Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Ventana del lector

Quinquenio gris

Las angustias de los artistas cubanos, expresadas en una obra teatral

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(A René Ariza. Post morten)

Comedia dramática

Un manicero en Cuba.Foto

Un manicero en Cuba.

(Habitación casi vacía. Pobre nivel económico. Dos viejos sillones. Un marco de una foto algo grande apoyada sobre una mesa, en la cual vemos un búcaro con flores y un pedazo de vela encendida. Al lado un libro cerrado. En la pared, dos o tres pinturas inacabadas, donde se plasman rasgos que nos recuerda a obras de Antonia Eiriz, el miedo, la desolación, etc. Por el piso, yacen algunos libros).

(Él aparece sentado, enrollando pedazos de papeles para hacer cucuruchos de maní, que en el transcurso de la obra irá rellenando. De frente al público, el Otro).

Otro: Vine a buscarte.

Él: ¿Dónde es la cosa? Aunque estoy pelao para que lo sepas.

Otro: No. Nada de alcohol. Adivina.

Él: ¿A quién le tocó ahora?

Otro: ¡Hamlet! Deja lo demás.

Él: ¿Hamlet?

Otro: ¡Como lo oyes, mi hermano! Como lo oyes. ¡Al fin voy a lograr el sueño de mi vida! Dirigir el Hamlet.

Él: Ahora sí. No habrá quién te soporte.

Otro: Y como me dieron carta blanca para escoger el elenco… pensé en ti.

Él: ¡Aj!

Otro: Tengo el derecho a escoger a quien me convenga, ¿no? Y el primero que me vino a la mente fuiste tú.

Él: Nada, Aunque lo niegues. Fue con una de siete años, ¡y te arrebató!

Otro: Qué arrebatar y arrebatar. Si estoy más seco que el mismo diablo.

Él: ¿Y ese señor también le da a la botella?

Otro: Deja eso, anda. Lo que sí puedo decirte, es que francamente no quepo dentro de mí. ¿O es que no puedes imaginarte lo que es dirigir Hamlet? ¿Y máxime en La Habana donde prácticamente poco se ha puesto? Y si vine aquí, no fue por gusto.

Él: Tremendo tema el de tu visita, papa.

Otro: No es para menos. Es Hamlet.

Él: No te quito la razón.

Otro: ¿Entonces?…

Él: ¿Entonces qué?

Otro: Que pensé que al nombrártelo… no sé. Hasta te alegrarías y podrías cambiar de actitud. Como quiera que sea, a punto estuviste de protagonizarlo.

Él: (tarareando) Lo siento, mi amor, lo siento.

Otro: ¡Oye! ¿Qué pasa? ¿Todavía con los rencores a cuestas? En la vida hay momentos en que hay que dejarlos a un lado, es lo más saludable para el espíritu.

Él: Sí. Puede que tengas razón. No te lo discuto. Pero ya me acostumbré a pensar del lado en que vivo.

Otro: Pues estás muy mal, mi amigo. ¡Muy mal! Siempre te lo he dicho. Las oportunidades cuando se presentan, ¡a cogerlas! Porque si no, otros la aprovecharán. Y el día de mañana, cuando mires hacia atrás y comprendas lo que perdiste por tu propia culpa, el resultado es caer en desencantos y frustraciones.

Él: Ah, no. ¿También hay que soportarte en el papel de consejero espiritual?

Otro: Nada de consejero espiritual ni ocho cuartos. Sencillamente a ser de nuevo quién eras.

Él: Sencillamente no es tu día. Aburres.

Otro: Aburres, no.

Él: ¡Aburres, sí!, porque, ¿desde cuándo estás tratando de aconsejarme lo mismo como si fuera una cantaleta? ¿Eh? Que vuelva. Que vuelva. Que vuelva. ¿Que vuelva a ser quién era? ¿Eh? Y todavía niegas que aburres.

Otro: Es que me duele tu terquedad. Como ahora.

Él: Qué fino. Terquedad. Oye, esa palabra no abunda tanto en la calle. Además, con terquedad o sin terquedad no le hago mal a nadie. ¡Mira! Como te gustan. (Le brinda un cucurucho) ¡Calientitos y acabados de tostar!

Otro: ¡No! Hoy no quiero.

Él: ¿Qué? ¿Cambiaste para las tableticas de maní?

Otro: ¡No jodas, anda! Qué tableticas ni tableticas. Vengo aquí para ofrecerte el Hamlet después que me lo comunicaron, y mira con lo que me sales: primero, que vengo en tragos; y segundo, que tableticas.

Él: Y no estás en nota.

Otro: ¡No! No estoy en nota. Ya hace un mes que ni la huelo.

Él: ¿Un mes? ¡No! ¡No! ¡No! Deja eso. Quién te lo iba a creer. ¡Ah! Ya sé. Ingresaste en el club de los Alcohólicos Anónimos.

Otro: La voy a seguir cogiendo cuando pueda. Pero con este proyecto, no puedo perder el tiempo, porque lo que me espera no es fácil.

Él: ¡Claro! El Hamlet.

Otro: Aunque lo dudes.

