Actualizado: 18/04/2024 23:36
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“La vida alcanza” en su vaivén de azares

Con esta obra, Eliseo Alberto llega a su libro número 16, y para alcanzar esta cifra ha elegido la publicación de un compendio de trabajos publicados en su columna de los jueves en el diario mexicano Milenio, de 2008 a 2010

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Vida: (latin: vita) Fuerza vital, existencia, tiempo, soplo, vigor, hálito, duración, decurso, azar, eternidad, edad, persistencia. Contemplación. Trascendencia. Dualidad alma-cuerpo. Fuerza interna sustancial mediante la que obra el ser que la posee. “Ayer se fue; mañana no ha llegado / hoy se está yendo sin parar un punto, / soy un fue, y un será y un es cansado” (Quevedo).

El escritor cubano Eliseo Alberto (foto de Ernesto Lozano)Foto

El escritor cubano Eliseo Alberto (foto de Ernesto Lozano).

La vida alcanza a pedacitos. La vida se planta frente a nosotros cada mañana y se apura a decirnos que está ahí como una muchacha que espera el beso de su novio. La vida alcanza en su brevedad, en su vaivén de trotes sorpresivos. La vida alcanza tal y como dura la melodía de un bolero pretencioso. La vida alcanza en los clamores. La vida alcanza para toda la semana. La vida alcanza para la “conversación en la penumbra” bajo la tenue luz de su presencia. La vida alcanza después que se acaba todavía. La vida alcanza lentamente, en rápido pespunte con hebras de cuerdas ensimismadas. La vida alcanza latiendo el corazón como si la vida se acabara prontamente. La vida alcanza por su afanosa presencia en nuestra vida. La vida alcanza para todos, para cada quien no importan las miserias ni los vicios. La vida alcanza si la miramos con los ojos de un niño apresurado. La vida alcanza como alcanza el amor siempre espumoso y desafiante. La vida alcanza para esperar su última oferta. La vida alcanza en el blando rescoldo de su bondad. La vida alcanza en el diccionario de su crónica. La vida alcanza en la fruición de vivirla. La vida alcanza para todos los peregrinos que cruzan su celaje.

La vida alcanza(Ediciones Cal y Arena, 2010), libro número 16 de Eliseo Alberto de Diego García-Marruz –Lichi--(Arroyo Naranjo, Cuba, 1951), compendio de trabajos publicados en su columna de los jueves en el diario mexicano Milenio de 2008 a 2010. Siete acápites y un Final feliz que subrayan el apego del autor de El retablo delConde Eros por el oficio periodístico. 56 textos que se mueven entre el reportaje, la crónica, la semblanza y el artículo en un muestrario en el que la amistad, la ternura, el dolor, las remembranzas, lo cotidiano, la soledad, los ensueños y Cuba son protagonistas. Ardores lingüísticos. Viñetas en el filo de frondas poéticas certeras. La prosa de Lichi inquieta por sus trazos, por sus luces de relumbrante aroma.

Portada del libro La vida alcanzaFoto

Portada del libro La vida alcanza.

“La vida alcanza para dejar una huella, una prueba de que uno pasó por aquí sin hacer daño, al menos a conciencia”, me dijo Lichi cuando le pregunté sobre los alcances de la vida. Folios periodísticos en los que la ternura es aguijón: “No le tengo miedo a la ternura. Me gusta contar lo que me dijo mi padre un día: ‘No le tengas miedo a la ternura: esa debilidad te hará fuerte’. Pienso que los hombres perdemos mucho tiempo cerrando corazas, con lo simple que es decir ‘quiero’ cuando uno quiere.”

Precedido por un afectuoso prólogo-presentación (“Queremos tanto a Lichi”) del periodista Rubén Cortés, en el que conocemos algunos detalles de las circunstancias existenciales del autor de Caracol Beach, nos adentramos en las frondas de una escritura que siempre nos pone en vilo: “Una ventana. Necesito tener delante una ventana para sentarme a escribir”. Y los lectores entramos presurosos a una geografía donde peregrinan criaturas de catadura inolvidable.

El periodista con las sandalias del poeta: el cantor con la cincha del cronista. Estos folios se balancean entre los atajos puntuales del periodismo y la fabulación del novelista: (“Silvio”, “Fina”, “Bolero”, “¿Rosas?”, “Mansión”, “Cesaire”, “Tren expreso”, “Un búho”, “La rosa”, “De soledades”…). “La momia”, reportaje en tres parágrafos, cabalga entre el relato y la crónica con teñiduras y vislumbres novelísticos (“Que el muerto no se siga muriendo”, ordenó Stalin.)

La vida alcanza o la suerte de tener entre nosotros a un prosista mayor que cada jueves nos hace la vida más blanda. Leemos estas planas con el asombro de vernos retratados. Cada mañana entramos —“despeinados, hambrientos”— a las estancias de Lichi: él sabe darnos un lugar preciso en su inventario.


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