Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Literatura, Poesía, Chibás

El poeta puro y el joven político

Eduardo Chibás fue el primero que entrevistó al escritor español Juan Ramón Jiménez, cuando este llegó a Cuba en 1937. Una charla que se centra en la situación política que se vivía en ese momento en España

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En los años 30, entre las firmas que aparecían con frecuencia en la revista Bohemia estaba la de Eduardo Chibás (Santiago de Cuba, 1907-La Habana, 1951). Se había graduado ya en la Universidad de La Habana, donde cursó la carrera de Derecho. En su etapa estudiantil se sumó a la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado. En 1931 fue encarcelado y al año siguiente lo condenaron al exilio.

A la caída del tirano regresó a Cuba, se opuso a la mediación promovida por el embajador de Estados Unidos Summer Welles y respaldó el movimiento militar de setiembre de 1933. Combatió el gobierno oligárquico de Carlos Mendieta, y participó en la huelga de marzo de 1935. Se vinculó a la organización Izquierda Revolucionaria, y tras la derrota de la huelga se mantuvo en la clandestinidad y se convirtió en uno de los más ardientes críticos del militarismo.

Fue en esa etapa cuando empezó a colaborar en Bohemia. La mayor parte de sus trabajos abordan temas políticos y los firmaba como Eddy Chibás. Una de sus pocas incursiones en otras áreas fue la entrevista que le hizo en mayo de 1937 al poeta español Juan Ramón Jiménez. En realidad, en la conversación con el autor de Piedra y cielo no se apartó de su temática habitual, pues estuvo dedicada por completo a la situación que en aquel momento se vivía en España, tras la sublevación militar encabezada por Francisco Franco en julio de 1936.

Cuando realizó la entrevista, “el más ilustre de los poetas vivientes españoles” llevaba varios meses en la Isla, como hace notar Chibás. Y escribe: “Su presencia ha pasado casi inadvertida para las grandes mayorías. Juan Ramón Jiménez, siempre ha recatado su espíritu sereno al murmullo de la calle, a la inquietud pública. (Nadie lo ha podido entrevistar desde su llegada a La Habana.) No es hombre de multitud. Es el artista obsedido por la pasión del arte, desligado de todo lo que no sea la poesía que emerge del fondo del espíritu del hombre. Todo en él es armonía: el ademán, la dicción y el pensamiento. Su voz no es la nuestra. Su palabra íntima, serena, poética no tiene el acento multitudinario, inquieto, beligerante que caracteriza a nuestras filas. Sentado frente a él, observando el ritmo cadencioso de sus maneras, recogiendo su estilizado pensamiento sobre el drama doloroso de España, he palpado las diferencias. Dos hombres. Dos generaciones. La generación puramente intelectual, un tanto recogida en sí misma pero que rescata a España del oscurantismo y la incorpora a las corrientes culturales modernas; y la generación intrépida y activa que lucha en todos los rincones del mundo por los fueros de la auténtica democracia”.

La primera pregunta que Chibás formula a Juan Ramón es: ¿Por qué salió de España? Esta fue su respuesta: “Nosotros, mi mujer y yo, habíamos pensado, desde la primavera del pasado año, venir en el verano a América. Mi mujer tiene todos sus hermanos en los Estados Unidos, y hacía treinta años que no veníamos a verlos. Yo tenía que cumplir, para el año 1936-37, un compromiso literario en el Departamento de Educación de Puerto Rico, que al comenzar la guerra era ya naturalmente difícil realizarlo desde España. De modo que todo se nos unía.

“Además, habíamos recogido doce niños pobres en los primeros días de la guerra y teníamos que alimentarlos. El 24 de julio, fecha en que debíamos cobrar una suma importante de nuestras liquidaciones de libros, el editor me dijo que no podía pagarme. Yo no ocupaba puesto oficial alguno. Mi mujer tiene una pequeña renta en los Estados Unidos, que en aquellos días no podía llegarnos. A mediados de agosto llevé al Monte de Piedad los objetos de plata que poseíamos para dejar su importe a nuestra guardería de niños. En esas condiciones decidimos salir para América”.

