Actualizado: 15/05/2024 1:03
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Irán

Las tres opciones

El desafío nuclear de Teherán, con Rusia y China en contra de sanciones, sitúa a Estados Unidos en una posición difícil.

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Escenarios posibles

Acerca de cómo podrá evolucionar esta crisis se pueden trazar algunas variantes. La primera respuesta a la tozudez iraní puede ser la aprobación de una serie de sanciones. Teherán sufriría un embargo comercial, a sus oficiales se les impediría viajar al extranjero, a sus atletas no se les permitiría participar en competiciones internacionales o, lo que sería más inflamable, su petróleo no podría ser exportado.

Todo esto, claro está, sería en teoría, como han demostrado otras sanciones. La clave es saber hasta dónde están dispuestos a llegar algunos países. Estados Unidos es partidario de que el Consejo de Seguridad apruebe una resolución bajo lo estipulado por el capítulo 7 de la Carta de la ONU, en el que se establece la posibilidad de sanciones e incluso de una acción militar. Pero China y Rusia, con derecho a veto, no están entusiasmadas con la idea.

China tiene sed de petróleo y Rusia construye el reactor nuclear de Bushehr, cuyo nombre no es una ironía, y además suministra misiles a Irán. El pasado 30 de abril, el Parlamento iraní aprobó el presupuesto para el reactor nuclear que están edificando los rusos.

Los gobiernos europeos que han negociado con Irán durante tres años —Francia, Alemania y Gran Bretaña— se han convencido de que no pueden fiarse del régimen iraní, pero la administración Bush tampoco parece fiarse de nadie. De alemanes y franceses, por ejemplo, no las tiene todas consigo, habida cuenta de las importantes relaciones comerciales que ambos mantienen con Irán, lo que podría animarles a no ser muy duros con las sanciones. Es decir, no está garantizado que las sanciones vayan a torcer el brazo de los ayatolás.

Existe la posibilidad de utilizar la fuerza. A esta opción, sin embargo, tampoco le faltan peros. La invasión de Irán, visto lo que pasa en Irak, no es lo más recomendable. Queda, entonces, la posibilidad de un ataque puntual contra las instalaciones nucleares iraníes. Pero tampoco sería fácil. A las dificultades técnicas hay que añadir las políticas, ya que la popularidad de Bush se ha desplomado. Es decir, no es seguro que una nueva aventura militar no saliera por la culata.

La tercera opción es lo que se conoce como la "gran oportunidad", la posibilidad de que Washington y Teherán negocien el final del presente embargo estadounidense, la reanudación de sus relaciones, la seguridad de Irán y el abandono del programa nuclear iraní. Esta opción cuenta con el apoyo, entre otros, de Richard Lugar, republicano de Indiana que preside el Comité de Asuntos Exteriores del Senado.

Pero la administración Bush pone reparos a esta salida porque, de materializarse, los sectores inflexibles podrían echarle en cara que habría contribuido a mantener a los ayatolás en el poder. En su discurso sobre el estado de la Unión de este año, Bush prometió a los iraníes "respetar el derecho a elegir vuestro futuro".

Ni coser ni cantar

En resumen, tampoco está garantizado que la diplomacia, que es lo más sabio, sea coser y cantar para Bush. Pero si todo lo dicho no permite deducir qué opción elegirá finalmente Washington, sí ayuda a entender por qué Teherán ha decidido acelerar su desafío nuclear.

Como es de sobra conocido, esto de los desafíos a Washington es un tema que encanta tanto a Castro como a Chávez. No resulta nada nuevo que ambos se identifiquen con las tesis más fundamentalistas de los ayatolás y con el nuevo presidente iraní, quien, a pesar de ser laico, ha demostrado su perfil incendiario cuando amenazó con "hacer desaparecer" el Estado de Israel.


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