Actualizado: 29/04/2024 14:55
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Disidencia

«Soy un hombre sin odios»

Reconciliación, intelectualidad, racismo… Entrevista al periodista independiente Jorge Olivera Castillo.

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Esto es algo a resolver en un futuro. Sin embargo, no es un problema que no tenga solución. Queramos o no tendremos que subsanarlo. Es algo que atañe a toda la población. Estaremos viendo el problema de la integración, porque es una nación que nos pertenece a todos, independientemente de las gradaciones de color o de un fenotipo. Será una sociedad nueva y habrá que construirla poco a poco.

Su poesía está más cerca del conversacionalismo de los años sesenta y setenta, que de la experimentación actual. ¿A qué lo atribuye?

Simplemente, quise abordar en este libro ( Confesiones antes del crepúsculo, 2005) el ambiente de los momentos más tristes que había pasado en prisión, y pienso que los que pasaré en este planeta. Pero siempre he visto la vida con optimismo. Lo asumí líricamente, no tengo odios, no me sale, aunque quiera proyectarlo sobre las cuartillas, en ningún género literario. Siempre he soñado con imágenes, con algo un poco etéreo y metafísico. Diría que por eso pude pasar las terribles condiciones carcelarias. Esta poesía es la manera de abordar el problema, algo que me salió del alma.

Aunque es difícil reflejar desde el punto de vista poético, los momentos de esta situación tan drástica, quise buscar y no caer en el panfleto. Quise pintar estos mundos tétricos con imágenes, no ir directamente al realismo sucio, que hubiera sido más fácil; aunque no soy Bukovski. Soy un negro pobre que ha vivido en un barrio marginal, y parece que eso se ha quedado en mi subconsciente.

En el género de cuento —logré publicar un libro ( Huésped del infierno, Aduana Vieja, Valencia, España, 2007) que es bastante testimonial—, me desenvuelvo mejor, me siento más cómodo. Ahí están mis experiencias. Ahora estoy trabajando en otro libro de cuentos donde hay vivencias de 46 años. Va a tener mucho del barrio, mayormente poblado por gente pobre, destruido arquitectónicamente, lleno de baches, aguas albañales, el horror…

¿Cuál fue el momento más terrible de su estancia en la cárcel?

No fue uno solo. Desde que me apresaron en la casa como un vulgar asesino en serie, el mes y medio que me pusieron en las celdas tapiadas de Villa Marista, la llegada a la Prisión Provincial de Guantánamo, el juicio sin abogado, con personas infiltradas que testimoniaron en contra mía; hasta los terribles nueve meses que pasé en esa cárcel, enfermo y sin asistencia médica, y posteriormente, la convivencia con locos, criminales, pederastas, toda la gama de lo peor de la conducta humana.

Te juro que en algún momento pensé que no salía con vida. Pero lo más importante es que no albergo odio en mi corazón. Todo lo que he hecho ha sido por mi familia, por mi pueblo. Es difícil perdonar, pero sí tengo la capacidad de perdonar. En un futuro, los que quieran acusar, que lo hagan. Tendrán los espacios y el momento para ello. Yo no lo haré. Mi arma será escribir todo de la manera más artística posible. Ningún ser humano puede vivir mínimamente feliz albergando tanto odio dentro. Lo hago por el bien, por el futuro, pues soy uno entre 12 millones.

¿Cómo impactó a su familia? ¿Qué es lo que nunca olvidaría?

El trauma más terrible fue estar tan lejos, condenado a tantos años de prisión, enfermo y rodeado de todo lo que te conté. Mi familia fue la que más sufrió. Mi madre vive en España con mis hermanos y no la he podido ver. Ahora, que pedí ir al exilio, no me dejan ir. Algo absurdo, pero es un derecho que no voy a mendigar, sigo trabajando y ya… Esta es mi patria y mi país, y aunque piensen que me están haciendo un mal, no lo veo así. Peor es la muerte. Eso no me asusta, no quiero ser un mártir, pero tampoco un cobarde.

Lleva ya muchos años sin que le otorguen el "maldito" permiso de salida. ¿Considera que es una situación generalizada o algo personal con usted?

Es una táctica de la Seguridad del Estado. Dejan salir a unos y a otros no, para crear recelos, dividir, confundir. Muchos diplomáticos con los que he conversado no entienden, porque la lógica dice que si me tienen aquí es como un castigo adicional. Espero con paciencia, pero escribiendo, manifestando la realidad, calentando el brazo.

Como narrador, ¿de qué manera relataría la futura reconciliación nacional?

Habrá una reconciliación, no hay otra vía de tránsito. Si alguien conoce otra, que me la enseñe. Cuando estudias procesos que son similares al cubano, ves que hay diferencias, pero en el fondo es lo mismo. Lo he visto con los procesos de Europa del Este: hay matices, pero en esencia son lo mismo. Cuando estén las condiciones, habrá un diálogo donde se incluya a personas que hoy son del gobierno, del exilio y de la oposición dentro de la Isla. No soy un político, me limitaré sólo a opinar. No hay un proceso con éxito que no incluya a todos sus actores.

Hay que verlo con optimismo. Ahí están los ejemplos de Sudáfrica, la dictadura de Pinochet, la Polonia de Jaruzelski, con la conversación de la Mesa Redonda. Llegará el momento para conversar, repasar la Historia y luego seguir adelante, sin que haya ajustes de cuentas personales, con mecanismos eficaces y vigilados.

Finalmente, ¿cree que la literatura salva de algo?

Sí, para mí ha sido una tabla en medio de un naufragio. Me ha hecho sobrevivir, respirar. Pienso en el náufrago en medio del mar, y la literatura como snorkel para respirar. Con ella he visto la vida con más optimismo. Mi imagen es verme en medio de ruinas, pero en lontananza un sol apareciendo en medio del desastre. Eso es la literatura, lo que me ha rescatado de los días tenebrosos de la prisión. Cuando veo mis libros publicados, no pienso en la gloria, sino en ese documento que quedará para la historia hasta que Dios quiera.

Al que Dios le haya dado ese don, debe sentirse una persona dichosa, realizada.


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