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Habanerías

Educación política

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Decir mentiras es cosa muy fea, suelen afirmar padres y maestros. Y seguramente no faltó algún jesuita que se lo repitiera al señor Fidel Castro durante sus ya lejanos años formativos. Muy hondo caló la frase en su conciencia. La recordó seguramente tras una conversación confidencial, el 19 de marzo pasado, con el presidente mexicano Fox, quien le solicitaba visita corta y abstenerse de insultos en su viaje a la reunión de Monterrey. La recordó al concluir su discurso en la reunión con las palabras: “Les ruego a todos me excusen que no pueda continuar acompañándolos debido a una situación especial creada por mi participación en esta Cumbre, y me vea obligado a regresar de inmediato a mi país”. Tenía que decir la verdad, como le enseñaron los jesuitas, y “No podía decir menos, ni decirlo con más cuidado”, afirmaría recientemente en un show televisivo el mandatario cubano. Tanto cuidado, que de inmediato el suceso acaparó el interés de los medios, opacando debates más serios, y la prensa acosó a las autoridades cubanas y mexicanas en busca de una respuesta. Tanto Fox como Castañeda llegaron a afirmar que no se había ejercido ninguna presión que justificara la estrepitosa salida del dictador cubano.

 

En contra de los principios que le inculcaron los jesuitas, FC guardó la verdad mientras los funcionarios mexicanos mentían a la prensa; amenazó con revelarla pero no lo hizo; hasta que, tras la votación mexicana en Ginebra apoyando la moción uruguaya, el mandatario cubano no pudo más con los cargos de conciencia y reveló al mundo su conversación con Fox. Una conversación donde:

 

1-El propio FC garantizaba que el diálogo sería privado.

 

2-Que iría a la conferencia con espíritu constructivo, “a cooperar en el éxito de la conferencia” y a cooperar con Fox.

 

3-Que diría su “verdad con decencia y con la elegancia necesaria. No albergue el menor temor, que no voy a soltar ninguna bomba allí”.

 

4-Amenaza con armar “un escándalo mundial, si realmente ahora me dicen a mí que no vaya”.

 

5-Agradece a Fox haber “pensado en una fórmula decorosa, en que yo esté allí a la hora, escuche al Secretario General de las Naciones Unidas”.

 

Y 6- Pacta con Fox “quedar con ese acuerdo y quedamos amigos, como amigos y caballeros”.

 

Llama la atención en ese diálogo la prepotencia, las amenazas y el chantaje que rezuman las palabras de FC hacia “su amigo” Fox, así como la noción de su propia importancia en el planeta, al pensar que su no participación sería un escándalo mundial. Al mejor estilo de El Padrino (I parte) Don Corleone subraya, humillante, que está haciendo un favor a su colega. Y, por otro lado, la incómoda posición de Fox, quien para complacer al presidente Bush y evitarse dificultades con su primer socio comercial y vecino, limita la participación de un mandatario extranjero en una reunión internacional a la que éste ha sido invitado por la ONU.

 

Más tarde se verá que FC tiene un extraño modo de respetar la privacidad, un concepto muy personal del “espíritu constructivo”, de la decencia y la elegancia y, más aun, un curioso concepto de la caballerosidad y la amistad.

 

¿Hicieron mal Fox y Castañeda al mentir sobre las presuntas presiones a FC? Desde el punto de vista ético, sí. Y tendrán que responder por sus palabras en una sociedad abierta y plural, donde la ciudadanía y la oposición están en el derecho constitucional de cuestionar a sus mandatarios. Desde el punto de vista político, hicieron lo único que les era dado hacer. Mentir, confiando en que FC cumpliría su palabra. ¿Hicieron mal al votar la moción uruguaya en Ginebra, aun conociendo las amenazas provenientes de La Habana? Para el feliz curso de sus carreras políticas, sí. En conciencia, seguramente no: arriesgaron su probidad política para ejercer la defensa de valores hoy universales, los derechos humanos. Actitud que los honra.

 

¿Es triste que el presidente democráticamente electo de un país soberano acepte las presiones del vecino poderoso, en aras de conservar las mejores relaciones políticas y económicas? Es triste, pero comprensible, en la medida que una lesión en el orgullo de los gobernantes se traduce en beneficios económicos para los gobernados.

 

¿Es triste que el dictador de un país soberano no acepte ningún tipo de presiones, ni siquiera en aras de conservar las mejores relaciones políticas y económicas? Es más triste aún esta discutible “honra”, en la que el orgullo de los gobernantes bien vale el sacrificio y la miseria de los gobernados. Razón por la que resulta cínica la frase de FC en su reciente show para “desenmascarar” a Fox: “Los pueblos no son masas despreciables a las que se puede engañar y gobernar sin ética, pudor ni respeto alguno”. Sobre todo tomando en cuenta que el primer respeto hacia los gobernados es el respeto a su libertad, a su derecho a expresarse sin temor a represalias, a actuar de acuerdo a sus convicciones y elegir a quienes deberán representarlos. Algo que afirmó el propio Fidel Castro: “Nosotros proporcionamos justicia social y resolvemos los sustanciales problemas sociales de todos los cubanos en un clima de libertad, de respeto a los derechos individuales, de libertad de prensa y pensamiento, de democracia, de libertad para elegir su propio Gobierno” (Claro que eso lo dijo en La Habana, pero en 1959).

 

Uno mintió como ejercicio político. El otro arrojó la verdad como instrumento de venganza. Cada cual votará por la gravedad de cada culpa.

 

En este caso, FC aduce que estaba éticamente obligado a revelar la verdad. Lo que no nos explica es por qué en 1981, durante los felices tiempos de la dictacracia priísta, cuando el entonces presidente Ronald Reagan amenazó boicotear la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno Norte-Sur que tendría lugar en México, FC aceptó en silencio no participar, a pedido de su amigo José López Portillo (¿no fue ése el autor de la masacre de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas?), quien le invitó a unos días de asueto en Cozumel como desagravio. ¿Por qué entonces no hubo escándalo internacional ni resplandeció la verdad?