Él: Pues mira. Y te lo digo sinceramente y fuera de jodedera. Me alegro mucho. Aunque siempre te lo he criticado.

Otro: ¿Criticado qué? ¿Que la dirija?

Él: (Como si fuera un comunicador de la TV) ¡No! La bebida es dañina para la salud. ¡Ódiela! ¡Olvídela! Destiérrela! ¡Apártela si no quiere perderlo todo!

Otro: Y todavía mantienes que olvidaste la actuación.

Él: No confundas.

Otro: ¿Y qué es lo que hiciste ahora?

Él: Un choteo choteísimo.

Otro: A veces no te entiendo, mi hermano. ¡Sabes! No te acabo de ubicar.

Él: No hace falta que ni tú ni nadie me entienda o ubique. Me conformo con lo que soy.

Otro: (En tono de burla) ¡Aaaaaaamén! El proscrito, cuyos ancestros provienen de los oscuros tiempos medievales, no es capaz de adaptarse a las realidades de la actualidad vigente. Por lo tanto, y casi como un edicto papal, lo envuelve negándose a la redención.

Él: ¡Vaya! Que te quedó bien. Tú sí eres Hamlet con sus dudas y todo. No yo.

Otro: Conozco mis limitaciones. Gracias que me di cuenta y cogí la dirección.

Él: Si la Martínez te oye…

Otro: Muchos lo han hecho.

Él: ¡Y como abundan! Porque por lo que me cuentan y comentan, en cualquier momento tendremos más directores que actores.

Otro: ¿Los criticas?

Él: ¿Yo? Cada uno que haga lo que estime conveniente. Y en tu caso, ¡a dirigir! ¡Sumergirte en el Renacimiento inglés ubicado en tierras danesas, donde las brumas y las traiciones de todo tipo están a la orden del día. ¿No fue tu sueño desde que ambos éramos adolescentes, allá en el puñetero pre universitario en el campo?

Otro: Pero ahora contigo.

Él: Con otro, niño. Con otro.

Otro: ¡No! ¡Contigo, coño! ¡Contigo!

Él: ¡Oye! Me van a acusar de escándalo doméstico.

Otro: Qué escándalo ni escándalo. Es que a veces me sacas de mis casillas.

Él: Y con la ojeriza que me tiene la Delegada del Comité…

Otro: Lo sé.

Él: Por eso mismo. Y además, con "la famita que me rodea… " Por lo tanto, hablemos de otra cosa y dejemos ese asunto. ¡Hum!

Otro: Ay, Señor. ¿Por qué siempre caemos en eso y no acabamos de echarlo en el olvido?

Él: Porque tú no fuiste ni eres maricón, querido.

Otro: ¿Acaso te vanaglorias de ello?

Él: Nunca me he avergonzado de lo que soy. Para que lo sepas.

Otro: Milagro que no han organizado un sindicato.

Él: Muchacho, ¿para que organicen otra parametración? Déjalo ahí. Déjalo ahí. Ni la pronuncies, por favor.

Otro: ¿Y entonces?

Él: Claro. Tú como siempre no tendrás problemas. Pero seguro que sí.

Otro: Está bien. Está bien. Pero ya pasó. ¡Pasó! No sé, pero… no se puede vivir arrastrando una culpa por el resto de la vida. A lo hecho, pecho.

Él: Y por lo tanto, como insinúas, ¡a olvidarlo! Le echamos encima un ácido bien corrosivo que la desaparezca para siempre y sanseacabó. ¿No es así?

Otro: Siempre el que menos tú piensas, arrastra también momentos que quisiera hacer desaparecer de sus vidas. Muchos lo logran. ¿Por qué tú no?

Él: ¿Hablas por experiencias?

Otro: Por supuesto. No soy perfecto. Y…

Él: Y claudicar.

Otro: Nada de claudicar. Sino ir hacia delante.

Él: Mira. Si quieres nos vemos después. Tengo que buscarme los pesos, mi hermano. Ahorita salen las fieras de la secundaria, y a vender mi producto made in Cuba.

Otro: (Mirando su reloj) Todavía es temprano.

Él: Pues gástalo por ahí. En lo que sea.

Otro: Eres de ampanga. Que uno llegue hasta esta destartalada cuartería, donde por desgracia vive uno de los pocos amigos que me quedan… y que el otro amigo le traiga una señora, y…

Él: Ofrécesela a otro. Anda. No me voy a poner bravo ni mucho menos.

Otro: ¡No! Tú puedes creer que no. Además, si mal no recuerdo, Roberto opinó siempre que tú podrías interpretar el Hamlet como pocos.

Él: Pobre Roberto. Y mira lo que le hicieron.

Otro: Sin embargo, lo mandaron a buscar después que junto a otros ganaron el pleito judicial. Y regresó.

Él: Era Roberto.

Otro: Tú puedes hacer lo mismo.

Él: Yo no soy Roberto Blanco, querido. Que de un gran actor y director teatral, lo enviaron para un almacén a cargar cajones. ¡Vaya! Que si se dice no se cree.

Otro: ¿Vas a criticarlo también porque volvió al Teatro?

Él: Jamás. Siempre guardaré un gran recuerdo de él. Y de todos los que pasaron por ese trance.

