Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Economía

Oppenheimer y la charada

Irlanda, Chile, República Checa, China: ¿Hay esperanzas de que Iberoamérica siga dichos ejemplos para sacar de la pobreza a una parte de sus ciudadanos?

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Los cuentos chinos

Aunque del lado americano del Atlántico Oppenheimer descabeza a todos —menos Chile y tal vez Brasil—, algunos merecen una mención especial: Bush y Estados Unidos, Argentina y sus bandazos, y Venezuela con su revolución narcisista-leninista.

Para entender la pasividad de Estados Unidos de cara al hemisferio occidental, bastan dos ejemplos: uno, a mediados de los setenta del siglo pasado, Italia y Portugal se vieron inmersas en serias crisis de balanza de pagos. La entonces Comunidad Económica Europea resolvió el problema sin la intervención del FMI o la banca internacional.

Otro, después del cambio en Europa Central, la ahora Unión Europea aportó ingentes sumas de inversión y deuda —los llamados fondos de cohesión— a Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia y a los países del Báltico para que prepararan sus economías con vista a un futuro ingreso (2005) en la UE.

Si, por ejemplo, en 1989 la economía argentina se colocaba holgadamente por encima de la de todos aquellos, en 2006 sucede diametralmente lo opuesto. En el ínterin, la Comisión Europea creó el EBRD (Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo), dirigido a aquellos países y otros en los Balcanes y el Este europeo, incluyendo Rusia. Compromiso, en una palabra.

Washington congelado

¿Cómo se compara Washington con este claro compromiso de Bruselas? Otros dos ejemplos: cuando en 1982 estalló la crisis de la deuda externa desde el Río Grande hasta el Cabo de Hornos. Al contrario de lo que había hecho la Comunidad Económica Europea con Italia y Portugal apenas un lustro antes, Washington se congeló ante un problema que no veía suyo.

En 1989 surge el llamado Plan Brady (nombrado así por su "creador", Nicholas Brady, secretario del Tesoro de EE UU a la sazón), un copy and paste de los Bonos Azteca, que el Banco Morgan había diseñado para refinanciar parte de los pasivos morosos de México. El segundo lo vivimos en este momento: a finales del siglo pasado, el "Consenso de Washington", con la participación del Banco Mundial, el FMI y el Tesoro de EE UU, pensó que para incentivar el crecimiento de las economías emergentes bastaba que éstas redujeran sus aranceles y liberalizaran sus mercados.

Esto, dice Oppenheimer, no es suficiente: la mayoría de esos países —en Centro y Suramérica— tienen parques industriales poco desarrollados y altas tasas de paro, de forma que el Consenso no sólo no resuelve los problemas viejos sino que crea otros nuevos; el impacto del librecambio puede ser brutal y, de hecho, lo ha sido —la adhesión de Colombia a un futuro ALCA eventualmente podría afectar a 200 millones de dólares de importaciones de soja boliviana (que Venezuela importará, según su Führer, otro cuento chino).