Ciertamente, aunque les pese a padres y maestros, en política no escasean las mentiras. Y no es raro que el político sea un especialista en prometer lo imposible para más tarde incumplir incluso lo posible. No escasean los muertos en el armario, las conversaciones secretas y las cartas impublicables. ¿Cuál habría sido la reacción de FC si Nikita Kruschev, durante la Crisis de Octubre, escandalizado por la carta donde el mandatario cubano le pedía adelantarse a los norteamericanos y lanzar la bomba atómica, la hubiera publicado? ¿Cómo habría sentado a los que entonces veían en Cuba “el socialismo de rostro humano”, que el líder estaba dispuesto a inmolar a su propio pueblo en un ejercicio de egolatría y soberbia, que dejaría a seis millones de cubanos sin rostro, ni socialista ni capitalista ni todo lo contrario?
Llama la atención que el señor Fidel Castro, indignado hoy por las mentiras que a diestra y siniestra emitían los dirigentes mexicanos, haya dicho alguna vez que “la ideología del 26 Julio es la ideología de un sistema de justicia social dentro el concepto más ancho de democracia, de libertad y de derechos humanos” (La Habana, febrero de 1959), y que no se trataba de un movimiento comunista, ya que difería básicamente del comunismo en una serie de puntos básicos. Por entonces, se refería a la anulación de los partidos políticos en Cuba como una medida temporal, y no como una anulación permanente (Caracas, 1959) y prometía que “La próxima cosa serán elecciones generales. Yo creo que con la Constitución de 1940.Porque en cualquier lugar donde el Gobierno desea permanecer por un período largo sin elecciones libres, porque no cuentan con el apoyo de la gente, ellos empiezan a hacer inventos, planeando vías para permanecer un montón de tiempo, y nosotros no estamos en ese caso” (La Habana, 1959). Algo que ya había explicado en Santiago de Cuba el 3 de enero: “Esa es la razón por la quelas gobiernos constitucionales tienen un período de mandato fijo. Si son malos, pueden ser desalojados por el pueblo, que puede votar por un gobierno mejor”. 

Claro que pueden no ser mentiras rotundas, sino apenas lapsus de su memoria, que regresa continuamente a la infancia de la Revolución y recuerda con toda exactitud la más pequeña batallita de la Sierra Maestra.

 

Durante aquellos lejanos tiempos en que aún FC no padecía esta repentina propensión a la verdad revelada, proponía en Caracas (1959) convertir en democracias a todos los países iberoamericanos, eliminar las dictaduras del continente y lanzar un programa de pasaporte común, mercado común y más participación en los asuntos internacionales. Algo así como el ALCA, pero encabezado por Fidel Castro. Y aún más, sus votos democráticos le llevaron a afirmar: “No es posible, para los representantes de las democráticas Venezuela y Cuba escuchar los discursos en que Trujillo habla de libertad y dignidad humana. Cuba (propone) a la OEA la necesidad de quitar a los representantes de las dictaduras o retirarlos de esta organización. Nosotros hemos barrido Cuba (...) y tenemos la determinación de no permitir nunca más una nueva dictadura (Caracas, 1959).

 

¿Comprenderá el señor Fidel Castro que su dictadura repugne hoy en el continente con idéntica intensidad? ¿Comprenderá que les resulte difícil escuchar al canciller Pérez Roque hablando de libertad y dignidad humana? ¿Comprenderá, en suma, que las democracias latinoamericanas no hacen sino atender, a 43 años de distancia, su llamamiento a aislar y excluir a la dictadura pendiente del hemisferio? ¿Le alcanzará la lucidez y su repentino amor por la verdad, para reconocer que quizás algún día, un Vargas Llosa que aún no conocemos, lo convierta en protagónico de La Fiesta del Caballo o cosa así?

 

De este suceso se desprenden algunas conclusiones tan obvias que no vale la pena formularlas, como la diferencia entre un país donde el presidente responde de sus actos y sus palabras, y otro donde cuestionar al presidente está penado por la ley, y donde cualquier noticia internacional “incómoda” es censurada.

 

Pero la mayor lección de este suceso es que en un pequeño país pobre (o empobrecido, que no es lo mismo) y endeudado, reliquia de la Guerra Fría y sin mayor ascendiente sobre los demás, no sólo se ha devaluado la moneda y la economía, la calidad del presente y las expectativas de futuro, sino que se acaba de devaluar, con carácter irreversible, la palabra dada por su presidente a un colega de un país presuntamente amigo. Y más allá de su signo, existe una complicidad gremial entre los políticos de todos los pelajes. Hay conductas de las que todo el gremio toma muy buena nota. No creo que ninguno se arriesgue, nunca más, a confiar en la palabra del señor Fidel Castro, aunque desde su tumba le aplauda el alma de su preceptor jesuita.

 

 

Abril, 2002

 



Balseros aéreos

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El 24 de diciembre de 2000, dos adolescentes cubanos, Alberto Esteban Vázquez Rodríguez y Maikel Fonseca Almira, ambos estudiantes de la escuela militar Camilo Cienfuegos, sufrieron sobre el Océano Atlántico la Nochemala de sus recién iniciadas vidas. A la 01:02 de ese día, cuando el Boeing 777 de la aerolínea British Airways, que cumplía la ruta Habana-Londres, se detuvo en la cabecera de la pista del aeropuerto José Martí, esperando para su carrera de despegue, ambos jóvenes se introdujeron en el compartimiento del tren de aterrizaje, espacio sumamente reducido. Tras sortear la vigilancia, soportaron la velocidad del despegue, que llega a 320 kilómetros por hora, y eludieron ser aplastados por el tren al subir, cuyo mecanismo hidráulico alcanza las 200 atmósferas. A 2.000 metros comenzaron a sentir los efectos de la presión, que disminuía rápidamente. A diez kilómetros sobre el nivel del mar, a la escasa presión se unió la falta de oxígeno y una temperatura exterior de 50 grados bajo cero. Pocos seres humanos, aún bien equipados, resistirían atravesar el Atlántico en esas condiciones. El cuerpo de uno de los jóvenes fue hallado en un campo cercano al aeropuerto de Londres. El segundo, fue despedido sobre la misma pista. Los exámenes forenses concluyeron que ambos ya habían muerto antes de caer.