¿Tuvo dificultades para salir?, le pregunta después Chibás. A lo cual Juan Ramón contesta: “El 19 de agosto fui a casa de Cipriano Rivas Cherif, buen amigo nuestro, y los dos juntos fuimos a visitar al Presidente de la República, amigo mío, también, y le expuse nuestros propósitos. [Manuel] Azaña me dijo que la República deseaba proteger a los intelectuales y artistas y no tenía el menor inconveniente en que saliéramos de España, ya que era conveniente para todos que los escritores, artistas, etc., que quisieran salir de España por su cuenta, como yo, lo hicieran, pues podrían ser más útiles a España fuera que dentro.

“El Gobierno, por indicación de su Presidente, me dio todas las facilidades, «honorarias» según mi deseo; y en unas horas estuvimos preparados para salir. Al día siguiente de mi entrevista con Azaña partimos de Madrid. Fuimos de Madrid a Valencia y de Valencia a Figueres, desde donde pasamos, por la Junquera, a Francia. El viaje fue tranquilo como en época normal. Por todo el trayecto, los milicianos que encontrábamos, muy pocos, nos colmaron de atenciones, especialmente de Barcelona a la Junquera.

“En Puerto Rico, la República Dominicana y Cuba hemos recibido atenciones inolvidables, y nos encontramos en estos países todo lo satisfechos que pueden estar unos españoles enamorados de España, que han dejado en España familias, amigos, trabajo, y que están destrozados de pasar por todo lo que en España está ocurriendo”.

Chibás lo interroga por sus relaciones con el gobierno legal de la República. Lo hace, le comenta, porque en un periódico de La Habana (¿el Diario de la Marina?) han incluido al poeta entre los simpatizantes de los sublevados. Algo que el cubano se apresura a calificar como “falsedades de la prensa reaccionaria”. Esta fue la respuesta de Juan Ramón: “Yo no he sido nunca político activo, no lo soy; pero mis simpatías han estado siempre con las personas que representan mejor, por su calidad intelectual y moral, la República democrática española. Me interesa decir que nunca he tenido cargos públicos remunerados, ni espero tenerlos en la República nueva que hoy o mañana será lo definitivo de España, por muchos éxitos aparentes y momentáneos que tenga la revolución «feudalista», y no creo necesario añadir que no espero nada tampoco del triunfo de las derechas, en las que tengo amigos a quienes respeto y quiero. Lo que poseo, lo que poseemos, nuestro trabajo literario, nuestra biblioteca y las obras de arte que hemos acumulado por gracia de artistas amigos nuestros, está en nuestro piso de Madrid. Pero no haremos por salvar nada contra nuestra conciencia. Yo lamento profundamente muchas cosas que han ocurrido en la España republicana, cosas que en ninguna catástrofe natural o social es posible evitar, pero estoy siempre en mi mismo sitio y no porque hayan ocurrido tales cosas de una parte, voy a pasarme a la otra, donde han ocurrido además las mismas o peores cosas. Siempre estaré conmigo y con la democracia, con los demócratas dignos, con el pueblo español y con mi trabajo natural y espiritual.

Los intelectuales han estado desde el principio con la República

Sostiene Juan Ramón que “la guerra de España ha dejado de ser una guerra civil para convertirse en una guerra de independencia”. Y agrega: “Por eso los combatientes no deben ser clasificados, atendiendo a su ideología, como «rojos» o «fascistas». Entiendo que ahora sería más correcto clasificarlos, atendiendo a su patriotismo, a su reacción frente a la invasión extranjera, como leales o desleales a España”.

