Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Música

Ernesto Lecuona como si fuese nuevo

En su noveno trabajo discográfico, Miriam Ramos revisita, con la colaboración de Ernán López-Nussa, la música del célebre compositor cubano y logra que sus canciones suenan distintas

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En el folleto que acompaña Siempre en mi corazón (La Seiba, sello discográfico de la Oficina del Historiador de La Habana, 2010), Ramón Fajardo Estrada cuenta que cuando propuso a Marian Ramos la idea de grabar una selección de canciones de Ernesto Lecuona (Guanabacoa, 1895-Santa Cruz de Tenerife, 1963), ella, dado el rigor profesional que la caracteriza, impuso un espacio de reflexión antes de dar la respuesta definitiva. Vino a hacerlo al cabo de un par de años, después de haberse orientado en la vasta creación musical de Lecuona y de buscar “los caminos a transitar para que los resultados de su tarea adquirieran matices de originalidad”.

El primer acierto de este impecable y hermosísimo trabajo está en la selección. Los doce títulos que integran el compacto ofrecen una muestra representativa de la producción musical de Lecuona. En lugar de acudir al repertorio más popular y conocido, Miriam Ramos optó por ofrecer una muestra representativa de la evolución del creador de Malagueña, al cubrir las cuatro etapas de su trayectoria como compositor. De la primera, que abarca hasta los años 20, escogió Se fue, Noche azul, Aquella tarde, Tus ojos azules, Madrigal y Soy razonable. A esos temas románticos incorporó el mundialmente famoso Siboney (1927). De la década de los 30, incluyó De cara al sol y Un ramo de flores, cuyas letras pertenecen a los Versos sencillos de José Martí. Del que viene a ser el tercer período, es Siempre en mi corazón (1942), otra de las canciones de Lecuona que mayor difusión han tenido. Por último, están Tú no tienes corazón y ¡Mira!, correspondiente a la década de los 50. Esas últimas composiciones, como señala Fajardo Estrada, denotan a “un autor más moderno en las concepciones armónicas, pero invariablemente romántico en las esencias”.

Son varias las ocasiones en las que Miriam Ramos ha contado con la colaboración de instrumentistas notables. Lo hizo ya desde su debut 1964, cuando en su primer recital como solista estuvo acompañada al piano por Frank Emilio. En Estás conmigo. Homenaje a Bola de Nieve (1998), trabajó con el pianista Andrés Alén, quien además realizó los arreglos musicales. Asimismo otro de sus compactos, Cantar la trova (2005), lo grabó con el tresista Pancho Amat. Para materializar el proyecto de Siempre en mi corazón, logró que al mismo se sumase el pianista Ernán López-Nussa, quien a pesar de su juventud, ha alcanzado una madurez propia de los consagrados. Ambos, no obstante, ya habían laborado juntos en Entre 1948 y 1960, segundo disco de la trilogía Miriam Ramos: La canción cubana, que aún no ha visto la luz.

Quienes conozcan esas canciones a través de las grabaciones que han hecho otros artistas, han de advertir que en el trabajo discográfico de Ramos y López-Nussa adquieren una sonoridad novedosa. Cantante e instrumentista demuestran fidelidad a los temas originales, pero a la vez las han interpretado a partir de sus propios estilos. Gracias a ese margen de creatividad que se reservaron, las canciones de Lecuona suenan distintas, sin que se trate de versiones libres. Ramos y López-Nussa han hecho lecturas personales y novedosas, pero en ningún momento las han alterado. Sus versiones son respetuosas, lo cual no significa que sean tradicionales.

Rehuir los caminos comunes y trillados

“Nos satisface de Miriam Ramos el carácter personal que imparte a su trabajo; su propósito de encontrar un estilo sin rebuscamientos, sin desvirtuar las melodías, portando de una seguridad que su propia musicalidad le garantiza; su deseo de manifestarse como intérprete en virtud de la calidad de lo que canta y no a expensas de ella”. Estas palabras, escritas por la compositora Marta Valdés a propósito del primer recital de Miriam Ramos, definen de manera cabal la estética de la artista. Sus notas distintivas son el buen gusto, la sensibilidad, el rigor, la preocupación por las cosas bien hechas, la inteligencia. Ramos siempre ha tenido la belleza como brújula, y eso la ha llevado a acudir a los mejores compositores, fundamentalmente cubanos, aunque también algunos extranjeros han hallado espacio en su repertorio. En éste aparecen, para citar algunos nombres, Sindo Garay, Manuel Corona, Miguel Matamoros, Salvador Villalón, Ignacio Piñeiro, Alberto Adams, Violeta Parra, Pedro Luis Ferrer, Agustín Lara, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.