 

La televisión cubana culpó a la Ley de Ajuste, y en especial a Juan A. Rodríguez Jústiz, abuelo de Alberto, y residente en Estados Unidos, quien al mostrarles el “american way of life”, sembró en sus mentes la idea de esa fuga suicida. Ni una palabra sobre la crisis perpetua y la falta de expectativas que adolecen los ciudadanos de la Isla. Ese es, al parecer, un factor insustancial.

 

Alberto Esteban y Maikel no han sido los primeros, pero sí los últimos en intentar convertirse en balseros aéreos, casi siempre con dramáticos resultados.

 

La palabra “balsero” ya ha pasado al diccionario universal del siglo XX. Y cuando se pronuncia, indefectiblemente se piensa en Cuba. Desde 1959 a la fecha, cientos de miles de cubanos se han echado al mar en busca de una costa más acogedora. La avalancha del Mariel, o las imágenes escalofriantes de 1994, cuando los navegantes improvisados zarpaban en cuanta cosa flotara, acuden de inmediato a la memoria.

 

Pero hay un tipo de balsero —si por ello se entiende al interesado en alcanzar otras costas sorteando las trabas institucionales cubanas, y la reticencia de las embajadas extranjeras para conceder un visado— más sofisticado: el balsero aéreo.

 

Balseros aéreos son los (las) jinetera(o)s que consiguen su balsa matrimonial para emigrar —al respecto, recomiendo la página http://www.maensl.com/cuba/tramites_protocolo.htm, “Protocolo para casarse con una cubana / no (Paso a paso)”—. Balseros aéreos son los que conciertan matrimonios migratorios, pagaderos al contado. Los que han desviado aeronaves hacia aeropuertos “enemigos”. Los funcionarios que olvidaron el billete de regreso. Los que en cierta época aprovechaban la no exigencia de visado a los cubanos por parte de las autoridades suecas, y trocaron por nieve el sol inclemente de la Isla. Las decenas de miles que tras una visita familiar decidieron quedarse de visita para siempre. Y hasta ahora, todos los que conseguían un billete a cualquier sitio, siempre que hiciese escala en el aeropuerto de Barajas.

 

En 1999, 178 cubanos solicitaron asilo en el aeropuerto de Madrid. En 2000, se cuadruplicó la cifra, hasta 801. En 2001, unos 3.000 lograron quedarse en España por la misma vía. De las 3.273 solicitudes de asilo que tramitó el año pasado la comisaría de Barajas, el 90% fueron presentadas por cubanos en escala hacia Moscú, según estimaciones de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Sólo en los dos primeros meses de 2002, la cifra de embarajados ascendió a 709. 1.715 solicitudes de asilo desde septiembre hasta enero de 2002. El día 14 de marzo, 49 cubanos, llegados en dos vuelos, pidieron asilo, con lo que ascienden a 282 en una semana las peticiones de asilo, de los que 182 han logrado su "permiso de entrada", un documento que les permite ingresar en territorio español.

 

Como en su día la popularidad de Suecia, el boom Barajas responde a una grieta oportuna. Según un antiguo convenio entre la URSS y Cuba, los cubanos no necesitan un visado para viajar a Rusia, sólo una carta de invitación de un nativo de ese país. Por lo general se trata de rusas residentes en Cuba, casadas con cubanos que estudiaron allí, quienes invitan a todos cuantos deseen conocer la Plaza Roja, por 20 módicos dólares. Quien cobra a precio de bolsa roja es el Estado cubano: 100 dólares por legalizar la carta, 50 por el pasaporte y 150 por el permiso de salida (la conocida tarjeta blanca, que recuerda la carta de libertad que se otorgaba a los esclavos en el siglo XIX). Quienes aspiran a embarajarse, adquieren entonces un pasaje Habana-Madrid-Moscú-Madrid-Habana, y se quedan sin conocer la momia de Lenin, porque al trasbordar al vuelo de Aeroflot, solicitan asilo.

 

España, por lo general, no concede el asilo. La Dirección General de Asilo y Refugio, dependiente de la Delegación del Gobierno para la Extranjería, suele rechazar su petición —de acuerdo a las convenciones internacionales, carecen de pruebas que les permitan demostrar su condición de perseguidos—. En su lugar, se les otorga asilo humanitario, una figura contemplada por el artículo 25.4 de la Ley de Extranjería.

 

El estatuto de asilo humanitario, que abarca a personas cuyos países se hallan en una situación económica de emergencia, les da un plazo de 60 días para encontrar un trabajo y regularizar su situación. En caso contrario, deberán abandonar el país.

 

En la práctica, ni un solo cubano ha sido deportado. Aún así, este documento no les permite regularizar su situación, otorgándoles el derecho a vivir como ilegales o, en palabras del Colegio de Abogados de Madrid, “les dejan en una enorme indefensión”. Están introduciendo irregulares con el consentimiento del Ministerio del Interior”, señala Sebastián Sánchez, del turno de Extranjería del Colegio de Abogados de Madrid. Al no tener visado de residencia, los cubanos deberían solicitar exención de visado. Si se lo concedieran, en un mes tendrían que presentar una oferta de empleo, un certificado de que no hay trabajadores europeos o extranjeros residentes que solicitan ese empleo, y con ello solicitar permiso de residencia y trabajo. Para obtener sólo residencia, deberán tener una cuenta bancaria ascendente a unos 21.500 euros. Para todo ello disponen de tres meses. Si lo consiguen en un año es tiempo récord.

 

Una situación que podría estallar a mediano plazo. Por el limbo legal en que se encuentran los cubanos, y por las reacciones de otros colectivos de inmigrantes, quienes opinan que la discriminación positiva que se dispensa a los cubanos debería hacerse extensiva a inmigrantes de otros países. Yolanda Villavicencio, de la asociación colombiana Aesco, opina que “existe una utilización política, en el sentido de que los cubanos vienen de un país con un régimen no apreciado por el Gobierno español”. Por su parte, según el diario El País, al portavoz de la embajada de Cuba la avalancha de compatriotas no le preocupa. “Lo que está sucediendo es responsabilidad del Gobierno español”, concluye.

