Actualizado: 28/03/2024 20:07
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¿Es Obama el hombre?

Recordando a Carter y Clinton, La Habana se prepara para lidiar con un candidato que habla de diálogos y no de amenazas.

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"McCain quiere matarnos a cañonazos, pero Obama lo quiere a besos", dice Alfonso Borges, jefe de la Oficina de Asuntos Ideológicos del Partido Comunista. La pregunta es la de siempre: ¿Están preparados para la zanahoria?

En principio, no. "Quieren los dólares y los productos, y si te he visto no me acuerdo", anticipa un relojero, afincado en un portal habanero. "Y quién sabe si eso es lo mejor, mantenerlos a distancia y punto", termina la frase con el índice contra los labios.

Lidiar en un escenario de distensión nunca ha sido el fuerte de La Habana, bien entrenada en el juego de la confrontación desde 1959, igual que el sector recalcitrante de Miami.

En la era Carter, el régimen ayudó a hundir su reelección con una ola migratoria incontrolable —Mariel 1980—. En la de Clinton, con el derribo de dos avionetas civiles, obligó al presidente a abandonar el Carril II de la Ley Torricelli, concebido para seducir a los cubanos, especialmente a su clase profesional.

El primer fuego

Siguiendo la tradición, el primero en abrir fuego contra el candidato demócrata a la Casa Blanca, Barack Obama, fue el único que podía hacerlo: Fidel Castro. Intenta desde ya influir sobre las posibilidades de un futuro escenario, haciendo públicas las instrucciones pertinentes para cuando él no sea más, como en el presente, un actor tras bambalinas. Habló sobre ello el pasado 25 de mayo en Granma, y calló durante 18 días.

"El discurso del candidato Obama se puede traducir en una fórmula de hambre para la nación, las remesas como limosnas, y las visitas a Cuba en propaganda para el consumismo y el modo de vida insostenible que lo sustenta", afirmó entonces el enfermo líder.

Castro I, quien trazó, sin embargo, una virtuosa silueta personal del candidato demócrata —"aguda inteligencia", "capacidad polémica" y "espíritu de trabajo"—, dejó por sentado que las iniciativas del senador no son atendibles y merecen un portazo.

Obama, por su parte, formuló borrar las actuales restricciones en viajes y remesas de cubanoamericanos, dictadas desde 2004 por la administración Bush, pero al mismo tiempo habló de mantener el embargo y activar un régimen de reciprocidades con la Isla.

Si Cuba realiza "progresos en varios temas, deberíamos movernos en dirección a una normalización", dijo recientemente el político negro de Illinois.

¿Menos confrontación?

"El tú me das, yo te doy, nunca ha funcionado explícitamente con Cuba, porque Fidel detesta aparecer como un mediocre tratante en política", opina un investigador consultado por CUBAENCUENTRO.com, que pidió el anonimato.

"Ahora, después de Fidel, habrá que ver cómo se juega y quién juega. Dudo mucho, pero mucho, que el embargo sea abolido, sobre todo en las leyes, porque eso exigiría, como contrapartida, una negociación política que impondría a La Habana modificar el esquema represivo y una tolerancia para grupos que están conectados con Miami y que desean un cambio de régimen", conjetura.

El estudioso, que sigue la enconada relación entre La Habana y Washington desde que era estudiante universitario en los sesenta, describe lo que para él es una infranqueable raya roja.

"Pero si aun así el 'bloqueo' se va al quinto infierno, aquí, aunque se queden sin discurso, no moverían un dedo para la apertura. Eso es un suicidio político y ellos lo saben requetebién", afirma.

Exactamente eso fue lo que sugirió el canciller Felipe Pérez Roque en agosto pasado, durante una visita a Brasilia: una victoria total y sin concesiones en el largo plazo. "Estamos seguros que al final el bloqueo tendrá que ser desmontado y los derechos de Cuba respetados".

El gobierno no espera otra cosa en materia de soberanía y premio histórico, aunque la bloguera Yoani Sánchez estima que "si Obama gana la elección, el discurso político de la Isla deberá ser redefinido".

Hay quienes creen exagerado arriesgar una opinión así. Quizás Sánchez apuesta demasiado alto y cree que el candidato demócrata posee la capacidad de "romper la confrontación", que por casi medio siglo ha cebado las agendas políticas de ambas naciones.

La dialéctica del poder

A contrapelo de esa confrontación, y con poca publicidad, trabajan las compras cubanas a los agricultores estadounidenses. Un creciente lobby empresarial norteño ve en el comercio con la Isla un botín de miles de millones de dólares al alcance de la mano y cree que no debe ser cedido a otros competidores.

Las exportaciones a Cuba en 2001 ascendieron a sólo cuatro millones de dólares, pero a partir de entonces La Habana invirtió en alimentos norteamericanos —incluyendo gastos de transporte y fletes— unos 2.700 millones de dólares.

La actual crisis alimentaria expoliaría, de hecho, esa relación, que es competitiva pese a la ausencia de créditos, ser pagada al contado y no ser bilateral, pues la Isla no puede colocar ni un alfiler en el vasto mercado estadounidense.

El gobierno estima que si Estados Unidos levantara ahora su embargo, el comercio bilateral se incrementaría de unos 577 millones a 25.000 millones en cinco años. Esto recién lo corroboraron representantes de varias asociaciones de asesoría empresarial que visitaron la Isla.

Timothy Deal, vicepresidente del Council for International Business, una agrupación de Nueva York, dijo que la cifra les fue proporcionada por las autoridades cubanas.

Tales antecedentes y perspectivas adelantan que el comercio puede estar viento en popa, mientras las relaciones políticas se mantienen inmasticables, una dinámica muy del gusto del poder en el Palacio de la Revolución y que, ahora mismo, salvando las distancias, Venezuela testimonia como posible.

Las dudas van por otra parte y se agolpan en el frente político: ¿Qué enemigo tan formidable y secular como Estados Unidos podría tener sucedáneo para inflamar el nacionalismo cubano?

No hay otro. Durante medio siglo tal antagonismo forma parte de la dialéctica del poder, un enquistado ying/yang. Y eso lo sabe hasta Dionisio, un tamborero achinado que bebe ron de quinta y calienta los cueros, a pleno sol, en el patio de un rumoroso solar habanero: "Obama es el hombre. Pido a Elegguá que le abra el camino a la Casa Blanca".


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