Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Chile

¿Incógnita o certidumbre?

De ingresar Chile en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, no tiene otra alternativa que condenar las violaciones de La Habana.

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Si bien el embajador saliente en Cuba, Celso Moreno, abogó recientemente por un mejoramiento de las relaciones entre Santiago y La Habana, y señaló que el cumplimiento del período chileno en la instancia de derechos humanos abría una puerta al mejoramiento de los vínculos bilaterales, el nuevo Consejo de Derechos Humanos, que sustituye a la añeja Comisión, interpone fuertes interrogantes, pues Chile, muy probablemente, ocupara un puesto entre los 47 países que formarán dicho Consejo, cuyo proceso de estructuración se iniciará en mayo próximo.

Incluso si el Consejo no borrara los períodos de acceso al mismo que heredó de la Comisión, Bachelet tendrá que enfrentar en su mandato un sí o no, en relación con Cuba. Y el asunto es aritmético, pues cada nación tendrá derecho a lapsos de tres años, y Chile dejó de pertenecer a la Comisión en 2005.

O sea, que el ex ministro de Salvador Allende, Jaime Tohá, recién designado embajador en la Isla, tendrá muy poco tiempo para aflojar tensiones. Por lo que refleja la propia cancillería chilena, en fin, el nudo gordiano en sus vínculos con La Habana radica en los derechos humanos.

Michelle Bachelet, por otro lado, se ha mostrado —y ha sido— una ferviente defensora de esos derechos en su país, y esta postura sin duda ayudó con creces a alzarla a la responsabilidad que hoy desempeña. Para una ancha franja de la política y del pueblo chileno, un voto a favor de La Habana —todo el mundo sabe acá que abstenerse es favorecer al régimen de Fidel Castro— sería dar la espalda a lo que Bachelet representa y no como un actor más, sino como paradigma.

Lo inseguro y lo obvio

Si es cierto que algunos personeros políticos con los que Encuentro en la Red ha conversado se manifiestan inseguros en torno al voto de La Moneda, otro factor viene a sumarse a los ya mencionados.

El peso de la Democracia Cristiana en el actual ejecutivo resulta obvio. Basta señalar que el jefe de Gabinete y ministro del Interior es Andrés Zaldívar, figura emblemática de la Democracia Cristiana. Fundador del partido en 1957 y ex ministro, su hoja de servicios contiene varios períodos como senador y la jefatura del comando que en la segunda vuelta articuló el triunfo de Bachelet.

Pero hay más. El canciller designado por la primera mujer presidente en Chile es otro relevante democristiano: Alejandro Foxley, cuyas opiniones en contra de la violación de los derechos humanos en Cuba las ha reflejado la prensa en más de una ocasión. Aunque quizá no advertidas, Bachelet lanzó meridiana señal desde que seleccionó su equipo de trabajo.

Una hipotética aquiescencia hacia Fidel Castro sería, pues, manifestación de que al Partido Demócrata Cristiano —considerado aún el más influyente del país— se le puede pasar por encima, así como a sus ministros y a figuras legendarias como los ex presidentes Patricio Alywin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, muy comprometidos con la observancia de los derechos humanos en el archipiélago caribeño.