Otro: ¿Me permites un consejo?

Él: Si me vas a dar un teque político, prefiero que te vayas por donde entraste.

Otro: Nada de teque político, y no me voy a largar. Sólo quiero ayudarte.

Él: ¿Seguro?

Otro: ¡Seguro!

Él: Entonces, la mejor ayuda que podrías darme, es dejar este asunto. Solamente con mencionarlo, me entran ganas de ir al servicio de allá atrás, y no precisamente a orinar.

Otro: ¡Qué terco eres señor mío! Y lo mejor del caso es que antes tú no eras así.

Él: Ya lo dijiste. ¡Antes! ¿Y de qué me sirvió? ¿O es que también padeces de amnesia por conveniencia?

Otro: Te equivocas de medio a medio. Nadie debe olvidar esos años. Pero tampoco continuar arrastrándolos.

Él: (Como para sí) Da hasta pena que eso haya sucedido, cuando todos, ¡todos! luchábamos por unos valores para el Teatro que se fueron sabe Dios hacia dónde. Además, mírame bien y no te engañes a ti mismo. ¿Con esta cara de desahucio pudiera interpretar el Hamlet? Shakespeare mismo se encabronaría allá en su tumba.

Otro: Para eso están los maquillajes. Y quizás… quizás con una melena rubia…

Él: ¡Regio! Mira. Ni con maquillaje ni peluca rubia, querido. ¿Para qué? ¿Para parecerme a la Vedettísima, no?

Otro: Oliver y Smotunosvki lo hicieron con casi cincuenta años.

Él: Pero la dieta de ellos no fue arroz, chícharos y picadillo de soya.

Otro: No exageres.

Él: Bien. Exagero. Recuerda que soy cubano y vivo aquí.

Otro: Hijo, cuando te amparas en el no, cuesta trabajo sacarte de él.

Él: Mi yunta. Por favor, déjame terminar de una vez con los cucuruchos.

Otro: Sigue así. Vendiendo maní. Y viviendo en esta pocilga.

Él: A mucha honra. Pero no le hago mal a nadie.

Otro: Ay, conformismo. Qué daño le haces al mundo. Aquí tienes uno de los tuyos, que pudiera estar viajando en vez de… Déjame no decirlo.

Él: ¿Y tú? Vives en un nuevo apartamento. Tienes un Lada casi prehistórico. Te enviaron a España como si fueras una atracción turística, para poner allá “La catedral del helado”, mientras aprovechaste y te casaste con una madrileña por la iglesia. Tú. Casarte por la iglesia cuando no crees ni en tu sombra. Y por supuesto, con el consabido permiso de entrar y salir de Cuba cuando te salga de tus santísimas partes.

Otro: Ahora sí. ¿Acaso no puedo casarme con quién desee?

Él: Pero qué casualidad. Ninguna cubana de las tantas que hay te convino. Tuvo que ser con una española. Ay, cubanos, la inventan en el aire.

Otro: Tú sabes que a veces pienso que me ves como alguien superficial, o… o un aprovechado.

Él: Te acepto como lo que eres.

Otro: ¡Y qué soy para ti?

Él: Si fuera a decírtelo… No. No. Mejor así. Sigamos como siempre. Tú en lo tuyo y yo en lo mío.

Otro: ¿Vendiendo maní a los estudiantes de la secundaria?

Él: ¿A quién hago mal?

Otro: Hasta que te cojan y te pongan una multa por no tener licencia.

Él: A lo mejor sí, o a lo mejor no. Porque, y puede que no, si a los turistas que merodean por aquí, que lo husmean todo, ven a un inspector detenerme y ponerme una multa doy un escándalo de madre y padre y señor mío, donde les grito que tengo que vivir… Imagínate cómo accionarán sus camaritas digitales.

Otro: Pero la multa no te la quita nadie.

Él: ¿Y el escándalo que armaré? De seguro que mañana saldría mi foto en primera plana en El Nuevo Herald o en El País, con el título de Vendedor de maní acosado por la policía castrista, como dicen por allá con sus exageraciones.

Otro: ¿Y eso es lo que pretendes?

Él: Te equivocas. Soy todo lo contrario.

Otro: ¿Entonces?

Él: Que me dejen tranquilo. Como tú ahora, que con tu proposición no me dejas acabar de llenar estos cucuruchos.

Otro: Pienso que a quien le hace falta un trago es a mí.

Él: Conmigo no cuentes, porque si me viran con la cabeza para abajo, lo único que caerá en el piso será el carné de identidad. (El Otro saca del bolsillo unos billetes y le propone que coja algunos)

Otro: Ve a casa de Tony Rabieta y compra una botella.

Él: Aaaaah… Se ve que hacía días que no aparecías por aquí. Muchacho, si le hicieron un registro de película. Patrulleros, policías… Aquello pareció como si buscaran a un terrorista. Le cogieron como veinte cajas de Havana Club de exportación en pleno Casco Histórico.

Otro: ¡Veinte cajas! ¡Coño! ¿Y cómo supiste que eran de exportación?

