Actualizado: 28/03/2024 20:07
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América Latina, Libia, Cuba

América Latina y las revueltas del Norte de África

Respecto a Cuba y Venezuela habría que comenzar marcando las grandes diferencias existentes con Túnez, Egipto y Libia

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Los enfrentamientos populares contra los regímenes autoritarios del norte de África y el Medio Oriente han convulsionado al mundo y provocado innumerables reacciones. América Latina no ha sido una excepción. Sin embargo, la lejanía geográfica ha permitido tanto a sus gobernantes como a sus opiniones públicas tomar algo más de distancia, aunque esto no impidió que se debatiera sobre sus efectos sobre la región. De este modo surgieron numerosas voces que se preguntaban si algo así podría pasar en Cuba o Venezuela o si no era todo una muestra más del complot imperialista contra los pueblos del mundo que intentan transitar una senda independiente de los poderes establecidos.

De todos los levantamientos populares ocurridos en el norte de África y el Medio Oriente quizá haya sido el de Libia el que más atención ha concitado. Esto responde a una serie de cuestiones, comenzando por la brutalidad represiva de la dictadura de Muamar el Gadafi y siguiendo por la solidaridad “revolucionaria” que todavía suscita, especialmente en determinados círculos del régimen cubano y en algunos gobiernos bolivarianos.

Si bien la época dorada del no alineamiento hace tiempo que ha pasado a la historia, son muchos los que todavía viven de viejas glorias y acuden prestos en defensa de los viejos amigos. Esto ha ocurrido con Fidel Castro, que dedicó una de sus últimas “Reflexiones” al tema y si bien no quiso poner la mano en el fuego por el dictador libio, sí alertó de las ambiciones de Washington, sediento del petróleo norteafricano. Castro escribió su columna el 21 de febrero y según él en cuestión de horas, era inminente, la OTAN atacaría Libia para llevar a cabo sus inconfesables planes al servicio de Estados Unidos.

La capacidad prospectiva de Castro ha quedado nuevamente confirmada. De hacer caso al líder supremo cubano la guerra nuclear ya habría destruido al mundo, tal como anticipó hace un par de meses. O bien no nos enteramos de la explosión de algunas bombas o su predicción falló estrepitosamente. De todos modos la larga mano del imperialismo ha servido para que unos demostraran su solidaridad con el autor de El libro verde, caso de Daniel Ortega o de Hugo Chávez, o para que otros se ampararan en el argumento de la conspiración internacional para pedir calma, pero sin condenar a los responsables de la represión, como ocurrió con Evo Morales o Rafael Correa. Inclusive Cristina Kirchner, que se autodefine como una gran defensora de los derechos humanos y clama constantemente contra las desapariciones, se ha limitado a expresar de una forma genérica su buena voluntad través de un comunicado teóricamente neutral de su ministro de Exteriores, Héctor Timerman.

No me voy a referir aquí a las variadas reacciones de los gobiernos latinoamericanos frente a los acontecimientos libios, ya que lo he hecho en otro sitio. Mi intención es analizar otro tipo de reacciones, unas provenientes básicamente del exilio cubano o de la oposición venezolana, y otras surgidas de los círculos bolivarianos. Mientras los primeros se preguntaban si algo parecido podía pasar en sus países, los segundos ya estaban alertando sobre algo que, según ellos, era una especie de ensayo general contra los gobiernos revolucionarios latinoamericanos.

En el primer caso, es bueno comenzar recordando un excelente artículo de Moisés Naim, que señalaba que en Túnez y Egipto las sublevaciones populares no triunfaron únicamente por la utilización masiva de Facebook, Twitter u otros artilugios de nuevo cuño, sino porque los militares se decantaron por el bando popular y no por seguir respaldando a los gerifaltes de turno. Remedando de alguna manera el viejo dicho maoísta de que “el poder nace de la boca del fusil”, Naím nos recuerda de forma contundente el papel que las fuerzas armadas cumplen en estos regímenes y cómo en Libia, un país con una muy baja penetración de Internet, la revuelta todavía no ha triunfado debido a que una parte de los militares sigue sosteniendo al régimen.

Respecto a Cuba y Venezuela habría que comenzar marcando las grandes diferencias existentes con Túnez, Egipto o Libia y que todavía no se vive en los dos países caribeños un clima de descomposición semejante al del norte de África. En Cuba, por otro lado, mientras viva Fidel Castro mucho me temo que no se producirán fenómenos de desborde social como los que hoy son objeto de la atención mundial. Es más, tanto en Cuba como en Venezuela de momento los fusiles, hoy modernos kalashnikovs, sirven para respaldar a los hermanos Castro y a Hugo Chávez.

Otro tema interesante es ver cómo en los círculos bolivarianos se analizan estos fenómenos. En verdad hay una variedad de respuestas. Aquellos que se limitan a un apoyo crítico han expresado su solidaridad con los levantamientos y criticado duramente la represión contra la población indefensa, mientras que los sectores más militantes y próximos a los gobiernos insisten en la teoría de la conspiración imperialista y en el riesgo de que Estados Unidos implemente algún tipo de respuesta similar contra los gobiernos “revolucionarios”.

En un artículo publicado en Aporrea, titulado “Libia: alerta para la Revolución Bolivariana” se puede leer lo siguiente: “no podemos seguir desoyendo las voces de ALERTA del pueblo y sus movimientos de Inteligencia, no podemos seguir banalizando los acontecimientos creyendo que a nosotros no nos puede pasar, que Libia queda muy lejos y que aquí en nuestro país todo ‘transcurre sin novedad y en calma chicha’; los remitimos al análisis del Camarada Comandante Izarra para que nos ubiquemos en ese ‘escenario del terror’ cercano y posible y tomar cada quien su posición pero con el conocimiento de la verdad que nos esta explotando en nuestra cara”. Por supuesto que quien está detrás de toda esa trama son la OTAN, la CIA y el MOZAD (sic).

De momento lo que queda claro en el caso de que en Cuba o en Venezuela se amenace el poder constituido, bien a través de movimientos populares o bien a través de elecciones, los fusiles apuntarán contra el pueblo. Esto no quiere decir que mañana el viento no cambie de rumbo, pero por ahora esto no es así. Ya el comandante en jefe Henry Rangel Silva, jefe del Comando Estratégico Operacional (CEO) de la Fuerza Armada Nacional (FAN) Bolivariana de Venezuela y número dos en el escalafón militar se encargó de señalar tajantemente de que en el hipotético caso de una victoria electoral opositora en las elecciones presidenciales de 2012, el pueblo y los militares bolivarianos reaccionarían frente a lo que él consideraba una usurpación. Para el General, el Ejército venezolano “no tiene lealtades a medias sino completas hacia un pueblo, un proyecto de vida y un Comandante en Jefe. Nos casamos con este proyecto de país… Un hipotético gobierno de la oposición a partir de 2012 sería vender el país, eso no lo va a aceptar la Fuerza Armada y el pueblo menos… y un intento por desmantelar al sector castrense. Habría una reacción tanto de los uniformados como del pueblo, que sentiría que le quitan algo“. Está escrito que su intención es que truene el escarmiento. La duda en este caso, tal como ocurrió en Túnez o en Egipto, es si sus camaradas de armas lo seguirán.




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