Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Volcanes, Cine, Documental

Amor entre la lava y la ceniza

Un documental narra, a través de una celebración jubilosa y lírica, el vínculo sentimental de dos audaces exploradores, que compartieron su vida y se consagraron al estudio de los volcanes

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“La primera obra maestra de 2022”; “Nunca he visto nada parecido”; “Una apasionante historia de amor que arde como un volcán”; “Las imágenes más bellas y asombrosas de la naturaleza jamás filmadas”; “Nunca he visto nada parecido”. A esos encomiásticos comentarios se suman adjetivos como hermosa, deslumbrante, hipnótica, conmovedora, espectacular, impresionante, extraordinaria… Pueden parecer elogios desmedidos, pero después que uno ve Fire of Love (Estados Unidos-Canadá, 2022, 93 minutos) acaba por admitir que en esos juicios tan laudatorios hay mucho de razón.

Hablo del documental realizado por la norteamericana Sara Dosa. Está armado a partir de 200 horas de material de archivo inédito que filmaron Katia (1942-1991) y Maurice Krafft (1946-1991) y sus compañeros, y también de las notas personales de ambos. Se han incorporado además entrevistas hechas a ellos, así como imágenes de animación e ilustraciones. Fire of Love fue producido por National Geographic Society, aunque conviene advertir que no estamos ante el típico documental sobre la naturaleza que suele verse en el canal de televisión de esa famosa organización.

Katia era geoquímica y Maurice geólogo. Se conocieron en una cafetería en una cita a ciegas, y pronto descubrieron que tenían algo en común: desde su infancia y adolescencia estaban obsesionados con los volcanes, ella con el Etna y él con el Stromboli. En la segunda mitad de los años 60 comenzaron a viajar por todo el mundo para estudiar, fotografiar y filmar esas grietas de la corteza terrestre por las que emergen del interior materiales incandescentes en forma de lava. Lo hicieron durante dos décadas, durante las cuales también mantuvieron una relación sentimental. Fire of Love nos cuenta la historia de trabajo y de amor que unió a esas dos personas maravillosas, inteligentes y apasionadas que compartieron su vida y se consagraron al estudio de los volcanes.

“Katia, yo y los volcanes somos una historia de amor”, expresó Maurice. Y en efecto, algunos de los volcanes que más estragos causaron en la segunda mitad del siglo pasado vienen a ser los coprotagonistas de ese triángulo amoroso. Los intrépidos vulcanólogos establecieron con ellos un estrecho nexo, sin evitar el riesgo y el peligro. Por el contrario, se acercaban a ellos. Para ambos, comentó Katia, la curiosidad era más fuerte que el miedo. “Hay que estar loco para estar aquí y, sin embargo, nos quedamos”, se la escucha decir en el documental. Y como dejó escrito en su diario, “no podría vivir con alguien que no compartiese esta pasión en la cumbre de un volcán”. Maurice, por su parte, declaró: “Prefiero una vida corta e intensa que una larga y monótona”.

Gracias a esa valentía con que hacían su trabajo, lograron filmar unas imágenes visualmente deslumbrantes y de una fuerza expresiva increíble. Registraron la naturaleza en el momento culminante de su espectacularidad y captaron momentos irrepetibles, poniendo en riesgo su vida y su salud. Muestran la acción devastadora de la naturaleza, que hasta en sus manifestaciones más catastróficas conserva la belleza.

Maurice filmaba en 16 milímetros y Katia tomaba fotos. El material suyo que conforma el documental prueba que poseían una mirada cinematográfica. Eso se pone de manifiesto en el manejo de los planos, en el empleo del zoom, en la importancia que dan al color, en la elección de las locaciones. En este aspecto, hay que tomar en cuenta que con las filmaciones que hacía Maurice financiaban sus expediciones.

Publicaron además una veintena de libros, y para uno de ellos, Los Volcanes (1975), el dramaturgo Eugéne Ionesco escribió el prefacio. Asimismo, se dirigieron a un público cada vez más curioso sobre el tema, y a través de intervenciones en los medios de comunicación y giras de conferencias compartieron sus conocimientos y sus hallazgos. Se convirtieron en estrellas mediáticas, sobre todo en Francia.

Han dejado preguntas abiertas

Su pasión por comprender los volcanes los llevó a recorrer medio mundo. Viajaron a Estados Unidos, Zaire, Japón, Hawái. Aprendieron a diferenciar los volcanes rojos de los grises, que son los más peligrosos. Las explicaciones que dan en el documental no son densas y eran capaces de trasmitir sus conocimientos a un auditorio profano. Tras lo ocurrido en 1985 en Colombia con el volcán Nevado del Ruiz, Katia y Maurice sintieron la responsabilidad de educar a la población y a los gobiernos para prevenir desastres como aquel, que dejó como secuela 25 mil muertos.

Acerca de la decisión de usar una parte de las grabaciones hechas por Maurice y sus compañeros, Sara Dosa argumenta: “Utilizar solo material de archivo planteó muchos desafíos, pero esos desafíos nos permitieron desarrollar algunas de las estéticas más lúcidas e interpretativas de la película. Me fascinó la idea de intentar escuchar la historia de personas que han fallecido, contada a través de lo que habían dejado atrás, no solo en lo material, sino en las preguntas que han quedado abiertas”.

A partir de ese material, la directora y su equipo armaron un documental inclasificable, que está contado como un drama romántico. Las intervenciones de la pareja proporcionan datos sobre los volcanes, pero nunca llegan a agobiar ni a saturar al espectador. Tampoco desvían a este de la historia de la pareja y de su pasión por los fenómenos naturales. En definitiva, ese, y no los volcanes en sí mismos, es el tema central del filme.

El guion arma una narración ingeniosa, sensible y bien construida, en la cual todo está muy planeado. Hay, en primer lugar, un impecable trabajo de edición, que en el Festival de Sundance fue reconocido con el premio al mejor montaje. Otro acierto es la magnífica banda sonora, que hace que la música entre o esté ausente cuando resulta necesaria y eficaz. A eso hay que sumar la aportación de la actriz y cineasta Miranda July, quien dice los textos en un tono delicadamente susurrado. Todos esos elementos se conjugan para hacer que el visionado de Fire of Love sea una experiencia fascinante y difícil de olvidar.

Katia y Maurice murieron como querían, realizando la labor que los unió. El 3 de diciembre de 1991 se encontraban en Japón, a donde viajaron para documentar las erupciones del monte Unzun. Junto con otros cuarenta periodistas, fueron atrapados por un flujo piroclástico. De ellos solo se pudieron recuperar una cámara y un reloj.

Aunque hay quienes discuten su modo tan arriesgado de estudiar los volcanes, su trabajo ha ampliado las investigaciones sobre esos fenómenos naturales y ha servido de inspiración a muchos científicos. Interrogada en una entrevista acerca de si opina que Katia y Maurice fueron unos visionarios o unos temerarios, la directora de Fire of Love respondió: “Creo que las dos cosas y mucho más. Eran artistas, escritores, cineastas, filósofos, intelectuales, divulgadores… Para mí, eran unas personas capaces de entender su lugar en el cosmos. Y, a nivel personal, han sido como mis guías, he aprendido mucho de ellos. Sobre todo he aprendido lo que significa vivir la vida con un propósito, y guiarse por el amor”.

Fire of love - Trailer subtitulado en español