Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Irán

Más uranio, más peligro

Teherán prosigue su programa nuclear, con la opinión en contra de la ONU y la justificación de La Habana y Caracas.

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El régimen iraní, fiel aliado de los gobiernos de La Habana y Caracas, ha decidido desafiar a la comunidad internacional al proseguir con su programa de enriquecimiento de uranio, teóricamente con fines pacíficos, pero que puede conducir al dominio del arma atómica.

El pasado 9 de abril, el presidente Mahmud Ahmadineyad proclamó: "Me siento orgulloso de anunciar que a partir de hoy nuestro querido país ha entrado en el club de naciones que pueden producir combustible nuclear a escala industrial".

El anuncio se hizo además en la planta de Natanz, 300 kilómetros al sur de Teherán, en cuyas instalaciones subterráneas se habrían instalado y puesto en marcha las 3.000 centrifugadoras necesarias para superar el umbral de la producción industrial.

A la salida del acto, el máximo negociador nuclear, Ali Lariyaní, respondió con un "sí" a los periodistas cuando se le preguntó si Irán había empezado a inyectar gas de uranio (HF 6) en las 18 cascadas interconectadas, de 164 centrifugadoras cada una, que venía anunciando desde hace meses. Estas máquinas, con aspecto de cubetas de acero —según el documental que se proyectó en Natanz—, consiguen que el mineral de uranio se haga más puro, se enriquezca. Al 3,5% se convierte en combustible nuclear. Por encima del 90%, es el material fisible que se usa en las armas atómicas.

Según el director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Mohamed el Baradei, "la preocupación no proviene sólo de que Irán lleve a cabo producción a escala industrial, sino, sobre todo, sus motivaciones (para enriquecer uranio) antes de disponer de los reactores nucleares para generar energía con el uranio enriquecido".

Se calcula que la central atómica de Bushehr, que Rusia construye a orillas del Golfo Pérsico, entre en funcionamiento a finales de este año, y Teherán prometió que lanzará un concurso internacional para la construcción de otras dos nuevas centrales en su territorio.

Si la producción de uranio enriquecido tiene como objetivo la generación de energía eléctrica, ¿por qué entonces ese afán de acelerar el proceso de enriquecimiento del metal?

Desafío a la ONU

Las autoridades de Teherán han optado por mostrar una imagen de fuerza y firmeza ante las resoluciones de la ONU e incluso, según algunos analistas, han exagerado los avances de su tecnología nuclear para ofrecerlos como hechos consumados que tiene que aceptar Occidente.

Nasser Soudani, diputado del Parlamento iraní, destacó que en "muy corto período" de tiempo su país "ha conseguido lo que los extranjeros predecían que tardaría 12 años en obtener", al tiempo que subrayó que Irán "está actualmente entre las diez potencias nucleares del mundo".

En el mismo sentido se pronunciaron otros parlamentarios y dirigentes, así como muchos medios de comunicación nacionales, que destacaron que Irán ha dado un paso decisivo para convertirse en un Estado nuclear.

El ministro de Exteriores, Manoucher Mottaki, excluyó que su gobierno vaya a suspender el enriquecimiento de uranio, e instó a las potencias occidentales a "aceptar la nueva realidad" del desarrollo nuclear del país.

Mottaki recalcó que la suspensión del enriquecimiento "no es aceptable ni como condición preliminar de las negociaciones, ni como su resultado". "Hemos sobrepasado esa fase", afirmó, y agregó que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania "deben actuar en el marco de la nueva realidad".

En realidad, el régimen teocrático de Teherán ha decidido adoptar la pose del bravucón que desafía abiertamente a la comunidad internacional. El pasado 24 de marzo fue aprobada por unanimidad la resolución 1747 del Consejo de Seguridad que instaba a Irán a suspender su programa de enriquecimiento de uranio en un plazo de dos meses.


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