez, vivía exiliado en Cuba, mis pies estaban en la Isla, pero mi cabeza andaba por otra parte, o mejor, por ninguna parte.

¿Está obligado el artista a aplaudir en Cuba?

Como decía Heberto Padilla, "un paso al frente y dos o tres atrás, pero siempre aplaudiendo". ¿Cuántos que desbarraban de Fidel ocupan cargos en la Asamblea Nacional? ¿Cuántos le hacen el coro? Están obligados a ser oportunistas, aunque se levanten con sabor a mierda en la boca. Conozco bien esas levantadas amargas. Uno llega a preguntarse: "¿quién soy?".

¿Justifica la obra del artista su conducta?

La obra de un artista no valida su conducta. ¿Pero hubiéramos conocido la obra de Francisco Goya, sin Carlos III? Y aun así lo agarró la Inquisición. Pocos artistas tienen madera de héroe o mártir. Y yo soy un bongosero que dibuja caricaturas.

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