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Las Américas

Una OEA relevante

Es prioridad de la actual presidencia crear un mecanismo efectivo que permita resolver los conflictos del hemisferio.

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La política debe ser un asunto de orden prioritario en la Organización de Estados Americanos (OEA). Esta es la premisa principal que plantea el recién publicado reporte La respuesta a los retos políticos del hemisferio, realizado por el Diálogo Interamericano.

El secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, ha acometido su mandato político con mucho entusiasmo. Su plan arrancó con paso firme en Nicaragua el año pasado, cuando el presidente Enrique Bolaños, a punto de ser sacado por la fuerza de la presidencia, solicitó la mediación de la OEA bajo el amparo de la Unidad para la Promoción de la Democracia Interamericana. A finales de octubre de 2005, la crisis se aplacó mediante la intervención diplomática de la OEA y un leve tirón de orejas por parte del gobierno de Estados Unidos.

Cómo defender la democracia

El siguiente paso a dar serán las elecciones presidenciales en Nicaragua el próximo mes de noviembre. Las posibles artimañas del consejo electoral, una reñida competencia entre cuatro contendientes y las abiertas simpatías de Hugo Chávez hacia Daniel Ortega, dan cuenta de que la OEA todavía no está pisando suelo seguro.

El pasado 14 de mayo, René Préval asumió la presidencia de Haití. La OEA tuvo a su cargo la responsabilidad principal en la preparación y el monitoreo de las elecciones. Estas registraron unos tres millones y medio de nuevos votantes, y la organización ayudó a resolver los enfrentamientos y disputas en una segunda vuelta, cuando Préval apenas alcanzó la mayoría de los votos. Pero los éxitos en Haití tienden a ser efímeros, así que Insulza será llamado inevitablemente a tomar las riendas del asunto una vez más. La política haitiana es imprevisible y requerirá la cercana atención de la OEA en los años venideros.

La Unidad para la Promoción de la Democracia Interamericana tiene un compromiso con el hemisferio para defender la democracia cada vez que sea amenazada por uno de sus signatarios. La trampa radica en que el gobierno afectado tiene que solicitar formalmente la ayuda de la OEA, como hizo Bolaños.

Ecuador, donde los tres últimos presidentes han sido sacados a la fuerza de sus puestos mediante una muy cuestionable constitucionalidad, jamás ha pedido ayuda a la organización. Seguramente Bolivia tampoco la solicite, si es que la asamblea constitucional que se reunirá en breve anula la separación de poderes estatales como hizo el gobierno de Venezuela.

Aunque Chávez representa un reto para la región, los Estados miembros de la OEA no se atreven a enfrentarlo abiertamente, a pesar de que durante su mandato se ha burlado sin tapujos de los principios de la Unidad. El apoyo electoral que le brindó a Evo Morales el pasado mes de diciembre y recientemente al peruano Ollanta Humala, además del que ofrece a Daniel Ortega, tiene que ser considerado sin más demora como una seria y excesiva interferencia en los asuntos internos de esos países.

A principios de mayo, el Consejo Permanente de la OEA recibió una queja oficial del gobierno de Perú contra el de Venezuela, a causa de las declaraciones de Chávez sobre la controvertida segunda vuelta entre Humala y Alan García, lo que constituye una esperanzadora señal de la relevancia que va ganando la organización en la solución de las disputas regionales mediante acuerdos civilizados.

Sin embargo, a la OEA le faltan mecanismos apropiados para poder mediar efectivamente en la mayoría de los conflictos bilaterales del hemisferio. Insulza tenía la firme esperanza de que en la reunión de la Asamblea General —que acaba de terminar en República Dominicana— se podrían dar los primeros pasos hacia la creación de dichos mecanismos.


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