• Registrarse
  • Iniciar sesión

Habanerías

La tercera erre

Comentarios Enviar Print

 

Partieron de Bahía Honda la noche del 16 al 17 de noviembre en una lancha rápida, mientras un temporal de viento batía el Estrecho de la Florida. Eran treinta, entre ellos14 niños y un bebé de nueve meses. Habían pagado de $5.000 a $10.000 por un traslado seguro. Debían arribar en pocas horas a las proximidades de Miami, tocar tierra, y acogerse a la Ley de Ajuste Cubano, promulgada en 1966, que les permitiría residir y trabajar en Estados Unidos. Como otros 2,400 cubanos en los últimos 12 meses. Al siguiente martes, guardacostas estadounidenses descubrieron, a unos 80 Km. al sureste de Cayo Hueso, una embarcación semihundida, sin rastro de supervivientes. Se difundió el rumor de que los había recogido un buque panameño, pero las autoridades de ese país lo desmienten. Diez días más tarde, los treinta cubanos no han llegado a ninguna parte. Engrosan ya la legión de 30.000 compatriotas que en estos 43 años descansan sin paz en un mar plagado de tiburones y peinado por las tormentas.

 

El señor Fidel Castro culpa de las muertes a la Ley de Ajuste, y en su discurso del 27 de noviembre declara su “dolor y su pena” por los adultos, pero más aún, su luto por los niños inocentes “arrancados a la Patria”. Y se pregunta por qué deben morir en el estrecho niños cubanos que disfrutan de atención prenatal, “cuidados intensivos posnatales, servicios médicos gratuitos durante toda la vida, vacunación contra 13 enfermedades prevenibles, alimentación adecuada (sic.), círculos infantiles, educación...”, etc. La respuesta podría haberla dado hace años, tras pedir asilo en Canarias, un pescador cubano. Entrevistado por la radio, afirmó que la educación y la atención médica eran buenas en Cuba. ¿Por qué pides asilo entonces?, le preguntó el periodista. “Porque uno no siempre está estudiando o enfermo”, ripostó sin pensárselo dos veces.

 

Aunque la pregunta del señor Castro bien podría suscitar muchas otras preguntas:

 

¿En qué se diferencian estos niños que ahora lo enlutan de aquellos que se ahogaron en el remolcador “13 de Marzo”, hundido sin que hasta hoy los culpables paguen por sus muertes?

 

¿Por qué Cuba, país que recibió casi un millón de inmigrantes durante la primera mitad de siglo (cuando según él era un país miserable), ha exportado dos millones de cubanos en la segunda mitad?

 

¿Por qué tras la instauración del socialismo, paraíso de los trabajadores, han emigrado dos millones de ciudadanos, en su inmensa mayoría trabajadores?

 

¿O es que había dos millones de burgueses y oligarcas, en cuyo caso el país debió ser un emporio de riqueza a su llegada? ¿Acaso ha generado el socialismo una nueva burguesía de recambio, exportable?

 

¿Por qué medio millón de cubanos ha emigrado hacia países (incluso muy pobres) donde no existe Ley de Ajuste? ¿No será que en Cuba subsiste desde hace 43 años cierta Ley de Desajuste, y se huye de muchas miserias, no sólo de la material?

 

¿Por qué afirma el señor Castro que “desde el triunfo mismo de la Revolución, nunca nuestro país puso obstáculos a la emigración legal de los ciudadanos cubanos a Estados Unidos o a cualquier otro país”, cuando pedir la salida ha conllevado siempre expulsión del trabajo, condenas a labores agrícolas hasta tanto llegara la salida, discrecionalidad del gobierno en cuanto a conceder (o no) el permiso para emigrar, cuando no una despedida con mítines de repudio, escarnio y golpes?

 

¿Por qué en Cuba se ha sancionado durante años con fuertes penas de prisión a quienes intentaban huir ilegalmente, práctica impensable en la inmensa mayoría de los países? ¿Y por qué es Cuba el único país que despoja al emigrante de sus bienes, le impide sufragar el viaje con su trabajo, reduciéndolo a minusválido migratorio, y le impone además sanciones económicas en forma de tasas abusivas?

 

¿Por qué las autoridades de la Isla se consideran propietarias de sus profesionales, educados gracias a la aportación de sus padres, cuyos salarios irrisorios conceden al Estado una plusvalía más onerosa que cualquier impuesto? ¿Y por qué el señor Castro es propietario de los niños cubanos, decidiendo si pueden o no emigrar con sus padres, reteniéndolos incluso cuando éstos huyen sin permiso, y castigando en los niños (cuya inocencia defiende con fervor), el “pecado” libertario de sus mayores?

 

Evidentemente, son muchas las preguntas que el gobierno cubano ha olvidado formular. Y la respuesta es siempre política: huir es un delito ideológico. Por eso durante años se prohibió a todo habitante de la Isla el contacto con el “enemigo”, así fuera su padre o su hijo. La familia política debía sustituir a la familia de la sangre. Pero casi siempre se demuestra que una suegra no es precisamente una madre.