Él: ¡Niño! Por lo sellitos verdes de las tapas ¡Ah! Pero ahí no paró la cosa. Con decirte que la mujer de Tony salió para la calle encuera en pelotas, insultando a los policías, y todo el mundo le vio hasta el culo y las tetas. ¡Y qué tetas! Tenía para repartirle a La Habana entera. Hasta que lograron meterla en un carro y llevársela junto al Tony. Nada. Una escena para filmarla y ponerla en Noche y Día.

Otro: Pobre Tony. ¡Ah! Espérate. Ve entonces con Donis el palestino. (Él se da cuenta que los billetes son CUC)

Él: Hummmm… Si son CUC. Como estás querido.

Otro: Me los envía mi familia de Miami.

Él: Ah.

Otro: Además, aquí cualquiera tiene CUC.

Él: Sí. Como tú, ¿no?

Otro: Oye. Ven acá. Ven acá. Que ya esto me está molestando un poco. Noto en tus palabras… ciertos matices cuando hablas, que a la verdad me da por pensar que me ves como si yo fuera un agente de la CIA infiltrado en el ambiente teatral cubano. Gano mi sueldo con los mismos que tú cobras por los cucuruchos.

Él: ¿Y de España qué trajiste? ¿Euros?

Otro: Algunos. Y los cambié para comprar cosas que me hacían falta.

Él: Ya sé. Porque todo el que viaja como tú, hace lo mismo: el aire acondicionado marca Westinghouse o LG, la batidora Phillips, porque las que venden en las shopins no duran ni una semana. ¡Y por supuesto! ¡Zapatillas! ¡Muchas zapatillas! Nike, Addidas, Overleast, porque las de aquí, se despegan sin avisarlo.

Otro: (Fijándose en lo que Él calza) ¡Eh! ¿Y ésas, querido? ¿Fuiste también a España?

Él: ¡De onda! ¿Qué te parece? Un turista que al ver cómo estaban las Zico que tenía puesto, me dijo: Please, wait for me, sir. Y como sé algo del inglish, lo esperé. Aunque supuse un flete, sabes. Pero no. Al poco rato se me apareció con éstas, regalándomelas. Y las Zico, por ahí. Espero llevárselas al Historiador de la Ciudad y que las incluya en una exposición con el letrerito que diga: producto de procedencia desconocida.

Otro: Qué bien se llevan la ironía y tú.

Él: Te equivocas. La detesto.

Otro: Pero siempre la tienes a mano.

Él: Cuando no me queda otro remedio. Más o menos como hacen otros.

Otro: ¿Otros?

Él: Sí. Los que se refugian en imágenes, porque si lo dijeran por lo claro, ya sabes.

Otro: Ten cuidado.

Él: ¿No Vivo en un país libre? (Se le rompe uno de los cucuruchos) ¡Coño! Este papel es tan fino que no aguanta el maní dentro. Y mira que le dije hojas gruesas. ¡Gruesas! Pero nada.

Otro: (Coge una de las hojas y la examina) Pues mira… ¿Dónde las venden? Porque estoy sin una para escribir mis anotaciones.

Él: Aj. Si todavía se cree que está en España, donde puedes comprar lo que se te antoje. ¡Claro! Si tienes Euros. ¡Pues no, divino! Una empleada de ETEXSA me los resuelve. Ya tú sabes cómo, ¿no?

Otro: Están buenas.

Él: Si quieres te doy unas cuantas.

Otro: ¿A cómo las vende?

Él: ¡Eh! ¿También metido en el contrabando? Cuando yo lo digo, aquí todos bailan el mismo baile.

Otro: ¿No vivo en Cuba?

Él: ¡Vaya! Ya salió del Aeropuerto y se internó en el ambiente real y nada maravilloso de la Isla.

Otro: ¡Ojo con Carpentier!

Él: Yo no he dicho nada.

Otro: Si no fueras tan punzante, serías con cucurucho y todo, el mejor de los habaneros.

Él: Yo no cuento para nadie, hijo.

Otro: Eso te crees.

Él: Aunque no sé si por suerte o por desgracia.

Otro: Pero ahora tienes la oportunidad a ser alguien.

Él: Con tu Hamlet, ¿no?

Otro: Mira. Esto es en serio. Yo sé que te hicieron un yogurt, que… que… ¡Es que no me gusta caer siempre en lo mismo!

Él: Nos persigue, hijo.

Otro: Eso de estar revolviendo la mierda…

Él: Al fin lo reconoces. Que todo lo que ocurrió fue una mierda. Y que me perdonen las mierdas.

Otro: A veces es mejor dejárselo al tiempo.

