Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Sociedad

Entre 'Montecristi' y 'La historia me absolverá'

El problema racial cubano bajo el prisma de la historia, la política y la academia.

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Pero sucede que el Manifiesto apenas hay que deshilarlo. La subordinación generosa se extiende aquí en una frase sólo igualada por el propio Martí: "En sus hombros [los del negro] anduvo segura la república a que no atentó jamás". Si Philip Foner cuenta al racismo entre las causas de la derrota, y un libro publicado en Cuba en 2004 admite sus nefastas consecuencias para la independencia, Martí está diciendo que fue principalmente la hegemonía la que provocó el desastre que culminó en 1878. Se produce así una conexión, por encima de seis décadas, con una idea de Walterio Carbonell, quien afirmó que la masa esclava fue la masa líder en la guerra. Martí entrega el sentido exacto de ese liderazgo, en la masa negra.

Y en qué estado andaban las relaciones sociales, según el Delegado, en esos momentos. Las relaciones sociales tropiezan, son ásperas y nuevas, "consiguientes a la mudanza súbita del hombre ajeno en propio". La tercera guerra es también necesaria para que ese hombre pase a ser lo que denomina, respecto al poblador autóctono norteamericano, "creador de sí" (X:373), que adquiera "personalidad propia" y conciencia de haber "hallado en sí la dignidad humana" (VI: 265), lo que el catedrático chileno Carlos Ossandón llama, en texto sobre el cubano, el sujeto como valioso para sí.

¿Y no fue el PIC la herramienta política de un grupo que se convierte en creador de sí? Señalando el caso de Ricardo Batrell, comprende Fernando Martínez que la guerra lo hizo crecer, enorgullecerse, exigir igualdad, sentirse caballero e identificar a potenciales enemigos.

Si ya habló Martí del odio, volverá sobre él en el Manifiesto: "Sólo los que odian al negro ven en el negro odio". Vale lo que una simpleza expresar, como se ha hecho, que cuando en Nuestra América niega el concepto de raza (lo vuelve a hacer en XXVIII:290), está negando el odio o la discriminación. Estos proceden del campo de los prejuicios sociales y no de divisiones que para él no existen, biológicamente hablando, al igual que para la ciencia de la globalización.

Si el odio y la discriminación son falsos, a qué responde cuando, un año después de Nuestra América, en crónica descubierta por Ernesto Mejía Sánchez, describe la quema de un afroamericano en un pueblo del sur estadounidense, corolario en el corpus martiano de la violencia en esa zona, donde el sol se alzaba cada mañana sobre cadáveres de negros (XI:264).

Alicia Ríos discurre que según Martí las razas biológicas no existían, aunque sí con la perspectiva del oprimido, del esclavo. Es su respuesta a Sarmiento, con quien indudablemente dialoga en este texto. Y el autor de The Invention of Argentina, Nicolás Shumway, sostiene: "Martí dice que no hay razas, no dice que la idea de raza es una construcción histórica como diríamos ahora, pero afirma que la idea de raza es algo artificial y que vemos razas porque queremos ver razas". De la Torre le pone corona a la inhabilitación martiana del concepto: es una construcción social a través de la cual un grupo oprime a otro.

Martí estuvo muy al tanto, por otro lado, sobre lo que define de "ciencia superficial" sobre los seres humanos, con ancho despliegue entonces. Esta pseudociencia pretendía —y perfila de esta manera el siglo del biopoder que indaga Michel Foucault— "la justificación de la desigualdad, que en el gobierno de los hombres es la tiranía" (XXI:431). No hace mucho se descubrieron documentos que llevaba al morir. Cargaba notas sobre antropología física. En tal envergadura, le importó un asunto no develado hasta hoy en sus pliegues difíciles y sus honduras.

Un clásico como Pierre-André Taguieff subrayó en La force du préjugé que la deslegitimación biológica de las razas constituye sólo un frente de la lucha contra la discriminación, pues los otros frentes se encuentran en lo político y social. Exactamente eso representó para quien me gusta llamar, cada vez con mayor orgullo, Apóstol. Y que conste que yo soy negro.

Derechos medulares

En un apunte donde revela su actitud en el caso de que una hipotética hija suya se enamorara de un hombre negro —documento que por alguna taimada razón se mantendría sin publicar hasta 1978—, manifiesta Martí "la oposición y repulsa general, y los prejuicios sociales, odios a la juventud y la mujer, que el problema negro implica". Y si esa hija se enamora de alguien de epidermis oscura: "Yo sé que tendría la sensatez y el valor de afrontar el aislamiento social".

Se ha criticado el pensamiento martiano que suscribe que la generación revolucionaria de ascendencia europea liberó al negro —algo que por demás es historia—, pero se desconoce o no se comenta que también exclamó que el hombre del Congo y el de Benín defendía con su pecho a los hombres del color de sus tiranos, a los que habían sido sus tiranos (IV:237). Y en otra espesura de su obra recuerda al campesino negro que vuela a su rifle, con el que jamás en diez años hirió a la ley, y mira con amor al hombre de tez de amo que marcha a su lado o detrás de él, defendiendo la libertad (IV:153).