 

Si la Ley de Ajuste fuera la culpable del éxodo ilegal, éste se habría comportado del mismo modo desde 1966. Pero sabemos que tras una corta fase inicial donde el exilio estuvo integrado por personas vinculadas al régimen anterior, y grandes empresarios expropiados, emigró durante los 60 y 70 una vasta clase media: miles por el Puerto de Camarioca, 300.000 a través de los llamados “vuelos de la libertad”, entre 1965 y 1973.En todos esos casos, el presunto emigrante necesitaba contar con un familiar que lo reclamase. En caso contrario, podía ir armando su balsa. Sabemos que tras las visitas familiares que empezaron a producirse a fines de los 70, se derrumbó el mito propagandístico que pintaba a los exiliados como los sirvientes pobres del “amo yanqui”, lo que, sumado a la felicidad siempre futurible que prometía la Revolución (a esas alturas ya no revolucionaba nada), condujo al Mariel. También sabemos que durante la relativa bonanza de los 80, y con la misma Ley de Ajuste, disminuyó el éxodo. Para multiplicarse con el derrumbe de los 90, que instauró la Era de las Tres Erres: “Resistir, Robar o Remar”.

 

Del otro bando, han sido proverbiales las limitaciones impuestas por la Oficina de Intereses norteamericana en Cuba para conceder visados. Y comprendo que cada país establece las normas que entienda para el ingreso a su territorio. No obstante, el mismo ciudadano al que se considera inapropiado, se vuelve admisible si logra sortear el estrecho sobre una tabla de wind surf, jugándose la piel (y el resto de su anatomía) y pisar tierra. Si no lo consigue, se convierte en "mártir de la libertad" o "escoria apátrida", según el bando. Aunque de un tiempo a esta parte, La Habana ha descubierto que esos cadáveres también son reciclables para la causa, declarándolos víctimas del imperialismo, nunca del socialismo. Una suerte de imbéciles obnubilados por la película del sábado; aunque ello resulte sorpresivo en el país que se declara “el más culto del mundo” (FC verbigracia), y donde hasta las prostitutas han pasado de ser invisibles a ser catedráticas.

 

En cualquier caso, las víctimas de esta macabra regata son el saldo de la desesperación, el tributo a la esperanza. Sus compatriotas lamentamos esas muertes. Sus familiares no se recuperarán nunca de su ausencia, tras haberlos llorado frente a un retrato, sin cadáver y sin flores. Para los espurios intereses de uno y otro lado, son apenas fragmentos de estadística política.

 

Nos faltan aún por presenciar muchos naufragios antes que concluya la regata más trágica y larga de la historia. Quienes no pueden o no quieren robar, quienes han agotado la condena a resistir por decreto, seguirán optando por la tercera erre.

 

Es muy generoso el señor Castro al lamentar las muertes de los náufragos. Si no fuéramos tan suspicaces, al considerar interesada su exhortación a derogar la Ley de Ajuste, si nos tragáramos su reciente vocación humanitaria, sería encomiable. Y si no recordáramos que él también tiene su Ley de Ajuste no escrita, otorgando asilo confortable a terroristas etarras, irlandeses, colombianos, guerrilleros en paro, perseguidos por sus truculentas acciones en las cuatro esquinas del mundo. Claro que no está en sus manos derogar una ley norteamericana. Lo que sí podría hacer, para evitar el naufragio de los balseros, y el naufragio final de la nación, es derogar su Ley de Desajuste, siete años más antigua que la otra, y que ha cobrado muchísimas más vidas.

 

 

La tercera erre”; en: Cubaencuentro, Madrid,30 de noviembre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2001/11/30/5156.html.



Ciclones

Comentarios Enviar Print

 

Internet permite, sin costearse el billete de avión, consultar los fondos de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, leer los diarios de la mañana cuando el quiosco aún no ha abierto, e incluso ver en directo, desde cualquier lugar del mundo, las mesas redondas que son ya el live show estrella de la TV cubana. En días pasados fui paciente espectador de una que versaba sobre la guerra en Afganistán. Los periodistas habituales daban detallada cuenta del rotundo fracaso de la contienda, de la heroica resistencia de los talibanes y de la universal repulsa a los bombardeos.

 

Fuera del estudio, acababa de atravesar la Isla por su lado más estrecho el huracán Michelle, con vientos superiores a 215 Km/hora. Aunque el señor Fidel Castro comentara jocosamente que se trataba de una nueva invasión por Playa Girón, y que en esta ocasión también venceríamos al invasor meteorológico, tuvo que reconocer en su comparecencia de Cienfuegos que “hay más daños de los que ayer uno podía imaginarse”. Las familia de los cinco muertos seguramente no estaban para bonchecitos, ni los millones de cubanos incomunicados y sin electricidad.

 

En el estudio de televisión se detallaban hasta los más insignificantes mítines de protesta por la guerra —4.000 personas en Grecia, 1.600 en Buenos Aires—, y el ligero incremento del descontento en las encuestas, demostrándose la precoz sabiduría de los líderes cubanos que estuvieron siempre en contra.