Él: ¿Y las cicatrices que dejó? Y no sólo ellas. ¿O acaso olvidas a los atentaron contra sus vidas? (Señalando al marco del cuadro) Ahí lo tienes, que tal parece que nos está mirando. ¡Veintiún año, cojones! ¡Veintiuno! Y todavía no me atrevo ni a botar la soga conque se ahorcó. Una promesa en la Plástica cubana, y… y mira como terminó. (Hay un cambio de luces. El Otro adopta la postura de un Censor)

Otro: (Cambia a otro personaje) Aprovechando las ideas morales reinantes en amplios sectores populares, la Homofobia y la hostilidad e intolerancia hacia otra diferencia en el modo de vida, y por ende, hacia todos los signos de originalidad, los homosexuales, machos y hembras no pueden seguir representando la vida de nuestros obreros y campesinos e intelectuales de nuestra Revolución Socialista, para eso, es un acuerdo unánime de todos los presentes a este Congreso de Educación y Cultura, la Habana, 1970. (Mientras el Otro dice este texto, Él se encamina y se pone detrás y en el centro del marco del cuadro. Ahora es el Pintor)

Él: Ayer me aplicaron la ley, por… porque vivía contigo. Me chantajearon. Uno de la Comisión me llevó para afuera de la oficina donde me citaron, y muy bajito me propuso que si te dejaba y me alejaba del ambiente, mi sanción sería si acaso de un año. Y hasta me dejarían exponer en México. Y cuando regresara, organizarme una en el Palacio de Bellas Artes. ¡Y me negué! ¡Me negué! Mi vida es mía y hago con con ella lo que me convenga. ¡Menos dejarte! (Vuelven ambos al presente) (Se aleja del cuadro) Así vivo. Así desde entonces. Así… ¿Sabes? A ti no te parametraron. No eras un…un no confiable. Porque esa era la otra. Para saberte un confiable, deberías estar dispuesto hasta de tirarte desde la azotea del FOCSA y gritar Patria y lo que tú sabes, mientras te lanzabas al vacío, como supongo eras tú.

Otro: ¿No puedo tener mis ideales?

Él: ¡Bravo! Cualquier día te veo participando en el programa Mesa redonda, hablando sobre el Teatro en Cuba.

Otro: ¡No jodas! Yo lo que hago es mirar hacia delante. No como cierta gente que estimo.

Él: ¿Directa al pulmón o al hígado?

Otro: Sólo pretendo que recapacites… Que no continúes con esa ceguera, que…

Él: ¡Ya! ¡Ya!

Otro: ¡No! ¡Ya no!

Él: ¡Ya sí! ¡Ya sí! ¡Te respeto pero respétame también!

Otro: Mi hermano. Mi hermano de los años de la croqueta con pan y la guachipupa. No puedes continuar viviendo así. ¿Crees que no me duele verte como vives? ¡Coño! ¡Soy tu amigo! El amigo de siempre.

Él: (Absorto) No sabes lo que es toparte de pronto y sin esperarlo… toparte con alguien colgado de una soga. ¿Sabes lo que es eso? ¿Y que ese colgado fue lo más grande de tu vida? ¡Mírame! ¡Mírame cojones! ¡Ten el valor de mirarme aunque sea!

Otro: ¡Basta por favor! Te destruyes más cada vez que me lo cuentas.

Él: ¡Y lo seguiré haciendo! Porque cuando menos lo pienso, la escena se me aparece intacta. ¡Intacta! Y lo peor de todo, ¿Quién coño pagó su muerte? ¿Quién? ¿Tú?

Otro: ¿Yo? Yo no tuve nada que ver con eso.

Él: Pero callaste como hicieron otros que se escondieron para no darse a notar. Se metieron el rabo entre las piernas y adiós Lola. Verdad que sí. Por otra parte. Y no dejo de reconocerlo. Hubo algunos que no estuvieron de acuerdo. Raquel, Silvia, Berta, Alicia, con su comunismo y todo, pero… Tal parece que en esos meses, quienes tenían los pantalones puestos fueron ellas. ¡Vete!, anda. Vete con ellos. ¡Arranca!

Otro: Menos ahora.

Él: ¡Pues habla de otra cosa!

Otro: Volveríamos a lo mismo.

Él: No fui el que comenzó.

Otro: Simplemente… Lo que deseo es ayudarte.

Él: Qué caritativo te pones cuando te conviene.

Otro: Eres un poco…

Él: Gracias. No hace falta que me lo repitas. (PAUSA)

Otro: Sólo me pregunto hasta cuándo arrastrarás esa condena.

Él: Hasta que pierda la memoria por vejez.

Otro: (Que tropieza con un libro de los que aparece regados en el piso) ¿No crees que eres un poco regado?

Él: Merecen estar ahí. Cualquier día los cojo para ir al servicio.

Otro: (Hojeando el que recogió del suelo) Pobre Carnet.

Él: Buen maricón.

Otro: Cuidado. Que es Premio Nacional de Literatura.

Él: Me limpio con eso.

Otro: Hizo bien. No se lo critico. Cuanto libro que escribe, libro que le publican. Y que conste, además buen poeta para que no haya dudas.

Él: Sí. Pero se vendió.

Otro: ¡Ah! Porque para ti, aparte de gay, puta. ¡Qué combinación!

Él: Por eso lo tengo ahí, en el piso, para pisotearlo cuando me lo encuentro en mi camino.

Otro: Llegará el día que sólo le quede la portada. (Levanta otro) ¡Uf! Y mira quién es: uno de nuestros mejores cuentistas. Por cierto, que yo sepa no es gay.

Él: Qué fino te has vuelto. ¡Gay! Siempre estás en la última.

Otro: Detesto la grosería.

