Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Ballet

Debut del Ballet Clásico de la Florida

Una interpretación bastante aceptable, aunque más propia de una función de fin de curso de una academia que de una compañía de ballet profesional

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El sábado 25 y el domingo 26 de junio del 2011 el Ballet Clásico de la Florida, dirigido por Magaly Suárez e Ibis Montoto, ofreció dos programas-debut en el teatro Olympia del Centro Gusman para las Artes Escénicas.

En ambas funciones, la primera parte estuvo dedicada a la presentación del Grand Pas del ballet “Paquita”, con música de Minkus y coreografía de Marius Petipa.

En la función del domingo —que fue a la que asistí—, la interpretación fue bastante aceptable en general, aunque más propia de una función de fin de curso de una academia de ballet con sus alumnas más aventajadas, que de una compañía de ballet profesional, que además dice ser “de la Florida”.

Entre las solistas, el mejor desempeño fue el de Krista Ettlinger —aunque debe dar los fouettés más rápido y sin desplazarse del lugar— y el peor trabajo masculino resultó ser el de su compañero Ignacio Rivera, al que no deben darle más roles de solista hasta que no aprenda a girar y caer bien. Afortunadamente, en el Pas de Trois, Gaetano Amico III sacó la cara por su género y bailó bastante bien en sus solos y como acompañante.

El resto de las solistas se esforzó mucho, es cierto, pero la condescendencia está bien para la familia —vi a varias madres y padres excederse en los aplausos y vítores a sus criaturas, sobre todo una señora sentada delante de mí, que la verdad que dio la nota—, porque el deber de la crítica es educar, como decía Martí, y que los artistas no cejen de trabajar para alcanzar cada vez mejores resultados, como es el caso.

Llegado el intermedio, quiero comentar que la cortina musical, que la dirección del teatro ya nos había “obligado” a escuchar antes de que comenzara la función, se volvió a repetir, y demasiado alto otra vez, con melodías que nada tienen que ver con el ballet; sería preferible el sonido del silencio, como dice la canción.

¡Ah!, pero tras la poco feliz pausa sonora mencionada, el milagro apareció sobre la escena: Adeline Pastor, una bailarina francesa que estudió con Magaly Suárez en La Habana, paró al público de la sala tras su impecable, apasionada y pirotécnica interpretación de Piaf, con la canción “Non, je ne regrette rien” como fondo; confieso que nunca había visto giros tan vertiginosos y múltiples como los que Adeline nos regaló en este ballet homenaje a su inolvidable compatriota Edith Piaf, del coreógrafo Ben Van Cauwenbergh.

Luego de la “tempestad” de Adeline evocando a la Piaf, Madison Keesler y Ernesto Borrago aparecieron para traernos el pas de deux “Aguas primaverales”, con música de Serguéi Rachmáninov y coreografía de Asaf Messerer; una presencia fresca, que nos dejó con ganas de verlos bailar las variaciones y la coda.

Como el bailarín colombiano Jaime Francisco Díaz se lesionó y por ello no pudo bailar en esta función, Jordan Elizabeth Long —tras un incómodo “adelanto” de la música— tuvo que limitarse a su variación del pas de deux de “La bella durmiente del bosque” —Chaikovski/Petipa—, la cual ejecutó con limpieza y virtuosismo.

Alaia Rogers y Jeffrey Cirio fueron los encargados de encarnar satisfactoriamente a los protagonistas de “Carnaval en Venecia” —Cesar Pugni/Petipa—, sobre todo Jeffrey, quien se destacó por sus bríos y su bravura.

En el pas de six del ballet “La Vivandiére” —Pugni/Arthur Saint Leon—, el trabajo de grupo fue muy elegante y de buen gusto, y los solistas Mifa Ko y Diego Cruz se lucieron en sus variaciones y como pareja.

En el pas de deux del ballet “La sílfide y el escocés” —Herman S. Lovenskjold/ August Bournonville—, Venus Villa e Isaac Hernández hicieron una exquisita interpretación de este dueto romántico; ella, totalmente en estilo, y él, impresionante con sus saltos y su limpieza en el trabajo de pies.

La estrella de la tarde, Adeline Pastor, fue la encargada de cerrar la función, muy bien acompañada por otra estrella, el bailarín norteamericano Joseph Michael Gatti, con quien bailó un delicioso y efervescente pas de deux del ballet “La llama de París” —Boris Asafiev/Vasily Vainonen—, donde Gatti brilló por sus grandes saltos, vertiginosos giros, y su entrega impecable de principio a fin, mientras que Adeline volvió a ratificar su excepcionalidad, aunque cometió leves imprecisiones que debe evitar cuando vuelva a bailar este rol.


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