 

Fuera del estudio, en las provincias de Matanzas y Cienfuegos, el ejército rescataba a los aislados por el agua, y en las calles de La Habana, a unos pasos del ICRT, se empezaban a retirar los escombros, árboles y postes del tendido eléctrico arrasados por el peor huracán de los últimos 50 años. Dos tercios de la Isla se encuentran incomunicados por avión, ómnibus y ferrocarril. Mil familias al sur de Matanzas contemplaban las ruinas de sus hogares, y los inquilinos de 180 inmuebles de La Habana pensaban si serían habitables sus casas luego de los derrumbes parciales, mientras los de otros cuatro, demolidos por el huracán, perdían toda esperanza.

 

En el estudio, los periodistas entresacaban, con una minuciosidad digna de entomólogos, la declaración más nimia de la Señora Rice —fuera del estudio, algunos habían perdido hasta la cuota de rice que les dieron por la libreta el día primero—, o los comentarios conciliatorios del presidente Bush a su homólogo israelí.

 

Fuera del estudio, al sur de La Habana, se reportaban 1.500 viviendas dañadas, otras 500 en la Isla de la Juventud, 844 al norte de Camagüey, y 90.000 evacuados en Villa Clara. Hasta el mar se retiró en Batabanó, dejando el fondo a la intemperie. En total: más de 700.000 afectados, cuyo monto fue ascendiendo hora por hora, hasta concluirse al final que en mayor o menor medida la mitad de la población cubana había padecido las adversidades de la meteorología.

 

En el estudio, los periodistas, minuciosamente informados, seleccionaban con pinzas para el público toda información que contribuyera a denostar a Estados Unidos, el país que justo en esos momentos ofrecía a Cuba ayuda para paliar los efectos del huracán. Una ayuda que el señor Fidel Castro se dio el lujo de agradecer y rechazar. Pidiendo, en cambio, solamente, la posibilidad de comprar en Estados Unidos, al contado y con dólares, los recursos necesarios para la reparación del país. ¿Soberbia u orgullo? Sus partidarios hablarán de lo segundo. Sus detractores, de lo primero. En cualquier caso, es siempre más fácil rechazar la ayuda si la vivienda derrumbada, sin electricidad e incomunicada, no es la tuya. Como de costumbre, los cubanos abonan en desdicha la soberbia de su líder. El “orgulloso” y sufrido pueblo cubano, en palabras de su líder que ojalá se conviertan en hechos —y no como ha sucedido tras anteriores ciclones— no quedará desatendido: el gobierno se encargará de reparar los daños, para lo que cuenta con una “reserva especial” de la que hasta hoy no se había hablado. "Una reserva que permitirá hacer frente de momento” a la emergencia, según Carlos Lage. Aunque aclara que el gobierno tiene "recursos muy limitados”. ¿Dispondrá el mandatario cubano de alguna cuenta suiza con la que reparar el país y comprar al contado en Estados Unidos?

 

Fuera del estudio, el vicepresidente Carlos Lage afirma que “ninguno de los ciclones que ha cruzado nuestro país ha producido daños económicos de la magnitud de los ocasionados por Michelle". Cosechas enteras de plátanos y cítricos arrasadas, 400.000 hectáreas de caña afectadas, 125 torres de alto voltaje derribadas. Matanzas, Villa Clara y Cienfuegos no tendrán televisión hasta el 20 de diciembre. Y un total de 45.000 casas dañadas en la Isla, de ellas, 2.000 totalmente destruidas en Matanzas.

 

En el estudio, los periodistas, como si habitaran un país televisivo que poco o nada tiene que ver con el país de verdad, desgranaban durante horas cualquier información favorable a los talibanes. No importa que los estudiantes representen lo más retrógrado, torcido y brutal de la tradición islámica. No importa que reduzcan a la mujer a menos que bestia, imperen por el terror o hayan conducido a su país a las tinieblas del Medioevo. Todo lo contrario a lo que, supuestamente, propone el “humanismo socialista”, laico y positivista. Lo único que importa es que luchan contra Estados Unidos. Mientras la Fundación Cubano-Americana, en el Miami intocado por el ciclón Michelle, se enfrasca en una colecta de medios para ayudar a la población cubana, los periodistas de la Isla dedican sus mejores energías a colectar noticias de una guerra distante.

 

Fuera del estudio, al sur de Matanzas, una familia contempla desolada las ruinas de su casa, y se pregunta si empleando como materia prima la soberbia antiimperialista de su máximo líder, y con la cooperación de los albañiles talibanes, podrá reconstruirla.

 

“Ciclones”; en: Cubaencuentro, Madrid,19 de noviembre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2001/11/19/4895.html.