Era, pues, natural que a esa selecta nómina en algún momento se incorporara Ernesto Lecuona. Incluso me atrevería a afirmar que era la asignatura pendiente de Miriam Ramos. Ahora bien, lo que no cabía esperar de ella es un disco con las canciones que casi todos conocemos, por ser las que más se han difundido, aunque no necesariamente sean las mejores. Ni tampoco que las interpretase siguiendo las pautas trazadas por otros artistas, que han puesto su voz a esos temas. En otras palabras, de ella cabía esperar un disco más personal, alejado de los caminos comunes y trillados.

Hice referencia antes a las doce canciones escogidas para integrar el compacto. Quien esté familiarizado con la música de Lecuona (valdría decir con parte de ella, pues resulta difícil conocerla toda: su catálogo es sumamente extenso y variado), notará que se trata, en general, de temas poco conocidos. Es cierto que no faltan Siboney, Siempre en mi corazón, Noche azul, cuya inclusión era casi obligatoria. Pero al lado de esos títulos, se hallan otros que seguramente muchos escucharán por primera vez. Así ha sido en mi caso personal, y confieso que particularmente De cara al sol y Un ramo de flores me depararon una gratísima sorpresa. Poquísimas veces la poesía de Martí ha ido musicalizada con esa delicadeza y con un lirismo tan sutil.

El otro aspecto novedoso del compacto descansa en las interpretaciones que Ramos ha hecho de esos temas. En lugar del Lecuona de los alardes vocales y los gorgoritos, a los que son muy dadas algunas cantantes, ella ha preferido optar por unas versiones más intimistas, que buscan entregar esas canciones en su sencillez esencial. En su voz limpia, cálida, educada, la música de Lecuona suena distinta, aunque en lo esencial mantiene su integridad. Aludí antes a la sencillez con que Ramos ha concebido este trabajo. El término, sin embargo, suele prestarse a equívocos, y por eso es pertinente precisar que aquí no es sinónimo de limitación. En Siempre en mi corazón no hay estridencias ni rebuscamientos. En cambio, hay una concienzuda y rigurosa labor, que se trasluce en la sabiduría con que ha valorado la corriente interna de cada composición; en el talento con el que logra dar a cada una el sentido justo, el matiz que mejor le conviene.

Esas interpretaciones encuentran el soporte sonoro idóneo en el trabajo de Ernán López-Nussa, quien además de ejecutar el piano, se encargó de la dirección musical y los arreglos. Coherente con la sobriedad de la cantante, aportó un acompañamiento que se sustenta fundamentalmente en el piano. No obstante, es pertinente apuntar que en las grabaciones contó con la colaboración de Enrique Plá (batería y percusión), Gastón Joya (contrabajo), Edgar Martínez (percusión), Jorge Luis Valdés Chicoy (guitarra), Julio Padrón (trompeta) y Ernesto Vega (clarinete).

En Siempre en mi corazón, López-Nussa demuestra que son merecidos los elogios que ha recibido, y también que las cualidades resaltadas por la crítica son inherentes a su estilo. En esas grabaciones se pone de manifiesto su condición de pianista elegante y refinado, más dado a la sugerencia que a las demostraciones olímpicas. Asimismo prueba que es un músico imaginativo, capaz de incorporar a los arreglos de base jazzística otras sonoridades. Para ilustrar esto, menciono el ejemplo de Soy razonable, tema al cual integra aires de bossa nova. Acerca del virtuosismo de López-Nussa, Leonardo Acosta comentó que siempre está en función de sus necesidades expresivas. En este caso, se trataba de arropar musicalmente y realzar el trabajo de Miriam Ramos, algo que López-Nussa cumple profesionalmente, pero sin renunciar a ser creativo. Cantante e instrumentista consiguen así una afinidad estética y una articulación orgánica, sin las cuales Siempre en mi corazón difícilmente hubiese alcanzado una factura tan impecable y un nivel de calidad tan sólido.

Cinco años se tomó Miriam Ramos para entregar el que viene a ser su noveno trabajo discográfico. La espera, sin embargo, ha valido la pena, pues ha vuelto por la puerta grande. Siempre en mi corazón está entre los mejores trabajos discográficos que se han publicado últimamente. Un lujo al alcance de todos.