Chibás quiere saber si los intelectuales españoles siguen estando al lado de la República. Pregunta a la cual Juan Ramón contesta: “Creo conocer bien a los intelectuales españoles (aceptemos esta vaga palabra por comodidad y rapidez), ya que he convivido con casi todos ellos durante años. Y creo también saber lo que cada intelectual hará en esta triste situación. Cada uno hará lo que ha hecho siempre, esto no tiene duda. Muchos casos nobles y otros menos nobles nos quedan que ver a todos. Hablando en términos generales, fíjese que hablo en términos generales, los intelectuales españoles de prestigio y autoridad, los verdaderos intelectuales, han estado desde el principio con la República Española. Casi ninguno de estos, por no decir ninguno, ha desertado de su puesto, hasta ahora”. Y apartándose del asunto, apunta: “Nada hay más falso que la pretensión rebelde de encarnar la espiritualidad de España. El clero y el ejército, columna vertebral de la insurrección, no tienen, en España, nada de espiritual. Es en el pueblo donde reside la fuerza espiritual de España”.

La siguiente pregunta es: ¿Brinda el gobierno garantía a la vida y la propiedad? Juan Ramón la responde con estas palabras: “El día anterior a nuestra salida de Madrid, me encontré en la calle de Leganitos, cuando bajaba del Monte de Piedad e iba por nuestros pasaportes, a Rafael Alberti con su mujer. Me preguntaron por nuestra situación y me ofrecieron dos milicianos para guardar nuestra casa de posibles contingencias. Les di las gracias y les dije que no me parecía bastante importante mi casa para inutilizar dos milicianos en defenderla”.

Pasa después a narrar que un día unos milicianos llegaron a su piso para preguntarle dónde se encontraba el dueño del edificio. Llamó entonces a un amigo que lo era también de ese señor para explicarle lo que ocurría. Una hora después el dueño se presentó. Los milicianos, comenta Juan Ramón, “registraron la casa con todo género de atenciones”. No hallaron nada comprometedor y preguntaron al poeta si él creía que esa familia estaba mezclada con el movimiento rebelde. Jiménez les contestó que aunque eran monárquicos, en su opinión estaban apartados de toda acción política. Y agregó: “Quiero hacer constar que desde ningún piso de la casa en que nosotros vivimos, aun cuando tres de sus inquilinos son monárquicos, se habían hecho disparos a la calle. Mientras nosotros estuvimos en Madrid, estos señores monárquicos dueños de la casa no volvieron a ser molestados. Ni los otros dos inquilinos monárquicos tampoco”.

A propósito de la situación que se vivía en ese momento en España, Juan Ramón opina: “Los dos bandos han cometido atrocidades, es cierto, pero mientras de un lado las autoridades republicanas han tratado de impedirlas por todos los medios, del otro lado las autoridades rebeldes las han alentado y hasta ordenado. Esa es la diferencia. Estando en Madrid escuché una noche por radio la más conmovedora arenga que podía oírse: un llamado de la Pasionaria dirigido a las milicias republicanas para que respetaran la vida de los prisioneros y respondieran con calor de humanidad a las atrocidades rebeldes. ¡Cómo contrasta eso con la actitud de Queipo del Llano predicándole a sus moros y regulares del Tercio la guerra sin cuartel contra los llamados «rojos» y excitándolos a no respetar ni las mujeres ni los niños!”.

Chibás, por último, indaga si el escritor ha tenido noticias de sus familiares en España. “Todas mis cartas dirigidas a familiares, amigos y sirvientes que están en territorio leal, algunas incluyendo dinero, han sido recibidas, el dinero inclusive. En cambio, las que he dirigido a personas que están en territorio rebelde, no han tenido contestación”.

Tras mirar el reloj, Chibás se da cuenta de que son las doce (presuntamente de la noche, aunque no lo especifica). Y le comenta al entrevistado: “Podríamos seguir hablando sobre estas cuestiones tan interesantes?”. A lo cual éste contesta: “Con mucho gusto. Cuando usted guste”. Al final del trabajo, se puede leer la fecha en que la entrevista tuvo lugar: La Habana, 19 de mayo 1937.