Paradisos

Comentarios Enviar Print

El siglo XXI ha comenzado con cierto disloque universal. Una guerrilla trasnacional de fundamentalistas islámicos perpetra con éxito un ataque aéreo a la capital económica de Occidente. Y no al revés. Daniel Ortega, el cacique populista de Nicaragua, cambia el rojo y el negro por el rosado, se declara demócrata convencido, enrolando incluso a antiguos prisioneros de su gobierno, y quizás gane las elecciones. Fidel Castro hace votos de pacifista y partidario de un referéndum continental sobre el ALCA, aunque en tales menesteres democráticos le falte práctica. El presidente Bush pide moderación a su homólogo israelí, retirada de tropas y diálogo con los palestinos. Un militar golpista, amigo del terrorista más afamado de la Tierra antes del 11 de septiembre, se dice demócrata en Venezuela, y descendiente directo de Bolívar. Y lo más asombroso: Estados Unidos, Rusia y China, militan en el mismo bando.
Pero si algo no ha cambiado es esa manía que tenemos los humanos de inventar paraísos para después creérnoslos. Cuando se abalanzaban contra las torres gemelas, los terroristas padecían apenas una brevísima escala en su vuelo directo a los jardines del Edén, donde los esperaba una cuadrilla de huríes al pie de la escalerilla. Occidente apuesta por un Edén de supermercados y boutiques, ante la duda de que existan paraísos de rebajas. En el sur, el antiguo lujo de las catedrales, antesalas del cielo, va siendo sustituido en el imaginario popular por el lujo que rezuma borbotones el cine Made in Hollywood. El tradicional paraíso de arriba no sale nunca en la tele, y el del norte está perfectamente cartografiado. El futuro, ese paraíso positivista, es ya patrimonio de los crédulos. Y el pasado es el irreversible paraíso de los nostálgicos.
La izquierda, que en su día fraguó el paraíso proletario, lo tiene ahora más difícil. En primer lugar, porque ya no se sabe muy bien qué es la izquierda y en qué se diferencia exactamente de la derecha civilizada. Quizás, como a ciertos vinos, de la textura y el bouquet originales le queda apenas en la etiqueta una vaga referencia a la denominación de origen.
Sobre el paraíso zurdo, llamado en su día comunismo científico, se escribieron libros enteros donde se explicaban los pasos para llegar al remanso de la historia que, de ahí en adelante, por los siglos de los siglos amén, se conduciría mansamente y sin rápidos o meandros traicioneros. El modo en que viviríamos, recibiendo todo cuanto necesitáramos a cambio de lo que buenamente, y sin agobiarnos demasiado, nos fuera dado trabajar. La democracia telepática, la longevidad generosa, la juventud entusiasta, pero respetuosa de sus mayores. El paraíso del bolero, donde sólo existirían las penas de amor. Como literatura, Ray Bradbury ha demostrado ser más perdurable.
La izquierda que no se desparadisó tras los desafueros de Stalin, o más tarde, a la caída del muro, difícilmente asuma hoy como modelo la Rusia de Putin. China ha encontrado su sitio entre la dinastía manchú y Adam Smith, y el olorcillo que desprende no es precisamente incienso y mirra. Vietnam fabrica demasiados muñequitos para McDonald’s. Corea del Norte (el único norte para donde no quieren irse los del sur), posee ya su certificado de defunción, debidamente firmado y timbrado por la otra Corea. Aunque el entierro se demore por razones estrictamente personales.
Pero a la izquierda le queda una tierra de promisión, un paraíso no tan santo como debería, pero más visitable que los otros. Y lo que es mejor: interpretable. A la izquierda le queda Cuba. Cuba la tropical, numantina, rumbera, heroica y tan antiimperialista que se ha anexado la Florida y ha convertido el dólar en moneda nacional. La Cuba del turismo político de los que van. La del anti turismo de los que se van.
Ya no es Cuba la del socialismo con rostro humano que visitaron surrealistas y existencialistas en los 60. Tampoco es, como en los 70 y los 80, el país del Este que quedaba al Oeste. Ahora es un Jurassic Park de la política que muchos progres ansían visitar antes que se extinga. Aunque otros ni mencionan esa posibilidad. Bastantes socialismos han ingresado ya en el libro rojo de la historia. Unos, los menos, la defienden en bloque como proyecto viable (como veis, existe), Fidel Castro incluido. Otros, los más, defienden una suerte de modelo de contornos ambiguos, cuya florescencia (¿fluorescencia?) plena ha sido truncada por el embargo norteamericano, causa y razón de todos los desastres insulares. Y todos, sin excepción, promueven un turismo político a la Isla, del que regresan decepcionados ó encandilados, según la fortaleza de su fe y el grado de dioptrías que padezcan.
El Pla Jove valenciano, por ejemplo, promueve con idéntico fervor cursos para transexuales e intercambio de estudiantes con Cuba —confiemos que no envíen transexuales, nada gratos al machismo-leninismo de las autoridades cubanas.
Uno de los mejores ejemplos es el del joven vasco Aitor Suárez. La memoria de su viaje a la Isla fue publicada recientemente por la prensa bilbaína. Según él, «Por la mañana ayudábamos con la caña de azúcar o en los naranjales, por la tarde realizábamos excursiones o encuentros con diferentes sectores sociales». Después recorrió la Isla por su cuenta, para conocer ese «otro país, aún no viciado por el turismo y sus dólares»; descubriendo un sistema sanitario que funciona, la educación gratuita y universal, o que a pesar de la pobreza «nadie duerme en la calle». Le maravilló el nivel cultural y la generosidad de la población. Y, sobre todo, su aguante. Ejemplifica: «Aquí hay una huelga semanal de camiones y las 'amas' y 'aitas' arrasan con las estanterías de los supermercados. ¡Imagina esa situación durante cuarenta años!». Aunque reconoce que, de estar en lugar de los cubanos, él mismo se plantearía lo de emigrar a Miami. Pero lo más curioso de sus observaciones es la aportación del “sistema democrático” cubano: «Es horizontal, la elección se lleva a cabo en el barrio y no tiene nada que ver con los partidos, ni siquiera con el Comunista».
Aitor, seguramente descontento del capitalismo neoliberal y la democracia representativa que le han tocado en suerte, no sólo necesitaba imaginar un paraíso a su imagen y semejanza que le sirviese de contrapeso, sino encontrarlo. Y a fuerza de buscar, halló en Cuba prestaciones sociales, un pueblo generoso a pesar de su miseria, estoico (¿acaso le queda otro remedio, como no sea irse?, apuntó su subconsciente, pero de inmediato desechó la idea que maleaba su hipótesis de trabajo). Y, por encontrar, incluso encontró un modelo de democracia “horizontal” (todo el mundo bocabajo), y ajeno al Partido Comunista que controla en Cuba incluso el ritmo de la respiración.
No vale la pena refutar pormenorizadamente su idílica visión de esa Cuba “aún no maleada por el dólar”, de ese “buen salvaje” con estudios. Antes de emprender sus expediciones, los buscadores de paraísos adquieren en los supermercados ideológicos filtros para tamizar los sucesos a la medida de sus sueños. Dotados con una antología de la realidad, se instalan en una confortable fe inmune a la lógica, a las aplastantes cifras de esa vida sin filtrar que ocurre cada día.
Para su mal (o para su bien), tales filtros suelen expedirse con garantía limitada y fecha de caducidad marcada al dorso. Transcurrido cierto tiempo, no es inusual ver a los primos de Adán pontificando sobre el nefasto poder de las serpientes. Cuando no se colocan convenientemente en el mercado mundial de las manzanas.
“Paradisos”; en: Cubaencuentro, Madrid,9 de noviembre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/internacional/2001/11/09/4756.html.



