Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Glauber Rocha, Cine, Arte 7

«Antonio das Mortes» una vez más

Siempre me ha llamado la atención que esta película se considerara en Cuba como ejemplo de un cine latinoamericano “alejado de las metrópolis colonialistas”, cuando en realidad está hecha con ojos europeos y con vista a los festivales del continente

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Quizá por la vuelta al poder de Lula[1], aunque más allá de esta justificación torpe lo mejor es aceptar que fue más bien por casualidad que he vuelto a ver Antonio das Mortes(O Dragão da Maldade Contra o Santo Guerreiro, 1969). Y creo que por quinta vez.

Por supuesto que la frecuencia y los años ya no alteran cualquier valoración crítica que pudiera existir, pero reafirman lo que siempre me ha gustado en la película —la música en primer lugar— y lo que no hago más que soportar cada vez que la veo y me resisto —o no— a pasar por alto: cierta reiteración ritual; la trama de traición y alcoba; el revolcarse morboso de la mujer, el maestro y el cadáver del procurador, que por cierto tiene el único fragmento musical que merece mi rechazo.

Tengo otras reservas con Antonio das Mortes, que no se revuelven tan fácilmente como apretar un botón o mover el cursor.

La principal tiene que ver con una narrativa que se sustenta en el simbolismo, pero que al mismo tiempo recurre a un desarrollo argumental con simplezas anecdóticas. Si el objetivo fue la yuxtaposición de ambos discursos para resaltar una perspectiva crítica en el espectador, enfrenta el problema de que la simplificación política de dicho simbolismo, que en muchas ocasiones lo convierten no solo en convencional —y es que solo se reduce a una perspectiva ideológica del momento y del realizador— sino anodino. Todo ello se agrava cuando se considera, además, el uso manido de un intento de distanciamiento brechtiano.

Siempre me ha llamado la atención que esta película del brasileño Glauber Rocha (1939-1981) se considerara en Cuba como ejemplo de un cine latinoamericano (Cinema Novo), “alejado de las metrópolis colonialistas”, cuando en realidad está hecha con ojos europeos y con vista a los festivales del continente.

Puede considerarse independiente del cine de Hollywood —que para entonces estaba de capa caída—, si se tiene en cuenta que dicha independencia es relativa: lo que no le llega por Estados Unidos le entra por Italia.

Así toda la estética del western que muestra Antonio das Mortes llega más por Leone que por Ford, Hawks o Mann.

Alquilen que lea hasta aquí —sí, siempre hay esperanzas— puede preguntarse de la razón de la persistencia de las cinco ocasiones.

En parte por nostalgia. Antonio das Mortes es una de las películas con que más identifico la época de Arte 7. Por supuesto que por la música, que incluso en Cuba logré grabar viendo la película por televisión. Sara y yo la escuchábamos a menudo. No era un gusto compartido por la familia. Recuerdo que en una ocasión llevé la grabadora con el casete a casa de mis padres y mi madre me pidió que lo quitáramos, porque le atormentaba mucho.

También porque con los años pasó a ser un tema ocasional y doméstico, al que se vuelve en ocasiones, sin importar ya si la película es buena o mala. Apenas el tiempo que se va.


[1]La «mala memoria» de Vargas Llosa.


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