 

Se sospecha, aunque nadie sabe cuándo ni cómo, que el Ministerio del Interior implementará procedimientos extraordinarios para legalizar a esos inmigrantes. Los cubanos aún distan de ser una presencia importante en el país. Y, al parecer, España sigue interesada en que así sea. Lo cierto es que, como respuesta a la avalancha de balseros aéreos, el pasado día 15 activó un visado de tránsito que deberán solicitar en La Habana los presuntos visitantes de Lenin y otros cubanos que hagan escala en Madrid.

 

A los consulados cubanos sólo le interesan sus ciudadanos en el exterior cuando se trata de cobrarles una tasa consular. Como de costumbre, la culpa siempre la tiene otro. Ciertamente, la motivación fundamental de este éxodo es económica. No obstante, es el propio gobierno cubano quien marca a su emigración como política; aunque más tarde, una vez consumada, le exija autorreconocerse como una simple legión de espaldas mojadas. Basta ver el desprecio con que las autoridades consulares en Madrid se desentienden del destino de esa “escoria apátrida”, que sólo transitará a emigración cuando comience a enviar sus remesas en euros.

 

El gobierno español, que reconoce la situación excepcional en que viven los ciudadanos cubanos, así como los fuertes vínculos entre ambos pueblos, no está en condiciones de repatriar simplemente a quienes llegan a Barajas. Pero tampoco desea irritar a los mandatarios de la Isla—donde España es el segundo inversionista—ni suscitar una avalancha migratoria que podría incluso ser manipulada desde La Habana como un instrumento de disuasión política —no sería la primera vez—. De modo que aplica la política del sí, pero no. E instituye el visado de tránsito, posiblemente como un mecanismo para “filtrar” esa inmigración, sin verse obligada más tarde a repatriarla.

 

El destino de los hombres y mujeres cubanos es asunto exclusivamente nuestro. Ningún gobierno priorizará nuestros intereses, salvo que coincidan con los suyos. Y mucho menos, el gobierno que dice representarnos.

 

“Balseros aéreos”; en: Cubaencuentro, Madrid, 22 de marzo, 2002. http://www.cubaencuentro.com/internacional/2002/03/22/6951.html.



Los de afuera (vistos desde adentro)

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Los cubanos de afuera no seremos coroneles (alguno habrá) pero sí tenemos quien nos escriba. Se trata de los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, que nos han dedicado toda una sección, “Cubanos en el Exterior”, en su página oficial

 

Bajo el subtítulo “Algunas características de la emigración cubana”, se nos cuenta que “el término emigración cubana es cambiante”. Si al principio fueron terratenientes y batistianos, “al paso de los años esa emigración fue incluyendo en su seno a otros sectores sociales producto de distintas razones”. Claro que no se especifica ninguna de las “distintas razones” por las que un tornero, un campesino, o la peluquera de la esquina, deciden abandonar el paraíso de los trabajadores para entregarse a la explotación inicua del capitalismo. Recuerda el documento a los 125.000 marielitos como “distintos” a sus predecesores, sin tampoco ahondar en las razones de esa distintitud o de su éxodo masivo.

 

Equiparan los redactores del MINREX la emigración cubana a la del resto de las naciones subdesarrolladas, aunque su propia propaganda diga exactamente lo contrario —¿será porque dado el escaso acceso a Internet, esta página está diseñada para que la lean los de afuera?—. El caso es que un mojado mexicano sólo intenta permutar una explotación inicua a diez centavos la hora, por otra igualmente feroz, pero a diez dólares la hora. El cubano, en cambio, abandona el paraíso especialmente diseñado para él, y se marcha al infierno. Al de Chihuahua nadie le expropia la casa y los bienes por cruzar el río, no lo expulsan del trabajo aunque manifieste su intención de mojarse, tiene derecho al voto por correo en su país de origen, así resida en Alaska, y jamás le exigirán un permiso de entrada o un visado para regresar a casa. Son demasiadas diferencias.

 

Por eso, cuando más adelante se nos dice que “Cuba no tiene dificultad en reconocer que sus nacionales son parte del flujo migratorio internacional en búsqueda de mejores destinos económicos”, a uno le entran ganas de exclamar: haberlo dicho antes. Antes de encarcelar a tanta gente por intento de salida ilegal. Antes de escupir, expropiar y apedrear a los que han querido abandonar la Isla (que se vaya la escoria), antes de poner en práctica el vejatorio “permiso de salida”, hundir un remolcador lleno de mujeres y niños, prohibir la correspondencia entre padres e hijos si uno de los dos ha emigrado en busca de “mejores destinos económicos”. Y por eso también se invita desde el MINREX a “los residentes en Estados Unidos” a abandonar “a cambio” (¿a cambio de qué? ¿de las palizas, las humillaciones y el secuestro de sus bienes?) “la falsa imagen de que son un supuesto exilio político, para reconocer con valor que son otra minoría inmigrante en la primera economía mundial”.

 

De hecho, es muy probable que el 90% de la diáspora cubana no tuviera ninguna intención de constituirse en exilio político. Simplemente, buscaban libertades, sustento digno, una tierra de promisión. Pero las autoridades cubanas, al satanizar toda emigración, al castigar con extremo rigor todo intento de fuga, al despojar de sus bienes a quien osara escapar —el reparto del botín arrebatado al enemigo en fuga ha sido práctica común en todas las guerras—, fabricó en buena medida ese exilio político.

 

Es natural que una persona aspire a lo mejor para los suyos, y que en muchos casos esté dispuesto a abandonar su espacio natural para conseguirlo. Es posible incluso que esa persona no manifieste una clara orientación política, y que ciertas libertades, como las de asociación o palabra, no signifiquen mucho para él, porque ni se dedica a asociarse, ni tiene intención de promulgar un manifiesto. Pero si esa persona, por el simple hecho de buscar fuera lo que no encuentra en casa, sufre todo tipo de escarnios y saqueos, si su legítima aspiración, que (hoy nos enteramos) “Cuba no tiene dificultad en reconocer”, le convierte en una escoria, un desecho social, tarde o temprano sus motivaciones económicas se refuerzan por una vindicatoria voluntad política. De ahí que el gobierno de Cuba sea el principal artífice de un exilio político, al que ahora intenta convencer de que “era jugando”.