Nuestra señora de los espías

Comentarios Enviar Print

El 11 de febrero de 1858, en las afueras de la ciudad francesa de Lourdes, región de los Altos Pirineos, cerca de la gruta de Massabielle, ocurrió la primera de las dieciséis apariciones marianas. Aunque las visitas celestiales eran en exclusiva para una joven campesina llamada Bernadette Soubiron, pronto se convirtió en un fenómeno mediático, y posteriormente sanitario, económico. De modo que hasta fines de 1998 los archivos de la Oficina Médica de Lourdes registraban 6.772 curaciones, de las que 66 han sido declaradas "milagrosas" por la Iglesia.
Sesenta kilómetros al sur de La Habana, en otra localidad también llamada Lourdes, ha funcionado durante 37 años un Centro Radioelectrónico de espionaje ruso. Lo milagroso de este suceso es que, surgido en plena era glacial de las relaciones cubano-soviéticas, tras el berrinche de Fidel Castro contra Kruschev por llevarse los misiles en 1962 sin pedirle siguiera su opinión; haya sobrevivido al desplome del campo socialista. Milagroso que perdurara tras la casi extinción de las relaciones cubano-rusas, y el fin de la guerra fría. Que se mantuviera en activo durante la Era Yeltsin. Y, más milagroso aún, que sea el antiguo KGB Vladimir Putin quien le dé el tiro de gracia.
El cierre de la estación anunciado por los rusos fue intempestivo y tomó por sorpresa a La Habana, dado que se encontraban en esos momentos en conversaciones sobre el destino de la base y la exigencia de los eslavos de disminuir drásticamente los US$200 millones anuales de arrendamiento. Claro que la prisa de Putin se debía al deseo de anunciar en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) de Shanghai dos obsequios para sus nuevos aliados norteamericanos: el desmantelamiento de la base vietnamita de Cam Ranh, y del Centro de espionaje Radioelectrónico en Cuba. Y lo anunciaron.
Putin se refirió al "mundo rápidamente cambiante'' y a las nuevas "prioridades'': la lucha contra el terrorismo internacional —donde incluye a sus secesionistas chechenos—. Claro que el señor Fidel Castro no parece dispuesto a asumir los cambios de este mundo, y sus prioridades son las mismas de siempre. Habló también el presidente ruso de la base cubana como “tarea secundaria”, cosa que desde Kruschev siempre duele al mandatario cubano quien, según Putin, "ha sido informado de ello''. Informado no significa consultado. Cómo le dolería que el presidente norteamericano afirmara al respecto que esta “es otra indicación de que la Guerra fría terminó. El presidente Putin entiende que Rusia y Estados Unidos ya no son adversarios''.
La reacción del gobierno cubano ha sido inmediata y virulenta, subrayando en su declaración oficial del 17 de octubre que:
1-A diferencia de Cuba, Vietnam es un país que no corre riesgos de agresión por Estados Unidos, país con el que mantiene relaciones normales.
2-“A pesar de incumplimientos flagrantes de acuerdos, daños económicos y riesgos para Cuba”, el gobierno accedió a la permanencia del centro de Lourdes. Los 200 millones de arrendamiento —fueron 90 en 1992, 160 entre el 93 y el 95, y 200 desde 1996—no son ni el 3% del daño ocasionado a Cuba por la desintegración del campo socialista y “la anulación unilateral de todos los convenios”.
3-“Cuba se beneficiaba con parte de la información adquirida, relativa a la seguridad de nuestra Patria”.
4-Las presiones rusas para rebajar el precio de arrendamiento eran “algo habitual cada año en los análisis de los incumplimientos reiterados de las obligaciones por la parte rusa”. Aunque de un tiempo a esta parte se habían producido “exigencias injustificables y exageradas de reducir el pago de los servicios, dada la triplicación del precio del combustible, principal producto de exportación de Rusia, y la evidente mejora de su economía, que se expresaba, entre otros hechos, en que las reservas crecieron de aproximadamente 12 mil millones a más de 30 mil millones”.
5-Este “sería el momento más inoportuno” para desmantelar el centro de espionaje, dada “la política agresiva y belicista del gobierno de Estados Unidos”, de modo que “muchos países están amenazados”. Siendo esto “un mensaje y una concesión al gobierno de Estados Unidos que constituía un grave peligro para la seguridad de Cuba”.
6-Asegura que “el acuerdo sobre el Centro Radioelectrónico de Lourdes no está cancelado, ya que Cuba no ha dado su aprobación, y resultará necesario que Rusia continúe negociando con el Gobierno cubano”.
