Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Música

Diálogo de complicidades

Beso Asesino, una compilación de boleros editada por Discos Corason.

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La historia del bolero es una crónica de azares recurrentes. Los principales países cultivadores del género (Cuba, México, Colombia, Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela…) tejen una red manchada por las tintas suplicantes del deseo. Se afirma que la pieza Tristezas (1883), del trovador santiaguero Pepe Sánchez, marcó el nacimiento del bolero. No hay duda. Según el musicólogo Helio Orovio, esa composición resume y presenta "la manera del ritmo cantable y danzario que luego recorrería en serenatas y reuniones, las esquinas de Santiago de Cuba".

Se debería precisar que ya desde los años treinta del siglo XIX hay noticias de esta forma musical y, como refiere Natalio Galán en su libro Cuba y sus sones (1983), en muchas canciones cubanas y yucatecas es evidente la presencia del pasacalle, heredado de la música europea (siglo XVII), con variaciones armónicas de hermosa obstinación rítmica creada en compás de 3 por 4 (la chacona), como preámbulo de lo que conocemos hoy por bolero.

El son yucateco, con su rasgueado y punteado en la guitarra, llega a Cuba en los años veinte del siglo XIX y será determinante en la conformación del rico panorama musical de la Isla, sobre todo de las "canciones bolereadas" que componen los trovadores santiagueros (Pepe Sánchez, Sindo Garay, Alberto Villalón, Rosendo Ruiz…). Habrá que insistir en el bolero como una forma musical caribe. Un contrapunteo cultural de facetas diversas en arborescencia de "una civilización popular viva y actuante que halló en las aguas cálidas del Caribe, y en las de sus islas y, tierra firme, un nicho privilegiado de reproducción y encantamiento" para los expedientes del amor, según refiere el lingüista Antonio García de León.

Beso Asesino. Boleros de Cuba y Yucatán (Discos Corason, México, 2007) confirma ese diálogo de complicidades y convergencias patentes en el género bolerístico: dos culturas enlazadas en una trama de hechizos y evocaciones donde la nostalgia es un espacio que acorrala y expugna. Los productores de esta joyita discográfica han estructurado un mano a mano que se convierte en un viaje circular entre Santiago de Cuba y Mérida. Dos patrias que se reconocen en la cadencia de la habanera, la suavidad gratificante de la clave y la consonancia del bolero/son: coordenadas apremiantes que se definen en un nudo melódico difícil de desatar.

Representando a Santiago de Cuba, desfilan los cuartetos Oriente, Melodías Cubanas y Patria (comandado por Eliades Ochoa), y el Septeto de las Hermanas Ferrín. Por Yucatán, se presentan los tríos Los Decanos y Alma de Mérida, y el cuarteto Los Tachos. No hay competencia: los estilos y los tonos emulan para confirmar, en un convite de fulgores cordiales, que el bolero está más vivo que nunca.

Regreso a los orígenes

Beso Asesino nos regresa a los inicios y hace revisar los alfabetos. Retorna (Sindo Garay), Longina (Manuel Corona), Desdeñosa (Lara Foster), Embrujo (Humberto Lara), Ojos tristes (Alfredo Aguilar/ Guty Cárdenas), Lágrimas negras (Miguel Matamoros), Pájaro azul (Manuel Díaz Massa/ Pepe Domínguez), En el tronco de un árbol (Eusebio Delfín), Beso asesino (Víctor M. Martínez Herrera) y Dudas (Salvador Adams), son algunas de las composiciones —veintiuna en total— que Eduardo Llerenas y la incansable Mary Farquharson (una inglesa enamorada de la música cubana) ponen a nuestra disposición para sustraernos del olvido.

Este es un disco que destila pasión desde los afanes del amor; un disco sin polvo, recreado desde la sílice y la llama. Desandan por aquí y por allá el tumbao de la habanera, las sazones del son y la armonía de la clave.

Vale destacar la asombrosa interpretación que hace el trío Los Decanos del hermoso bolero cubano En el tronco de un árbol, que salpica con sabores y tonalidades de la trova yucateca en gratitud de transparente entrega. Las Hermanas Ferrín se lucen en Te vi en mi jardín (Manolo Castillo), y Eliades Ochoa, con el Cuarteto Patria, nos entrega A una coqueta (Corona), deleitable en los fraseos guajiros de su afinada voz.

Discos Corason, siempre en riesgo, impone su sello sobre producciones musicales de calidad cuestionable en el pobre panorama de la mercadotecnia de la música que se vende en México. Una apuesta por el bolero cubano y mexicano que agradecemos. Propuesta discográfica que se convierte en un documento de referencia obligada para cuando se narre la historia definitiva de la gesta de la canción romántica del Caribe. Beso Asesino es el prefacio de ese perentorio calendario.


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