 

El documento insiste en culpar a Norteamérica del masivo exilio, en el que al parecer la desastrosa situación de la Isla no ha influido. Pero ya se sabe que la culpa de todo en Cuba sólo la tienen el imperialismo, los soviéticos convertidos en rusos y el clima.

 

En cuanto a su magnitud, que cifra en un 12% (medio millón por debajo de todos los cómputos), la llama normal, dentro del habitual10-15% de la población de un país en el exterior. Para apostillar, como “conclusión obligada el que poca gente se ha ido de Cuba" (sic.). Algo que bien podrían corregir eliminando todas sus barreras a la emigración, empezando por el “permiso de salida”.

 

No deja de mencionar el MINREX a la perversa Ley de Ajuste Cubano, aunque miente al tildarla como “texto jurídico único en su tipo”. Basta leer las leyes migratorias norteamericanas, que son de acceso público y están disponibles en la red.

 

Y ya es francamente repugnante que atribuyan el éxito económico de la comunidad cubana de Miami, exclusivamente, al trato preferencial prodigado por la Small Business Administration, y no al esfuerzo personal de esos compatriotas que fueron excretados un día con una maleta vacía, y cuya aportación en forma de remesas es ahora el segundo ingreso de la República. La misma República que expropió a ese millón de cubanos, y aún contando con todos los recursos, convirtió a uno de los países más prósperos de América en uno de los más pobres. Todo a causa de la Bad Business Administration.

 

En otra parte del sitio se nos afirma que deberíamos dar gracias por que la Revolución “ha resistido”, En caso contrario, no existirían 118 consulados que nos permiten continuar siendo ciudadanos cubanos. Sin su cooperación y “consejos personales” (sic.) ya seríamos naturalizados en cualquier sitio o residentes permanentes sin nexos documentales con la patria. Vaya suerte la nuestra. Sobre todo por los amables consejos personales que ofrecen la mayoría de nuestros consulados, donde una buena parte de los funcionarios —con sus honrosas excepciones, hay que decirlo— se lleva maquinalmente la mano a la cintura para acomodarse la pistola, y sólo entonces se percatan de que su servicio ahora es consular. Al parecer, el MINREX considera que si la Revolución no hubiera resistido, Cuba se habría desvanecido en el aire. La historia de la Isla concluiría con ellos. Algo que está en consonancia con su noción de que en 1959 comenzó nuestra historia. Lo anterior fue mero prólogo.

 

Y eso explica que se lamenten de no poder “avanzar más en la relación con los cubanoamericanos”, empeñados en “crear una supuesta disidencia en Cuba”, “un supuesto sector alternativo a la Revolución”. Lo cual constituye una advertencia: si no aceptamos disidencias y alternativas in situ, menos aceptaremos una emigración respondona. Bastante que les permitimos gastar en Cuba su dinero imperialista, y hollar con sus zapatos Florshane el suelo inmaculado de la Patria. En fin, que uno llega a envidiar al coronel de García Márquez.

 

“Los de afuera (vistos desde adentro) ”; en: Cubaencuentro, Madrid, 7 de marzo, 2002. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2002/03/07/6673.html.



Trata de cubanos

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La trata de seres humanos es un fenómeno antiguo y universal. El caso más escandaloso fue el acarreo forzoso hacia América de millones de africanos. Pero existió antes, y renovando su modus operandi, persiste hasta hoy. El hombre es una mercancía rentable. En el sur de África se mantiene la esclavitud. Decenas de miles de mujeres son objeto cada año de la trata (de blancas, negras, amarillas), y terminan en los prostíbulos, donde ejercen como esclavas sexuales. Las mafias transportan decenas de miles de inmigrantes desde China, Marruecos o México, y los mantienen en régimen de semiesclavitud hasta tanto no sufraguen una deuda sin fin.

 

Durante la época en que Cuba perteneció al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), integrado por el bloque de Europa Oriental, el gobierno descubrió que era rentable exportar trabajadores. Miles de compatriotas fueron destinados a fábricas alemanas, o ejercieron de leñadores en los bosques de Siberia, donde se encargaron de labores que los nacionales no aceptaban. Idéntico proceso al que ocurría en Occidente, sólo que institucionalizado. Alemanes y rusos pagaban al gobierno cubano por la mano de obra. El gobierno de la Isla otorgaba al trabajador un estipendio y su salario en pesos cubanos. Y el trabajador eludía el paro, veía mundo y con frecuencia conseguía ahorrar unos pesos. Al caer el muro de Berlín, muchos de ellos decidieron quedarse en Alemania o Rusia, esta vez por cuenta propia.

 

Con la crisis de los 90, la trata de trabajadores cubanos diversificó sus fórmulas. Médicos de la Isla trabajan en diferentes países, sobre todo de África y América Latina. El procedimiento es similar: el gobierno cobra al país de destino lo que de acuerdo al contrato corresponda al profesional, y le otorga a éste su salario en pesos y un estipendio para su sostenimiento. El sistema se ha hecho extensivo a entrenadores deportivos, técnicos de diferentes esferas, y marinos enrolados en buques de las más diversas banderas. No es raro que esos profesionales compren calculadoras, echen números, constaten la abrumadora diferencia entre lo que pagan por ellos los países donde ejercen, y lo que el gobierno cubano les abona, y al cabo decidan exportarse definitivamente, pero sin intermediarios. El gobierno cubano intenta evitar esas “fugas” prohibiendo que los profesionales viajen con sus familias, que fungen como rehenes en Cuba, y garantía de regreso. Si aún así, el profesional “deserta” del cuartelillo nacional, sabe que su familia será retenida como castigo.