Él: Aquí en esta Isla en peso, ésta, como dijo Virgilio, aunque sea tenemos eso. Le decimos a las cosas, al pan pan y al vino vino. Maricón, afeminado, que se dobla, que vuela, que…

Otro: No te conozco. Nada. Es este ambiente que ya te acorrala.

Él: Si te refieres a los aceres de los otros cuartos, ni me molestan, para que enteres. Aunque no me traten.

Otro: El machismo cubano.

Él: Mejor así. Ellos en su mundo y yo en el mío.

Otro: Vendiendo maní. ¡Y cómo lo pregonas! Que te he visto pregonarlo.

Él: A veces ni tengo que pregonarlo. El hambre olvida el canto. Y lo que no es el canto también.

Otro: No tanto. No tanto.

Él: Está bien. Déjalo ahí.

Otro: Es que tú siempre has sido así. Una cosa la alargas y la alargas hasta lo indecible. Y cuando parece que terminó, vuelves al principio. Sísifo debió ser pariente tuyo. Sí. No me mires así. Treinta y siete años más o menos que aquello pasó, y no quieres aflojar.

Él: Y eso es lo que te jode.

Otro: ¿Ni por mí?

Él: No sería el que soy. Y como hace rato me dijiste, burlándote de mí: ¡Aaaaaaamén!

Otro: Sácame de ese Amén. Soy tu amigo y debes creérmelo.

Él: ¿Y cuándo no te he creído? Porque por otra parte, y no lo tomes como una ofensa, pero tienes ese don de engatusar al más pinto de la paloma. Como aquella vez que me embullaste a trabajar en una obra puro aburrimiento, que el mismo Vicente optó por no continuar los ensayos.

Otro: Fallé. Lo acepto.

Él: Gracias que lo detectó antes de su estreno.

Otro: Sólo que ahora no creo fallar con Hamlet.

Él: Ojalá que te salga bien. Seré el primero en aplaudirte. ¡Y lo celebraremos con una buena borrachera!

Otro: Hay algo más que aplaudir. Por eso estoy aquí. Para que la protagonices.

Él: Nié.

Otro: (Sin oírlo) ¿Te imaginas si en la cartelera esa que ponen en la entrada de Teatro Estudio, aparezca escrito tu nombre así de grande?

Él: ¡Bravo! Regresó uno de los parametrados. Y todo por ti. Si de esta no te dan la Medalla por la Cultura Nacional, no sé qué decirte.

Otro: (Todavía en su sueño) Las interrogantes se convertirán en pan de cada día. (Finge otra voz) ¿Quién? ¿El que….? !Sí niña! Ay, pero si yo creía que se había del país cuando lo botaron por lo que ya tú sabes ¡Pues no! Está entre nosotros vivito y coleando. ¡Y en Hamlet para epatar más todavía! Ay… ¿Qué dirá ahora Armando Quesada cuando se entere?... ¡Seguro que lo ingresan en Terapia Intensiva!

Él: Para soñar no hay quién te gane.

Otro: (Ya en el presente) Por suerte, lo mantengo.

Él: Te felicito. La gente como tú, siempre estará en primera fila.

Otro: ¿Y tú en la última, no?

Él: En ninguna. Ya te lo dije: yo no cuento.

Otro: Eso huele a derrotismo.

Él: Es lo que soy: un derrotado. Y si lo dudas, mañana, hablo con Cuco el rotulista de la esquina, me hace un cartelito y me lo pego en la frente.

Otro: Cuidado con los cartelitos.

Él: No me digas que aceptar ser un derrotado huele a subversión.

Otro: Bien. Entonces di hasta aquí y ya. De ahora en adelante, a demostrarle a los que te aplicaron la ley que no ganaron la última partida.

Él: ¿Ahora? ¿Al cabo del tiempo? ¿Y con tantos años encima?

Otro: ¿Y qué? Mientras haya vida… todo el posible. En mi caso, la única será cuando me metan en la caja.

Él: Hay muchos tipos de derrota, querido. Muchos. Aún antes de que nos llegue la última.

Otro: ¿Y ya nada te alienta en la vida, hijo?

Él: (Mostrándole un cucurucho) Mi modus vivendi, y… y de vez en cuando coger una buena.

Otro: Sabes. Ahora que hablamos de eso, cuando te pasó lo que te hicieron, pensé que te habías ido en una lancha, como hicieron otros conocidos.

Él: No creas. Lo pensé. Hasta invitaciones tuve para montarme en una.

Otro: Pero cruzar el Estrecho en una lancha… o en una balsa, de noche…

Él: ¿Más oscura de la que me cayó encima?

Otro: Sufrí mucho por ustedes. Para que lo sepas.

