Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Literatura chilena, Literatura, Poesía

El antipoeta centenario Nicanor Parra murió el martes 23 de enero como si nada

Nicanor Parra contribuyó a renovar el lenguaje de la poesía latinoamericana

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Parece que Nicanor Parra (San Fabián de Alico, Chile, 5 de septiembre de 1914 - La Reina, Santiago de Chile, 23 de enero de 2018) todavía no revela todos sus secretos: por ese motivo persiste entre nosotros con los 103 años, 4 meses y 14 días que cumplió ayer, así como si nada, conduciendo su Volkswagen escarabajo por las calles de Santiago, como un muchacho en su patineta skate dialogando con el viento que lo despeina y avisando que iba de visita al sumidero.

“Durante medio siglo / la poesía fue / el paraíso del tonto solemne / Hasta que vine yo / y me instalé con mi montaña rusa. // Suban, si les parece. / Claro que yo no respondo si bajan / echando sangre por boca y narices””, escribió en Versos de salón (1954-1962) hasta pedir que se levantara la asamblea con pregunta incitante: “¿Somos hijos del sol o de la tierra? / Porque si somos tierra solamente / no veo para qué / continuamos filmando la película: pido que se levante la sesión”. Nicanor nunca estuvo vivo. Era una máscara que escribía Poemas para combatir la calvicie y se encerraba en su casa de Santiago de Chile para bailar cueca con su novia adolescente. Ése no era el hermano de Violeta, la cantora de “Gracias a la vida”. Era un impostor fabricante de artefactos con hierro oxidado: un “poeta lirico / pithecantropos / erectus” que ahora mismo está escribiendo un sermón y enmarcando una prédica en “paciencia con el sol”.

No olvidar que el verdadero Nicanor, hace tiempo, en una silla de montar hizo un viaje por el infierno y nunca más lo vimos. Ayer, volvió a tomarnos el pelo. Sí, él lo expuso: “La poesía se ha portado bien / yo me he portado horriblemente mal / la poesía terminó conmigo”. ¿Qué más prueba pretenden los médicos forenses? ¿O acaso creen que alguna vez “el ayer, el presente y el mañana” van a coincidir? “Hoy se está yendo sin parar un punto”: Nicanor leía mucho a su compinche Francisco de Quevedo y Villegas. Se sabía de memoria estos versos del madrileño: “En el hoy y mañana y ayer, junto / pañales y mortaja, y he quedado / presentes sucesiones de difunto”. Entonces, ¿qué esperan para ir por el espectro que ayer martes se vistió con una casaca azul para que las muchachas de Valparaíso lloraran por él?

“Qué divertidas son / estas palomas que se burlan de todo, / con sus pequeñas plumas de colores / y sus enormes vientres redondos”. Estas avecillas le dictaban las estrofas al padre de Catalina, la muchacha que llenó a Manhattan de artilugios visuales. Siempre en contra de “la poesía de gafas oscuras y sombrero de alón”, Nicanor es un anticonformista subversivo heredero del peruano Cesar Vallejo, quien también le levantó la falda a la poesía para destruir los encajes negros de la aburrida cantinela burguesa.

En Cuba de jóvenes te repasamos en cuadernos publicados por Casa de Las Americas. Una vez Haydee Santamaría hablo de ti en una disertación en el salón principal de esa institución. Tu hermana Violeta ese día cantó y recitó unos versos tuyos. “Basta mirar el sol / A través de un vidrio ahumado / para ver que la cosa va mal; / ¿o le parece a ustedes que va bien? // Yo propongo volver / a los coches tirados por caballos / al avión a vapor / a los televisores de piedra. // Los antiguos tenían razón: / Hay que volver a cocinar a leña”. Visitamos tus estrofas con la corriente fría del Malecón como testigo. Me aprendí estos versículos tuyos: “Como su nombre lo indica / el capitalismo está condenado / a la pena capital: / crímenes ecológicos imperdonables / y el socialismo burrocrático / no lo hace nada de peor tampoco”. Ahora regreso a ellos: veo que el capitalismo sigue ahí y que el burrocastrismo hundió a mi Isla, y me digo: qué ingenuos éramos.

¿No te da pena fingir tu muerte, Nicanor? ¿Hasta cuándo vas a simular?: sabemos que lo único que te interesa es tener un matapiojos a la mano. Y ahora nos dice desde lejos: “Quiero reírme un poco / como lo hice cuando estaba vivo: /el saber y la risa se confunden. / Cuando nací mi madre preguntó / qué voy a hacer con este renacuajo / me dediqué a llenar sacos de harina / me dediqué a romper unos cristales / me escondía detrás de los rosales”. ¿No te das vergüenza morirte, así como si nada, con 103 años, disfrazado de fraile capuchino?

Indiscutible, que el Nicanor verdadero ha contribuido de manera concluyente a renovar el habla de la poesía latinoamericana con su aticismo y vislumbre crítico desde diversas exploraciones sediciosas en los atajos del verso. Hoy leeremos escoltados con cadencias de zamba andina pasajes de El Hombre imaginario: “El hombre imaginario / vive en una mansión imaginaria / rodeada de árboles imaginarios / a la orilla de un río imaginario”. Mientras, las mariposas vendrán volando de la Cordillera. Bueno, después de todo, sólo a un antipoeta se le ocurre decir que está muerto después de cumplir 103 años con la única esperanza de ser “un hombre del montón / un aprendiz de santo de madera”. // Descuida, tallaremos en la loza de tu sepulcro el epitafio que consignaste: “Fui lo que fui: una mezcla / de vinagre y de aceite de comer / ¡un embutido de ángel y bestia!”.


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