 

Idéntico procedimiento tiene lugar dentro de las fronteras nacionales, donde operan asociaciones económicas con capital extranjero de Canadá, España e Italia, seguidos de Francia, Holanda, Reino Unido y México. Con el propósito de atraer inversores extranjeros, y multiplicar la rentabilidad para el gobierno, se han promulgado varias leyes que controlan estrictamente los derechos laborales en esos trabajadores. El gobierno es el intermediario encargado de su selección, remuneración y despido, atendiendo a los requerimientos del inversionista y a las “cualidades” del empleado —Salvador Valdés, Ministro de Trabajo y Seguridad Social, subrayó que las "personas más revolucionarias" serán las elegidas para laborar en el sector turístico—. Los trabajadores no podrán negociar libremente con sus empleadores, ni crear sindicatos, ni mucho menos reivindicar sus derechos o declararse en huelga. El gobierno percibe de los inversionistas el salario en dólares de los trabajadores, y abona a éstos pesos cubanos, lo que supone una ganancia mínima del 2500% para el gobierno. No obstante, las propinas o premios en dólares y el acceso a cestas de productos, convierten a estas plazas en objetos de deseo. Razón por la que en marzo de 1998, tres empleados de la agencia de contratación de la entidad estatal Isla Azul en el complejo turístico de Varadero, fueron condenados a penas entre 10 y 12 años de prisión por exigir hasta US$700a cambio de empleos en el sector.

 

Lo mismo ocurre en las zonas francas, a partir de la Ley 165 de junio de 1996 sobre Zonas Francas y Parques Industriales, promulgada, "como incentivo para la inversión", incluyendo normas laborales y de orden público "más atractivas y menos rígidas y onerosas que las comunes u ordinarias”.

 

El señor Fidel Castro ha expresado públicamente que su gobierno jamás permitirá la libre contratación de trabajadores cubanos por parte de los inversionistas, dado que serían sometidos a la inicua explotación capitalista. Muchos inversionistas aceptan de buen grado esta situación, dado que si bien tienen que pagar al gobierno algo más de lo que podrían concertar libremente con sus empleados, el rígido control les asegura una mano de obra calificada, dócil y carente de derechos, algo que dista mucho de los trabajadores y sindicatos con los que deben lidiar en sus países de origen. No obstante, en 1997, el Comité de América del Norte de la Asociación de Política Nacional (National Policy Association), una coalición de líderes empresariales de Canadá, México y Estados Unidos, elaboró los “Principios para la Participación del Sector Privado en Cuba”, con el fin de promover las inversiones socialmente responsables en la Isla. En ellos se instaba a las compañías a reivindicar su derecho a “reclutar, contratar, pagar y ascender a los trabajadores directamente, sin pasar por intermediarios gubernamentales; respetar el derecho de los empleados a organizarse libremente en el lugar de trabajo, y mantener una cultura corporativa que no acepte la coacción política en el lugar de trabajo”. Curiosa disonancia entre el comportamiento de los inicuos capitalistas, y el de los defensores de la clase obrera.

 

Últimamente, Libertad Digital, diario electrónico publicado en España, reporta que cientos de cubanos trabajan en ese país como obreros de la construcción. Llegan contratados por la empresa UNECA, SA. (Unión de Empresas del Caribe, SA.), cuya filial española, de capital cubano, opera desde el 26 de mayo de 2000. Sus contratos estipulan que recibirán 186,79 pesos cubanos mensuales, en concepto de salario básico, y US$200 mensuales —100 en España, y otros 100 pagaderos en Cuba a su regreso—. El 75%de lo que devenguen por horas extraordinarias también se retendrá hasta su regreso a Cuba. Cualquier sanción que el empleador le aplique, será deducible de las cantidades retenidas en Cuba. Dado que un obrero de la construcción en España gana entre 650 y 900 dólares mensuales (sin contar los extras), es fácil deducir la rentabilidad de la operación.

 

La Gaceta de Canarias denuncia la presencia de unos 80 obreros cubanos en el municipio de Adeje, y otro grupo localizado en Roque del Conde, en Torvisca Alta. Alojados en barracones precarios, trabajan doce horas diarias, por160 dólares USA los peones y 270 los especialistas, salarios ilegales en España, dado que se encuentran muy por debajo del mínimo interprofesional.

 

Quizás el caso más escandaloso de esta práctica sea la exportación de mujeres a Italia. Aunque no está totalmente confirmado, ni existen pruebas de que sea una operación abiertamente patrocinada por el Estado cubano; sí se reportan casos de muchachas cubanas contratadas por una empresa gubernamental para trabajar como camareras y bailarinas. A su llegada a Italia, han descubierto que su destino son los clubes de alterne, donde ejercerán la prostitución bajo la supervisión de patrones italianos, en condiciones de semiesclavitud, y recibiendo el consabido estipendio. Dado que las prostitutas cubanas son, en palabras del propio Fidel Castro “las más cultas del mundo”, esta práctica bien podría incluirse entre los intercambios culturales.

 

Tras admitir a fines de los 70 las trasferencias de dinero del exilio hacia la Isla, por concepto de ayudas familiares —segundo rubro hoy de la economía cubana, con 1.000 millones de dólares anuales—, el gobierno cubano ha comprendido también que el exilio es rentable. Claro que el exiliado por cuenta propia es libre de enviar (o no) dinero a la Isla, y no está sometido a los controles gubernamentales. No obstante, la libre tenencia de dólares, la existencia de familiares en Cuba en condiciones de precariedad económica permanente, y la instauración de una red de tiendas en divisas donde se puede acceder a productos no disponibles en pesos, y cuyos precios abusivos son monopolio del Estado; garantiza un flujo continuo de dólares hacia las arcas del gobierno cubano, que a cambio no ofrece al exiliado ninguna prestación. Por el contrario, se le obliga a visitar el país con pasaporte cubano, aunque haya obtenido una nacionalidad extranjera, se grava su documentación consular y se le obliga a pagar un carísimo visado para viajar al país donde nació. De modo que, tangencialmente, el exiliado es también objeto de la trata de cubanos.