Una prueba de que al gobierno cubano no le es ajeno el sentido del humor, es la tesis de que quizás Putin “debido al cambio-horario, no tuvo oportunidad de recibir a tiempo nuestros (...) argumentos”, o que Cuba mantiene un gran respeto por Rusia y se abstiene de hacer cualquier crítica.
Algo que la declaración cubana no explica es por qué Vietnam, el país que ha sostenido con Estados Unidos la guerra más larga y sangrienta, mantiene hoy relaciones normales con ese país. O por qué el Vietnam devastado hace veinte años, presta hoy ayuda económica a Cuba. Tampoco se menciona, cuando se habla de “incumplimientos flagrantes de acuerdos” por parte de los rusos, o cuantiosos daños como consecuencia de la desintegración del campo socialista, que Cuba debe a Rusia 20.000 millones de dólares, deuda que al parecer ha apuntado en el hielo. Aunque se afirma que Cuba se beneficiaba de información obtenida por los rusos (lo que nos permite matizar la casi-afirmación cubana de que mantener la base era un evento solidario), no se dice con quién la compartía, a cambio de qué o a quién se la vendía.
Recordar precisamente ahora la mejoría de la economía rusa, es cuando menos sorpresivo para el lector cubano. Los crédulos lectores de Granma, en los últimos 10 años, sólo han recibido noticias de que Rusia y sus antiguos socios del Este se han hundido en la miseria y la desesperación.
Cuando la declaración cubana afirma que éste “sería el momento más inoportuno” para desmantelar el centro, al estar Cuba casi a punto de ser invadida, ni se le ocurre que puede ser el momento más oportuno para Rusia, cuya cancillería acaba de afirmar: "Es evidente que nosotros esperamos medidas recíprocas. Los centros de inteligencia electrónicos estadounidenses creados en el período de la Guerra Fría continúan sus actividades en países vecinos de Rusia''. Tal como afirmó el 18 de octubre en la televisión rusa el Teniente General (retirado) Nicolai Leonov, ex jefe de la dirección de análisis de la Inteligencia soviética, “los ucranianos lanzaron un cohete contra nuestro TU-154 y los norteamericanos fueron los primeros en detectar que fue tumbado por un cohete”. Demostrando que para Rusia es más importante el cese del espionaje norteamericano que su base cubana.
La declaración gubernamental cubana tampoco esclarece por qué el país se encuentra entre los que dan cobijo al terrorismo. Podría deberse a la presencia en la Isla de especialistas en demolición del IRA, narcoguerrilleros colombianos, y tiradores a la nuca pertenecientes a ETA. Aún así, difícilmente Cuba sea atacada. Claro que no sorprende a nadie la viaja táctica de “ahí viene el lobo” de cara al mercado interno. Es una técnica que ya practicaban los pastores del Viejo Testamento para evitar la desbandada de sus ovejas.
Lo que sí necesita desesperadamente La Habana, en un momento en que peligran las remesas de los exiliados, son esos 200 millones.
Por último, es risible que La Habana declare nula la decisión rusa hasta tanto no negocien con ellos, cuando los rusos pueden, simplemente, recoger sus maletas y dejarles de recuerdo un mausoleo al espionaje del siglo XX.
El exilio cubano ha reaccionado de dos modos diametralmente opuestos, pero igualmente erróneos a la noticia: Una parte subraya que el cierre de la estación "no aminora el peligro de Fidel Castro". La otra, augura que este hecho contribuirá a normalizar las relaciones de La Habana con Washington. Ni la una ni la otra. A pesar de su política de beligerancia retórica (dirigida básicamente al lector doméstico), Cuba no constituye un peligro para Estados Unidos. Tampoco se producirá ningún cambio como consecuencia. La razón es sencilla: el señor Fidel Castro necesita la beligerancia para justificar la desastrosa realidad cubana, y para concitar la cada vez más escasa y nostálgica solidaridad internacional. El destino de sus súbditos es secundario. Su papel de agitador local es cada vez más exiguo. Y sin poderosos aliados, su capacidad económico-militar de fomentar la subversión o mantener guerras externas es, simplemente, nula.
Pero bien podría el mandatario cubano aprovechar las ruinas de Lourdes, e instaurar un centro de peregrinaje y descanso para los espías del planeta, con jacuzzi y conferencias de terroristas vascos, colombianos o irlandeses. En definitiva, la Lourdes gala, con menos de 20.000 habitantes, algunos milagros y mucho marketing, se ha convertido en la segunda ciudad hotelera de Francia, con un total de 278 instalaciones. Ahora que decae el turismo de sol y playa, puede que San Dzerzinsky lo salve de la ruina.
“La virgen de los espías”; en: Cubaencuentro, Madrid,24 de octubre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/internacional/2001/10/24/4467.html.