Él: ¿Sí? Ay, querido (Va quedándose pensativo. Las luces disminuyen. Puede que se oigan notas musicales lejanas) Cuando salí de allí, después que me dijeron no podía continuar en el Teatro… la desorientación me golpeó, sin piedad… Sintiéndome sin fuerzas, sin… yo, que amaba tanto el Teatro, la actuación. Ese mundo mágico, tan mágico, que de pronto me borraban de él como un bofetón imprevisto… Recuerdo que me dio por caminar y caminar, sin saber hasta hoy en día por donde cogí… Y al regresar muy de madrugada a mi apartamento, siencioso, sin ecos, sin… como si todo se conjugara, o al menos, ponerse de acuerdo para entrever un escape, una salida… Y tenérselo que contar a Él… Él ya parametrado también. Tan parametrado que le dio por romper pinceles, tubos de pintura… los cuadros comenzados… (Señalándoles los que tiene colgados) ¡Míralos! Tal parece que adivinaba lo que nos caería encima. Que me niego a venderlos aunque no los terminó. Y se pasaba las horas sentado… allá, en el malecón… a cualquier hora, así estuvieran cayendo rayos y centellas… Sin hablar, con la mirada en el vacío, mientras yo trataba de convencerlo de que no perdiera la esperanza, que a mí mismo me parecía falsa, hueca, desterrada para siempre. Pero esa noche, cuando entré ni encendí la luz. Eso lo tengo seguro. No la encendí por no encontrarme conmigo mismo… ya convertido como en una sombra, y me fui recostando a una pared hasta quedarme dormido sobre el piso. Y al amanecer… cuando me desperté y alzar la vista, mi grito hizo que los vecinos rompieran la puerta, encontrándome con los ojos fijos en el cuerpo de él que colgaba de la viga del techo. (Hay una larga pausa) Nunca más volví a dormir allí. ¿Te enteraste, no?

Otro: A los pocos días y me propuse ver qué podía hacer por ti. Pero no pude encontrarte por ningún lado.

Él: Desaparecí como me habían desaparecido del Teatro.

Otro: Bastante trabajo me costó dar contigo a lo largo de los meses. Creo que fue por allá, en la ronera clandestina de Tomasito el Macaco, allá en Arroyo Naranjo. Sólo que nunca me has dicho lo que hiciste con el apartamento.

Él: Lo vendí. Sí. Lo vendí. Pero el dinero se me fue acabando, y…

Otro: No fuiste el único. Por suerte, al paso del tiempo cuando todo volvió a la calma, algunos pudieron salir del bache.

Él: Allá ellos. No me interesa los que volvieron. Como no me interesa cuando no pocos al verme por ahí vendiendo maní, me viran la cara.

Otro: Excepto yo.

Él: Un punto a tu favor.

Otro: Un amigo que hace lo posible y lo imposible porque vuelvas.

Él: No soy ningún ave fénix.

Otro: Hubo rectificación y muchos fueron reintegrados.

Él: ¿Tú hubieras regresado?

Otro: Posiblemente… sí.

Él: ¿Y la herida? Cerrarla y ya. Aquí no ha pasado nada. Y los causantes, libres de toda culpa y condena.

Otro: Poco después fueron separados de sus cargos.

Él: ¡Claro! No convenía que el escándalo se mantuviera. Hasta la misma prensa extranjera se hizo eco del asunto.

Otro: Esos lo que buscan es desacreditarnos cada vez que pueden. Los trapos sucios se lavan en casa.

Él: ¿Y todos esos trapos sucios lograron lavarse y quedar limpios?

Otro: Pienso que sí.

Él: Yo pienso que no. Aquí todavía ser gay como dices, no es nada bueno.

Otro: Algunos tienen grandes responsabilidades.

Él: Ay, hijo. Quítate la venda. Los mantienen para dar una buena fachada. Pero si rasgas un poco, lo que encuentras es el chisme contra ellos, el chanchullo, y esperan la oportunidad para bajarlos y poner a un macho a toda prueba, aunque lo que conozca de la Cultura esté al nivel de dirigir una granja avícola.

Otro: No polarices. En un grupo cualquiera, eso no se puede evitar. Yo mismo. Dejé el pellejo para dirigir mi primera obra. ¡Ño! Como me costó poner en escena El burgués gentilhombre.

Él: Y lo lograste.

Otro: Me quedó bastante bien. No como hubiera querido. Pero para ser la primera… La escasa crítica que mereció no me llevó tan mal.

Él: Fue una lástima no llegar a verla. Pero así es la vida. Unos suben, mientras a otros los bajan.

Otro: Oye. Oye. Así tampoco.

Él: ¿Sabes? En un libro que leí hace tiempo, y que no recuerdo quién lo escribió, se me quedó grabado una parte que decía que la alegría de uno, está sentada sobre la tristeza de otro.

Otro: ¿Por qué sacas eso?

Él: ¿Tú no recibías el aplauso al poner El burgués gentilhombre, mientras a mí me desaparecían del ambiente teatral?

Otro: Una cosa no tiene que ver con la otra.

Él: En cierta forma se complementan.

Otro: Bastante trabajo pasé para que me dieran esa oportunidad. ¡Bastante! Y nada menos que en pleno setentas, con el Congreso haciendo de las suyas.

Él: Y la parametración bailando su danza de victoria.

Otro: A veces pienso que esos años nos marcaron a todos.

Él: ¿A ti? ¿Por qué? Saliste ileso. No eras maricón y te tenían por confiable.

Otro: Y lo soy, aunque no me creo perfecto.

Él: Pero te mantuviste y te mantienes.