 

Todo el sistema parte de una concepción paternalista y feudal de las relaciones entre el gobierno y los ciudadanos. Según ese “contrato social” el gobierno se compromete a dar al ciudadano asistencia médica y educación “gratuitas”, una canasta mínima mensual de productos a precios subsidiados, alguna que otra vivienda (en usufructo) cuando es posible, y ciertos servicios públicos insuficientes, pero a precios aceptables de acuerdo a los salarios. A cambio, el ciudadano pasa a ser propiedad del gobierno, quien determina sus derechos sociales y laborales. Decide sin lugar a discusión el salario que devengará. Decide qué información recibirá, qué puede opinar, leer, pensar y oír, y se erige en su único defensor, excluyendo al ciudadano de los derechos sindicales y de asociación que ese mismo gobierno ha refrendado en convenios internacionales. Decide qué alimentos se les suministrarán, y hasta qué edad es recomendable que los niños beban leche. Decide en qué provincia puede vivir el ciudadano, si puede viajar el extranjero y a qué edad le está permitido. Decide y le autoriza (o no) a emigrar. En tal caso, dado que el ciudadano es propiedad del gobierno, sus pertenencias son enajenadas. Y aún en el exilio, el gobierno decide si el ciudadano puede (o no) regresar de visita a la Isla.

 

Este “derecho a la propiedad” de los ciudadanos, esta lógica feudal donde el siervo de la gleba está sujeto a la graciosa voluntad de su amo, explica la trata de cubanos dentro y fuera de las fronteras de la Isla. Los defensores del libre mercado deberían comprender que un empresario hace con su mercancía lo que le da su reverenda gana.

 

“Trata de cubanos”; en: Cubaencuentro, Madrid, 30 de enero, 2002. http://www.cubaencuentro.com/economia/2002/01/30/6035.html.



Secuestrados

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Maritza Sixto, de 31 años, estudió Informática en Cuba y militó en la Unión de Jóvenes Comunistas. Una vez graduada, trabajó durante seis años en el Centro para el Control Estatal de los Medicamentos, perteneciente al Ministerio de Salud Pública y al Consejo de Estado, cuya tarea es supervisar las actividades del Polo Científico, situado al este de La Habana, e integrado por centros como Biotecnología e Inmunoensayos. Centros donde se exige a los investigadores una excelente preparación profesional, obediencia y dedicación absolutas para trabajar sin límite de horario —se les prohíbe incluso pertenecer a los sindicatos verticales de la Isla—, y confiabilidad política, traducida habitualmente en militancia.

 

Entre sus tareas, Maritza creó un software para la red latinoamericana de vacunas, de la Organización Panamericana de la Salud. En septiembre de 2000 viajó a Washington por 45 días para hacer ajustes a su programa. Una vez concluida su tarea, decidió ajustarse también ella y solicitar asilo político en Estados Unidos, que le fue concedido en febrero de 2001. En Cuba quedaban su esposo Fernando David Manero Polanco, de 28 años, y su hija de tres, Elizabeth Manero Sixto.

 

Tan pronto solicitó asilo, su familia fue desalojada de la vivienda concedida en usufructo por trabajar en el polo científico. El 6 de abril de 2001, Fernando Manero, técnico en la empresa de telecomunicaciones ETECSA, solicitó permiso de salida para él y su hija. Le comunicaron que tardaría no menos de tres años en recibir autorización para emigrar, como represalia por la “deserción” de su esposa, que había abandonado sin permiso el cuartel nacional, donde todo cubano es enrolado por nacimiento sin siquiera solicitarlo, aunque carezca de vocación castrense. Los trámites para la reunificación familiar en Estados Unidos dieron resultado, y el 27 de septiembre de 2001, Fernando y Elizabeth recibieron en la Oficina de Intereses norteamericana de La Habana, los visados para viajar. Fernando Manero insistió ante las autoridades, pero la respuesta fue idéntica: no se le concedería permiso para emigrar. Al respecto, las autoridades invocaron la ley cubana. Se trata, en todo caso, de la ley no escrita, dado que en el Código Penal vigente, artículos 347 y 348 incluidos en ”Delitos contra el normal tráfico migratorio”, no se menciona la “deserción”.

 

Tras un año de pacientes gestiones con las autoridades de la Isla, Maritza puso el caso en conocimiento de la comisión norteamericana que, a fines de 2001, discutió con la parte cubana los acuerdos migratorios. La Habana dio la callada por respuesta.

 

Vista la decisión cubana de ejercer su “derecho” a la represalia, Maritza Sixto ha decidido airear el caso, y ha dirigido una carta abierta al señor Fidel Castro, donde le recuerda sus propias palabras:

 

“La política perseguida por la revolución es que cualquier persona que desea irse de nuestro país e ir a algún otro lugar pueden hacerlo si tiene el permiso de entrar en otro país. Nuestro país no evita que ninguna familia emigre porque la construcción de una sociedad evolutiva y justa en socialismo es una decisión voluntaria y libre."

 

“Los niños son sólo niños; ellos están creciendo y aprendiendo, ellos no son adultos, y nosotros respetamos el derecho de la familia de decidir por ellos. Si una familia quiere viajar a otro lugar del mundo, ellos viajan con los niños. Nadie les prohíbe que lo hagan.”

 

“Nosotros nunca hemos prohibido la migración legal, NUNCA.” “Nosotros hemos permitido la libre migración, Estados Unidos ha puesto el límite. En más de una ocasión, cuando las familias han estado separadas, nosotros hemos presionado para su reunificación. En otras palabras, respetamos completa y absolutamente los derechos de los padres.” (Fidel Castro, 23-12-1999 y 4-03-2000)

 

Recuerda también en su carta el caso Elián, donde con toda justicia se invocó el derecho de un niño a estar con sus padres, derecho internacionalmente reconocido, pero que al parecer las autoridades cubanas sólo admiten cuando es políticamente conveniente y en una sola dirección.

 

Cuba, por otra parte, es signataria de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, lo que la obligaría a respetar el libre movimiento de las personas. Claro que también Cuba ha firmado declaraciones a favor de la democracia, el desarme o la libertad de expresión.

 

Las mafias internacionales han descubierto hace ya tiempo que el amor es rentable. Tasan a la persona, calculan la cotización del amor filial, y una vez capturada la víctima, regatean el precio con quienes han de pagar el rescate, empleando el antiquísimo procedimiento de los fenicios en los mercados de la carne. Con frecuencia apremian la negociación enviando a la familia alguna pieza de la víctima, con la garantía de que el resto aún es rescatable. El negocio está en alza en las nuevas repúblicas del este, y la guerrilla colombiana lo emplea, junto a la droga, como fuente estable de financiamiento; demostrando que el fin justifica los miedos.

