Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Editorial

Financiación, totalitarismo y democracia

El gobierno cubano y sus ataques a Encuentro.

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González Alfonso (dcha), director de la revista De Cuba, editada en La Habana sin contar con las autoridades. 20 años de prisión.

Es inconcebible que el gobierno cubano financie en la Isla o fuera de ella una publicación independiente, no sujeta a los dictados del poder. Un sistema tradicional en los regímenes totalitarios, que era nombrar "directores confiables" de todos y cada uno de los órganos de prensa, ha sido perfeccionado en Cuba: el Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central se encarga de instruir a esos directores sobre qué pueden y qué no pueden publicar, así como el enfoque adecuado. Una lectura de la prensa cubana, como antes la de los países del Este, permite constatar silencios unánimes; opiniones equivalentes, diferenciadas apenas por el ejercicio de la sintaxis; o el desplazamiento del punto de vista entre estrechísimos límites.

El totalitarismo implementa la funcionalidad política de la cultura, estableciéndose el gremialismo dirigido y el control vertical de la creación en todos los campos, siempre conceptual y, en los peores tiempos de la URSS, también formal. Esto no significa un juicio de calidad, ni descartar en bloque todo el arte producido bajo esas circunstancias; sino constatar las limitaciones impuestas, y los riesgos que deben correr los creadores. ¿Es posible un arte contestatario bajo el totalitarismo? La historia demuestra que sí, pero al transgredir ciertos límites, el creador es condenado al silencio por los mecanismos de difusión. Como también es posible un arte de altísimo nivel que no sea necesariamente contestatario y cuente no sólo con la tolerancia del poder, sino incluso con su apoyo.

Últimamente, muchas organizaciones estatales cubanas han sido homologadas como Organizaciones No Gubernamentales. En la práctica, ninguna ha tomado ni una sola decisión "no gubernamental"; e incluso conservan entre sus estatutos, cláusulas de apoyo irrestricto al gobierno y a Fidel Castro en persona.

La guerra fría cultural

Durante la guerra fría, la lucha ideológica fue el complemento de la carrera armamentista. En su libro La CIA y la guerra fría cultural (Editorial Debate, Madrid, 2001), muy promovido en la última Feria del Libro de La Habana, la investigadora Frances Stonor Saunders muestra las actividades que en este sentido desarrollaron los servicios secretos norteamericanos. En otro libro, también revelador, El fin de la inocencia (Tusquets Editores, Barcelona, 1997), que no circula en Cuba, el profesor Stephen Koch, de la Universidad de Columbia, revela las actividades paralelas desarrolladas por el KGB y el Komintern.

Dado que La Habana se empeña en mantener activo el último foco de la guerra fría cultural, que ha llamado "la batalla de ideas", e insiste en acusar a Encuentro desde esa lógica, se impone analizar las acciones de los Estados Unidos y de la URSS, los grandes contendientes de esa guerra, y la participación epigonal del gobierno cubano.

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La CIA y la guerra fría cultural. Autora Saunders: 'En materia de historia todo debe estar sustentado con documentos'.

Ante todo, deberemos considerar que en una guerra los contrincantes se presuponen. De hecho, entre ambos se instauró un sistema especular. El Congreso por la Libertad de la Cultura (Congress for Cultural Freedom), actuaba como reflejo del Congreso por la Paz. Lo mismo ocurría con el staff de voceros fieles, libros, revistas y premios. Si hablamos de guerra fría cultural, normalmente pensamos en el período posterior a la II Guerra Mundial, pero comenzó mucho antes, justo tras la Revolución de Octubre.

Willi Münzenberg, comunista de origen alemán al servicio del Komintern, en una muy temprana reunión de ese órgano dijo: "Debemos organizar a los intelectuales". La revolución necesitaba creadores de opinión, portavoces prestigiosos que no constaran en la nómina del partido y otorgaran un "rostro humano" a la Utopía. Romain Rolland, Henri Barbusse, Lincoln Steffens o Heinrich Mann deberían mantener de cara al público una "independencia" que les otorgara legitimidad, ocultando cuidadosamente todos los hilos que conducían a Moscú. No era difícil. Durante los años 20 y 30, una gran parte de la intelectualidad fue de izquierdas, y en su mayoría actuaba por un sentido de justicia histórica, que presuntamente el sistema implantado por Lenin se encargaría de llevar a la práctica.

Algo equivalente ocurrió en el bando contrario, ocupado a fondo en atraer a la izquierda no comunista. Donald Jameson, agente de la CIA y ejecutivo del Congreso por la Libertad de la Cultura, afirmó irónicamente que lo que les hubiera gustado era crear intelectuales que "por propio razonamiento y convicción" coincidieran con el gobierno de Estados Unidos. Por su parte, Allen Dulles opinaba que el éxito de esa guerra dependía de "su capacidad de aparecer como independiente del gobierno, parecer representar convicciones espontáneas de personas individuales amantes de la libertad".

Tanto el Komintern como su sucesor, la Oficina de Información Comunista, jamás desecharon cualquier tipo de manipulación para conseguir sus propósitos, ni escatimaron recursos, incluso en épocas de penurias y hambruna en la URSS. Y funcionaron, en la práctica, como Ministerios Internacionales de Cultura y Propaganda.


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Primer número de Encuentro; verano de 1996. Una cultura diversa, contemporánea e internacional como una de las primeras esperanzas de la nación.