Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Economía

Oppenheimer y la charada

Irlanda, Chile, República Checa, China: ¿Hay esperanzas de que Iberoamérica siga dichos ejemplos para sacar de la pobreza a una parte de sus ciudadanos?

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Pero, lo que es necesario, recalca Oppenheimer, es un tránsito gradual al comercio franco, acoplado a planes financiados de desarrollo de infraestructuras, nuevas inversiones, sistemas financieros y educación.

Pero de la pletórica antología de cuentistas chinos en EE UU, el que se lleva la palma es el presidente Bush. Según Oppenheimer, Bush había cumplido lo prometido durante la campaña ("un compromiso fundamental de mi gobierno" con los vecinos del sur), hasta el 11-S, cuando se desmoronó el impulso latinoamericanista. Desde entonces, el aparato de Washington no piensa sino en las tres I: la guerra en Irak, el reto de Irán y los peligros de Israel.

A la pregunta sobre el porqué del cambio, anota Oppenheimer, un halcón washingtoniano de alto vuelo le respondió que "la tercera guerra mundial no iba a comenzar en Tegucigalpa". Sin embargo, los recientes encontronazos (de opinión, a Dios gracias) entre los chacales (Chávez-Castro-Morales) y prácticamente el resto de Iberoamérica amenazan con reducir toda o parte de la región a una total irrelevancia, que se le manifiesta al autor en sus viajes, principalmente a Argentina y Venezuela.

'El país de los bandazos'

Argentina —el país de los bandazos, la llama Oppenheimer— no regresó a sus antiguos esplendores después del sambenito paternalista que Perón hizo vestir a sus ciudadanos. El último cuento chino es que, después del corralito y sus secuelas, la economía va bien: el PIB crece a tasas más que aceptables y las reservas internacionales igualmente se colocan a niveles muy favorables. Es lógico: como Argentina no paga el 75% su deuda externa a largo plazo, su cofre se expande.

El insaciable apetito de China por productos agropecuarios argentinos —carne, trigo— y el aumento de sus exportaciones de manufacturas a Estados Unidos daban respuesta a un zig que tarde o temprano devendría zag. Porque Argentina toma otro rumbo cada vez que una crisis destrona al ancien régime y da paso a uno que supuestamente tiene todas las respuestas para salir del hueco. Pero como éstas no van dirigidas a lo fundamental y lo permanente, "las cosas tienen que cambiar radicalmente para permanecer iguales", como diría el Gatopardo. Y, como la clase dirigente "no sabe a dónde va, acaba en otro lugar", según la sentencia del Dr. Peter.

El cuento chino venezolano está enraizado en el coronel Chávez y su afirmación de que su país crece "socialmente, moralmente, incluso espiritualmente". Su proyecto narcisista-leninista lo lleva a payasadas y ridiculeces que confirman los peores estereotipos sobre los políticos tercermundistas.