 

En Cuba se ejerce una variante sui generis: el arte del secuestro ideológico.

 

¿En qué consiste?

 

Ante todo, vale recordar que a las universales dificultades que entraña la emigración sur-norte, y que pasa por la aceptación del país de destino, Cuba impone otras muchas: la existencia de un “permiso de salida” que las autoridades conceden (o no) de acuerdo a su albedrío. El calvario que supone solicitar ese permiso, si se trata de lo que ellos llaman “emigración definitiva” (expropiación de bienes, expulsión del trabajo, presiones de todo tipo). La prohibición de emigrar a los profesionales. Las trabas que se imponen a los menores, a los varones cercanos a la edad militar. Etcétera.

 

Además de las naturales dificultades que impone un país donde un médico necesitaría ahorrar 47 meses de salario íntegro para sufragar 200 kilómetros de vuelo a Miami, pasaporte y documentación (que deberá abonar en dólares, no en la moneda del país).Y del status de “no persona” que adquiere el emigrado, desprovisto ipso facto de derechos y bienes.

 

Esa es la razón por la que muchos profesionales, aprovechando un viaje de trabajo, simplemente no regresan a la Isla. Para evitar esa fuga, se ha implementado un pérfido sistema. En primer lugar, aunque el período que vaya a pasar el profesional fuera de Cuba se extienda por muchos meses o años, no se le autoriza a viajar con su familia, que queda bajo la “custodia” del gobierno cubano. Vale aclarar que el Estado cubano retiene, pero no mantiene al menor.

 

Si aún así el profesional decide abandonar el cuartel patrio y pasarse al “enemigo”, se le condena a la peor represalia: impedir que su familia se reúna con él durante un período que puede ir desde tres hasta cinco años, o más en algunos casos connotados. Además de su estricto valor como venganza, el procedimiento tiene otras utilidades:

 

Primero: El efecto disuasorio que ejerce sobre presuntos exiliables, quienes deberán valorar si están dispuestos a sufrir una separación de las personas que aman, cuya duración dependerá del albedrío de sus captores.

 

Segundo: Una vez producida la “deserción”, se garantiza (o casi) el prudente silencio de las víctimas, que se abstendrán de hacer declaraciones públicas sobre la situación en la Isla, e incluso sobre el secuestro de sus familiares, con la esperanza de que “portándose bien”, suscitarán la benevolencia de los secuestradores, quienes tienen en su mano acortar o prorrogar la cautividad de los rehenes ideológicos. Si los padres se “portan mal”, es decir, hacen declaraciones que desagraden a las autoridades de La Habana, se vinculan políticamente, u otros etcéteras, el Estado cubano se atribuye la potestad de retener al menor por tiempo indefinido, librándolo así de la mala influencia de sus padres, y cuidando con esmero de su salud ideológica.

 

Esa es la razón por la que se conocen pocos casos de Elianes a la inversa, aunque fuentes bien documentadas aseguran que existen hoy varios centenares de familias secuestradas en Cuba. Pero las cosas empiezan a cambiar.

 

Durante “cuatro años de infructuosos y humillantes trámites ante el régimen de Fidel Castro", en palabras de Vicente Becerra y Zaída Jova, estos intentaron que el gobierno cubano liberara a su hija de catorce años, Sandra Becerra Jova, para que se reuniera con ellos en Brasil. Al fin, hastiados, denunciaron el caso en la asamblea anual de la Organización de Estados Americanos (OEA), reunida en San José de Costa Rica, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), e incluso la cancillería brasileña se interesó por el asunto ante el embajador de Cuba en Brasilia, Jorge Lezcano Pérez, sin recibir respuesta. Ventilaron el caso en la prensa, y poco tiempo después, alarmado ante esta inesperada violación de la omerta, el gobierno cubano liberó a la pequeña prisionera.

 

Cuando el Caso Elián, reiteré que el niño debería estar con su padre, fuera comunista, demócrata, republicano o anarcosindicalista, viviera en Matanzas o en Arizona. El sitio de un hijo está con sus padres: una lógica sin ideología que dicta el sentido común de cualquier persona, sin importar raza, país o creencias. Cuando una zona del exilio cubano se empeñó en librar una batalla para probar que un tío abuelo residente en un país democrático es preferible a un padre en un país comunista, estaba imponiendo el sentido político al sentido común. Razón por la que no sólo perdió la batalla, sino que confirmó la peor prensa que circula en este mundo sobre el exilio cubano y, en especial, el de Miami. Si en los años precedentes, ante la dramática situación de la Isla y el descrédito de sus líderes, el mundo empezó a mirar con otros ojos (y, sobre todo, a escuchar con otros oídos) a Miami, el Caso Elián trasladó el conflicto cubano al Jurásico: contra el dinosaurio de la izquierda se alzaban los dinosaurios de la derecha. Sabemos que muchos cubanos de pro advirtieron que instrumentalizar la orfandad de un niño era un error pero, lamentablemente, no llevaron la voz cantante en el conflicto. Y Fidel Castro advirtió desde el comienzo que le servían en bandeja de plata una victoria, el pretexto para una capacidad de convocatoria de la que ya no gozaba su extenuado discurso y, para colmo de felicidad, la prensa mundial, por primera vez en diez años, se haría eco de sus razones y no de sus desastres.

 

Mientras esto ocurría, y antes, y después, cientos o miles de Elianes a la inversa esperan en silencio la indulgencia de sus captores, los mandantes cubanos, dueños de las vidas de sus súbditos, cuya libertad es apenas un gracioso obsequio, y no un derecho.

 

Comprendo las razones de estas familias, pero también creo que los cubanos hemos hecho demasiado silencio. Quizás si se divulgaran los casos de esos cientos de elianes, privados de sus padres en un ejercicio de venganza política, y a los cuales La Habana no aplica la batería de argumentos humanitarios que disparó con alegría en el Caso Elián, la presión internacional lograría lo que no consigue la silenciosa desesperación de tantas familias fracturadas, mediante el tributo de silencio que exigen los secuestradores ideológicos de la Isla.

 

“Secuestrados”; en: Cubaencuentro, Madrid,14 de enero, 2002. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2002/01/14/5738.html.