Actualizado: 18/04/2024 23:36
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El monstruo que se asusta ante su imagen

Un filme indagatorio sobre el músico Mike Porcel, quien fuera una figura destacada en el movimiento de la Nueva Trova y en la escena del rock cubano: un documental necesario

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La tozudez del censor, sobre todo en el caso cubano, lo lleva muchas veces a amplificar la resonancia de las obras que desea eliminar. Sueños al pairo, el documental de José Luis Aparicio Ferrera y Fernando Fraguela Fosado es el más reciente de ello.

Estos jóvenes realizadores se dieron a la tarea de realizar un filme indagatorio sobre el músico Mike Porcel, quien fuera una figura destacada en el movimiento de la Nueva Trova y en la escena del rock cubano. Porcel ganó notoriedad en la década del setenta como compositor de temas para obras de teatro y de muchas canciones que fueron ejecutados por otros cantantes como Amaury Pérez Vidal y Argelia Fragoso, entre otros. Fue, junto a Carlos Alfonso, el creador del grupo Síntesis, que trataba de mezclar los sonidos del rock sinfónico con elementos de la música cubana y que tuvo promesa y notoriedad en su momento (el grupo ha continuado funcionando todos estos años, pero hace tiempo que no tiene nada que ver con sus orígenes).

En 1978 Porcel compuso “En busca de una nueva flor”, una pieza que fue originalmente seleccionada como la canción del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que se celebraría ese verano en La Habana. Los censores entonces se retractaron a medias de su selección, porque la canción, compuesta con el lirismo típico de Porcel, no era lo suficientemente militante. Se la dieron a cantar a Argelia Fragoso, una joven de buena voz pero que cantaba cosas impeorables, y le pidieron a Silvio Rodríguez que compusiera otra canción para paniaguar el hecho, a lo que el siempre oportunista trovador accedió gozoso.

Meses después, por diferencias artísticas, Porcel se separó de Síntesis y a la vez del escenario nacional. En 1980 intentó irse del país durante el éxodo del Mariel y le fue negada la salida por decisión arbitraria de las autoridades. Fue víctima de actos de repudio que, organizados por el gobierno, hicieron ola en aquellos momentos, así como de una carta admonitoria y rechazante firmada por sus antiguos colegas de la Nueva Trova. Luego, tuvo que esperar nueve años para salir a España primero y luego a Miami, donde ahora vive en relativa oscuridad, a pesar de no haber cesado de componer. Durante aquellos nueve años, vivía como un apestado, su nombre no se podía mencionar oficialmente y solo consiguió trabajo como músico de iglesia.

Aparicio y Fraguela han realizado un documental necesario. Primero, porque han rescatado a una figura injustamente ninguneada en la cultura cubana y segundo porque han aportado un documento más para hacer una radiografía del proceso totalitario cubano. En esto se suma a filmes como Conducta impropia de Néstor Almendros, Seres extravagantes de Manuel Zayas y más recientemente Nadie de Miguel Coyula. Son las obras que en su conjunto contarán la historia borrada y contrastarán la visión de los vencedores.

Es un documental convencional, bien hecho, quizá demasiado santificador de la figura de Porcel, en el cual participan varios entrevistados. Entre el testimonio sincero de Daniel García Rangel (“Juan Primito”) y los más especializados de Frank Delgado y Angel Velázquez, aparecen Amaury Pérez Vidal, Pedro Luis Ferrer, José María Vitier y Frank Fernández expresándose en galimatías, tratando de no decir nada y escabulléndose de todo tipo de compromiso. Aparicio y Fraguela mezclan muy bien las imágenes de archivo, la música y las entrevistas. No necesitan editorializar.

Amaury Pérez Vidal, quien un día confesó delante de mi que su mayor deseo era ser “el Barry Manilow cubano”, y quien todavía goza del favor oficial, con su programa de televisión y su amistad con el exministro y ahora presidente de la Casa de las Américas Abel Prieto, quiere presentarse como el más atrevido, el más contestatario y como otro que sufrió censura entonces. Pero parece que pensó que se había pasado de rosca y en un momento determinado aclara que eso fue obra de “la gente de la UJC de entonces”. Frank Fernández, gran pianista, da asco cuando se vuelve defensivo ante las preguntas de los realizadores y comienza a justificar lo sucedido y acusar a la víctima como culpable de su destino.

Lo cierto es que el caso Porcel fue quizá uno de los más tristes y represivos entre millares de actos tristes y represivos. Lo sé bien porque yo estuve entre los asilados de la embajada de Perú, y sufrí mitines de repudio a diario durante tres semanas, en los cuales llenaron la fachada de mi balcón de huevos y tomates podridos, que de repente estaban en abundancia en Cuba. Eran los mismos vecinos que semanas antes me saludaban por la calle y algunos de los cuales después se fueron por el éxodo del Mariel.

Hubo hasta ejecuciones sumarias, como el caso de un individuo a quien le tenían la casa rodeada y cuando un amigo lo fue a buscar en su carro no lo dejaban moverse. Desesperado, el chofer movió el vehículo y golpeó a alguien de la horda. Lo sacaron del carro y lo molieron a palos ahí mismo. Al día siguiente un titular del Granma de primera plana decía que el pueblo había “ajusticiado” a un lumpen.

El caso de Porcel es solo un síntoma de ese síndrome que es el totalitarismo castrista. Es un asunto sistémico que se repite año tras año en diferentes versiones. Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Argelia Fragoso y Carlos Alfonso fueron invitados a participar del documental, pero declinaron. Pedir perdón cuarenta años después no hubiera sido suficiente, sobre todo si se refieren a ello como un episodio del pasado, cuando el malestar continúa en el poder.

Pero no solamente con su tema se atrevieron demasiado Aparicio y Fraguela, sino que además osaron utilizar materiales de archivo del ICAIC, para ilustrar los sucesos del período, y ahí fue donde el monstruo se negó a que se usaran y les retiraron oficialmente la autorización. Es curioso que lo que usaron los directores fue un material que entonces se exhibía con “orgullo revolucionario”. Los discursos de Fidel Castro, las imágenes del pueblo combatiente, las afeitadas de cabeza a todos los “peludos” de la época y las palizas a gente indefensa cuyo único delito era querer irse de la Isla, se mostraron abiertamente en los cines y la televisión cubanos. Pero ese monstruo devorador, al mirarse en su propio espejo, ve la imagen de un anciano desfasado, caduco y sangriento. Esa imagen no se le puede mostrar a las audiencias modernas.

El documental fue retirado de la Muestra Joven, donde se iba a presentar y ello causó protestas de otros realizadores y finalmente la Muestra se “pospuso”. Sucede que con los nuevos medios de difusión, las redes sociales y la internet, que parece que el censor no ha asimilado bien todavía, el documental ha sido visto ya por mucha más gente de lo que jamás soñaran sus autores.

Ya el ICAIC quiere hasta borrar su propia memoria, hacerla inasequible. Pero todo sale a luz y este documental se limita a contar verdades. Yo lo sé, yo estaba ahí.

Sueños al pairo (Cuba, 2020). Guion y dirección: José Luis Aparicio Ferrera y Fernando Fraguela Fosado. Director de fotografía: Ariel Navarro, con la ayuda de Javier Labrador en las filmaciones realizadas en Miami. Con la participación de: Amaury Pérez Vidal, Frank Fernández, José María Vitier, Daniel García Rangel, Frank Delgado y Angel Vázquez.

A pesar de que la película está en litigio con el ICAIC. De alguna manera el documental se ha filtrado y puede encontrarse en diversos sitios de la internet. Yo lo pude ver por cortesía de los directores.


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