Período especial en tiempos de guerra

Comentarios Enviar Print

En 1990, ante la inminente desintegración de la Unión Soviética, se habló por primera vez del "Período Especial en Tiempos de Paz", eufemismo para nombrar la crisis más profunda en la historia de Cuba, que se haría realidad meses más tarde. La denominación es de una ambigüedad digna de la mejor literatura: período de duración indeterminada, especial quién sabe por qué, y los “tiempos de paz” muy relativos, dado que la supervivencia del poder en Cuba está íntimamente ligada a la beligerancia perpetua. La culpa de todos nuestros males, que hasta entonces detentara en exclusiva el Imperialismo Yanqui, fue repartida equitativamente, abonando sus cuotas a Rusia y al antiguo campo socialista.
Es ya una tradición en la Cuba socialista y tropical que desde el anuncio de una exitosa cosecha en el noticiero hasta su aparición en el mercado transcurre un período entre largo e infinito. Las consecuencias del anunciado período especial, en cambio, fueron inmediatas: drástica disminución del transporte público, reducción o eliminación de todo combustible, cierre de empresas y masificación del paro, cortes de electricidad que alcanzaron ritmos de 8 por 8 horas, paralización de las construcciones sociales y de infraestructura, reducción del suministro alimentario a 0,4 kg por día por habitante (sólo 27 g ricos en proteína); enfermedades propiciadas por avitaminosis y aproteinosis, como neuritis y beriberi, agravadas por la falta de medicamentos. Se esfumaron las malangas de Moldavia y las yucas de Cracovia. El peso disminuyó entre 50 y 100 veces su poder adquisitivo en apenas unos meses.
En breve, la crisis, entronizada ya como modus vivendi, fue mutando hasta crisis de valores: se multiplicó geométricamente la prostitución, creció la delincuencia, la malversación y la economía subterránea. El mercado negro ocupó el lugar del mercado y se hizo realidad lo que algún cubano bautizó como “La Era de las Tres R" (Resistir, Robar o Remar). Dado que el trabajo (salvo excepciones) dejó de ser una vía digna y segura de subsistencia, se instauró una nueva picaresca de la supervivencia (to have dollars or not to be). Los padres aspiraron a un título universitario; los hijos, a ser camareros para agenciarse unos verdes de propina. O echarse al mar en una balsa, hacia el Miami Paradise (si los tiburones del Canal no se interponen). Sin otra solución para rebasar la crisis que las continuas apelaciones al "espíritu de resistencia", más que el jabón o los frijoles, el artículo más deficitario en la Isla de ese “Período Especial en tiempos de paz”, es la esperanza.
Una década más tarde el país se ha integrado por fuerza a los mecanismos de la economía mundial, tendiendo una alfombra roja al inversionista foráneo. Florecen empresas y chiringuitos mixtos, se ha estabilizado la inflación (22 patriotas criollos para comprar un Washington) y una nueva clase se codea en los selectos predios de la noche habanera con el cuerpo diplomático y la aristocracia del poder: los empresarios extranjeros. Los renglones tradicionales permanecen estáticos o, en el caso del azúcar, tienden a alcanzar niveles del siglo XIX. La economía ha comenzado a mostrar pequeños índices de crecimiento que permitirían, en algo más de una década, recuperar los niveles de 1989. El favorable convenio energético con Venezuela conjura por ahora los apagones. Y la Isla olvida sus sueños de industrialización para convertirse en un país de servicios, aunque ello a su vez sirva de estímulo a las producciones locales, sobre todo en la industria ligera y la alimentaria.
El turismo, con 1.800.000 visitantes el año pasado, se ha convertido en el principal ingreso de Cuba (2.000 millones de dólares brutos, de los 5.000 millones que obtiene el país de sus exportaciones, en cifras ofrecidas por el diario El País), seguido por las remesas monetarias del exilio (1.000 millones de dólares al año), la fuerza de trabajo cubana más rentable para las autoridades, que recaudan el impuesto del amor familiar, sin necesidad de ofrecer ninguna prestación a cambio. En lo esencial, las garantías sociales emblemáticas se mantienen, aunque mutiladas por la escasez de recursos. Crece a buen ritmo la emigración, y el país sufre una sangría de mano de obra altamente calificada.
La urgente reforma de la economía cubana, otorgando a los nacionales espacios, un marco legal y estímulos para la creación de riqueza, ha sido suplantada por tímidos (y reversibles) retoques cosméticos, destinados a instaurar un capitalismo para extranjeros que subvencione el socialismo para cubanos, cuya libertad económica podría ser el preludio de otras libertades.
Si un cubano no forma parte de la reducida cúpula, o del selecto clan de profesionales, funcionarios y artistas que cobrar en dólares; si aspira al privilegio de comer dos veces al día, vestirse, calzarse y evitar que el techo de la casa le caiga en la cabeza, deberá optar por uno o más de los siguientes caminos:
1- (Sobre)vivir de la solidaridad familiar.
2- Agenciarse un puesto de trabajo que lo aproxime al dólar (turismo, empresas mixtas).
3- Dedicarse a actividades paralegales (trapicheo, bolsa negra, grabación de CD piratas, alquiler de ejemplares de la revista Hola) o francamente ilegales (prostitución y proxenetismo, robo, extorsión, tráfico de drogas).
4- Remar (bien sea por vía marítima o aérea).
El país se ha abierto al mundo, pero no a sus ciudadanos. Y como consecuencia, más de la mitad de la economía —turismo, remesas— dependen de factores externos e incontrolables para el Estado cubano —afluencia de turistas, altruismo y solvencia económica del exilio—. En estas circunstancias, tiene lugar la Primera Guerra Mundial contra el Terrorismo, y su batalla inicial en Afganistán. Los resultados inmediatos en Estados Unidos han sido masivos despidos en las compañías aéreas y otras relacionadas con el turismo, inestabilidad o francos baches financieros, y la previsión de futuros recortes de plantilla en diferentes sectores.
Esto inaugura en Cuba el Período Especial en Tiempos de Guerra, cuyos efectos ya han empezado a sentirse en el sector turístico. Durante la primera quincena de octubre la afluencia ha descendido un 10%, y se teme que la cifra pueda llegar al 25%, haciendo casi imposible alcanzar este año los 2.000.000 de visitantes previstos. El Hotel Capri ha aprovechado la inesperada temporada baja para cerrar por reformas. El Hotel Cohíba ha cerrado 11 plantas y enviado a casa a 200 trabajadores. Las paladares de la ciudad confiesan descensos del 30% de las ventas, según algunas fuentes, y se nota el bajón entre taxistas, arrendadores de viviendas, jineteras y vendedores de suvenires. Aún así, La Habana ha sufrido menos el reciente miedo a viajar que los polos de Varadero y los Cayos.
Cien mil cubanos trabajan en el turismo, obteniendo entre 5 y 10 dólares diarios por concepto de propinas. Otros 50.000 dependen (legal o ilegalmente) del turista. Si consideramos a sus familiares cercanos, serían entre 500.000 y 700.000 los cubanos cuya supervivencia depende directamente del sector. De ser enviados a casa una parte de esos trabajadores, devengando el 60% de su salario en pesos, ello significaría (para un trabajador que gane 300 pesos y reciba US$7,50 de propina al día) una reducción efectiva del 95% de sus ingresos.
Un segundo factor a considerar en este Período Especial en Tiempos de Guerra son las remesas familiares, procedentes, en primer lugar, de Estados Unidos. Al parón en su crecimiento que ya venía sufriendo la economía norteamericana, se suman ahora las consecuencias directas de las acciones terroristas y la guerra. Ello puede afectar, y de hecho ya está afectando, la economía de los cubanoamericanos, reduciendo su capacidad objetiva de mantener al mismo nivel las remesas familiares. A lo que se suma la afectación subjetiva: ante anuncios de crisis o barruntos de depresión, aumenta la tendencia ahorradora y disminuye el gasto. Uno de los renglones que pueden sufrir recortes son las remesas, presuntamente vitalicias, sobre las que descansa la supervivencia de muchas familias cubanas, condenadas a no invertir (legalmente) ese dinero en actividades empresariales que les emancipen económicamente.
Si son correctos los estimados, más de 1.000.000 de familias se benefician directamente de esas remesas, bien sea en dinero o en especias. A lo que se añade un efecto multiplicador: tanto ellos como los que dependen del turismo, constituyen, a su vez, la más importante fuente de ingresos para la economía sumergida. Un drástico descenso de estos dos modus vivendi, bien podría afectar a casi toda la población cubana. Máxime en zonas fuera de la capital, donde algunos hoteles y el exilio son las dos únicas aportaciones de divisas a la circulación local.
Un país drásticamente endeudado, ajeno a los organismos crediticios internacionales y sin fuentes de ayuda o financiación externa, debería aprovechar esta amenaza de quiebra para replantearse los términos de su política económica. Puede que la reacción de las autoridades cubanas sean nuevas exhortaciones al sacrificio, mesas redondas, acusaciones a la Mafia tacaña de Miami o a los turimperialistas que no vienen. En cualquier caso, bien les valdría formular, aunque sólo fuera como hipótesis, si el monopolio del poder resistiría sin resquebrajarse, al mejor estilo de sus amigos asiáticos, la concesión de una dosis de libertad económica a sus ciudadanos. Abrirse al mundo sin antes abrirse a sus propios ciudadanos no es (ni siquiera) una apertura de inspiración china. Es sólo un cuento chino.
“Período especial en tiempos de guerra”; en: Cubaencuentro, Madrid,22 de octubre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/economia/2001/10/22/4415.html.