Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Literatura, Literatura cubana, Cuentos

“Mis mejores cuentos”, de José Lorenzo Fuentes

José Lorenzo Fuentes está considerado el mejor cuentista cubano vivo y uno de los mejores de la historia de la literatura de la Isla

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“La inmediatez lo empequeñece todo”. Esta frase aparece en “Mascarón de proa”, uno de los dos textos, hasta ahora inéditos, que hallamos en esta (auto) selección de la obra cuentística de José Lorenzo Fuentes (Santa Clara, Cuba, 1928) y creo que la misma serviría para definir, en buena medida, el presupuesto estético de quien con razón está considerado el mejor cuentista cubano vivo y uno de los mejores de la historia de la literatura de la Isla; sin entrar a ponderar, trabajo del que deben ocuparse los críticos, hasta dónde su quehacer ha influido o ha repercutido en la cuentística hispanoamericana.

“Mascarón de proa” aborda varios de los asuntos que han obsesionado a José Lorenzo Fuentes (JLF) desde sus inicios en el género. A saber, el sexo como elemento puramente carnal, pero siempre vinculado a la belleza de la mujer como ingrediente preponderante, lo cual sostiene la inexorable supeditación del varón a la hermosura de la hembra.

En “Mascarón de proa” tenemos a una mujer de origen cubano, Gertrudis Mediavilla —narcisista por demás—, quien viaja desde España a la Habana en busca del testamento o mejor sería decir las memorias de su esposo no hace mucho fallecido. En la capital cubana la está esperando el fullero Willy Humara. Y aquí JLF inicia, como de costumbre, el escamoteo de la realidad, mientras se agrega con mano fuerte otro recurso que ha definido su creación narrativa: el Destino.

La otra pieza hasta hoy inédita que aparece en Mis mejores cuentos es “Desencuentro”, del cual es protagonista el saxofonista fracasado Aniceto Ordoqui, quien cuando comienza la acción no es más que un vendedor de dulce de coco en Nueva York. Si se puede tomar el delirio de persecución como tema, este es el de “Desencuentro”. Ordoqui traba una relación amorosa con Ivette, “que no era cubana como había pensado al principio, sino inglesa”... Y resulta que el uno comienza a sospechar del otro. Es decir, ella siente que él la espía y viceversa, si bien, con persistencia suma se han amado durante esos en días en que Aniceto ha succionado “el clítoris [de Ivette] para oírla gritar de placer, para oírla ronronear como una gata en el tejado caliente, o para adueñarse de su voluntad y sacarle información (las cursivas son mías).

Ya decía que en esta narración el delirio de persecución podría ser el tema principal. Y desde este partirá el lector hacia un viaje en donde la intensidad de lo contado, las variables que quedan abiertas, estremecen a la vez que nos prodigan esas sensaciones que resultan una especie de “desasosiego insertado en la avenencia”, y que únicamente los grandes narradores logran transmitirnos.

Son 21 los cuentos que corren a lo largo de las 213 páginas que, con un muy hermoso diseño tanto exterior como interior, debemos agradecer a la madrileña Editorial Verbum, la cual con esta publicación continúa en su línea de atesorar un envidiable catálogo.

Entre los cuentos que se hallan en el libro que nos ocupa, tenemos el ya legendario “Después de la gaviota” junto a otras piezas paradigmáticas de JLF, como pueden ser “Hierba nocturna”, “El último viaje en avión”, “El hombre verde”, o “Dos él”. Y tanto en estas como en las demás encontramos eso que tanto se parece a la magia y que tal vez se pueda definir como la justa verosimilitud a partir de una propuesta inverosímil. Algo que, dicho así, parece una frase más, pero que resulta un escaño extremadamente difícil de alcanzar por parte de esos escritores cuyo basamento fundamental es “La inmediatez lo empequeñece todo”.

“Y ahora un consejo, no se haga tantas ilusiones con la literatura. En Cuba no hay editoriales y muy pocas personas tienen interés en los libros de ficción. En fin, ejercer el periodismo es lo más provechoso. No sé si me hago entender”.

Lo anterior fue el consejo que recibió JLF en sus inicios de parte del gran novelista cubano Lino Novás Calvo, según aparece en la nota introductoria de Mis mejores cuentos.

En la misma nota JLF escribe: “En aquellos momentos yo entendía sus opiniones [de Lino Novás Calvo], pero acaso sin saber por qué, no podía renunciar a mi pasión por la literatura”.

Menos mal.


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