Otro: ¿Y por qué crees que Raquel dirigió en esos años El camarada mauser, que se convirtió en un verdadero perfomance de rebeldía y dio mucho que hablar?

Él: Ni me enteré.

Otro: Aquello alarmó a los dirigentes de Cultura. Captaron lo que Raquel sugería: estamos con la Revolución, pero no estamos con lo que están haciendo contra nosotros.

Él: Raquel Revuelta fue siempre Raquel Revuelta, aunque fuera más roja que el mismo rojo. Si todos hubieran hecho lo mismo…

Otro: En mi caso, bastante buches amargos pasé en esos años.

Él: Pero los olvidaste.

Otro: No creas. Todavía me queda algo por ahí.

Él: ¿Tú?

Otro: ¡Sí! Yo. ¿Por qué?

Él: No lo sabía.

Otro: (Demorándose un poco al hablar) A veces para escalar, necesitas mucho más que una escalera. Por eso… para enmendar, o… borrar mi actitud cambió de la noche a la mañana.

Él: Que borraste de un plumazo cualquier duda política que tuvieras.

Otro: Y lo continúo tratando, y… y quitarme de encima ciertas… ¿Para qué seguir?

Él: ¿Fueron tan malas?

Otro: La locura de esos años. Desequilibraban al más pinto de la paloma. No pienses que ustedes los gays fueron los únicos. Hubo de todo. Hasta de… ¡Nada! Dejemos eso. No manchemos más del presente que formamos parte de él.

Él: ¿De cuál? ¿Del de ayer o el de hoy?

Otro: Del que sufriste. Que a veces me parece como si fuera una costra pegada en nuestras conciencias… Y a pesar de que luchamos por borrarla para ser mejores como seres humanos…

Él: No te entiendo. Y mucho menos en ti lo que me dices.

Otro: Está bien. Está bien. No vine aquí para eso, ni eres un cura confesor.

Él: A veces nos hace falta descargar.

Otro: ¿Lo has hecho tú?

Él: A raíz de que me botaron. El ron fue mi compañero. Y entre tragos y tragos, se lo contaba a mis socios de la botella.

Otro: Me imagino cómo se sorprenderían.

Él: Para que veas. Me oían, como si les narraba una historia fantástica.

Otro: Carezco de esa actitud. Lo mío me lo como y no lo vomito.

Él: ¿Y yo no soy tu amigo como dices? Estamos para algo, ¿no?

Otro: ¡No! No puedo.

Él: ¿Te ayudo?

Otro: ¿Ayudo? ¿A qué?

Él: A que vomites.

Otro: ¡Qué sabrás tú!

Él: A lo mejor, sí. O a lo mejor, no.

Otro: No me gusta hacer a nadie partícipe de lo mío. Me tranco.

Él: ¿Temes que te saquen lo sucio? Digo.

Otro: ¿A qué te refieres?

Él: Siempre hay momentos en nuestras vidas que… que quisiéramos enterrar y olvidar.

Otro: Estoy contigo.

Él: ¿Y por qué no me cuentas? Soy tu amigo. Como dices. Y entre amigos, lo oculto puede perturbar esa amistad.

Otro: Si te refieres a… No soy gay. Ni critico a quien lo sea.

Él: Es verdad. No lo eres.

Otro: ¿Entonces?

Él: Además. Estamos en pleno 2007 y no en l970.

Otro: Ay, muchacho. Quédate ahí.

Él: No soy un ET.

Otro: Aunque de esos años salí ileso.

Él: Inmaculado como cualquier santo conocido. Pero…

Otro: Déjate de tantos peros, que cualquiera pudiera pensar en lo que no es.

Él: Si estamos solos.

Otro: ¿Y las paredes? Y en esta cuartería. A veces creo que algunos piensan que te visito para hacer "eso".

Él: ¿Y si lo pensaran qué harías?

Otro: Tendría que verte por ahí. No me queda otro remedio.

Él: ¿No te has dado cuenta que siempre tengo la puerta abierta?

Otro: Te lo agradezco.

Él: Deberás de agradecerme mucho más cosas. Lo que sucede es que… Ay, mi presunto amigo.

Otro: Presunto, no. De verdad.

Él: ¿De verdad?

Otro: ¿Y lo dudas?

Él: Creo que… que al llegar al punto este… Deberíamos hablar un poco más.

Otro: (Mirando su reloj) Tus fieras están al soltarlas.

Él: Deja ahora a mis fieras. Ven. Siéntate en este sillón. Viejo como yo, pero aguanta. Además, ya terminé. (El Otro lo mira extrañado) Siéntate, por favor.

Otro: Como siempre. Con tus intrigas.

Él: Nada de intrigas. Siéntate.

Otro: (Receloso se sienta) ¿Una escena de teatro?

Él: A lo mejor.

Otro: ¿Y ahora?

Él: Para comenzar… ¿Cuántos años hacen que nos conocemos?

Otro: Casi… Más de cincuenta.

Él: Hazte la idea que no nos hemos conocido.

Otro: Ay…

Él: Qué bueno sería, ¿eh? Y aceptemos que estamos más o menos por los doce o quince años. Y desde entonces y por el trato, parecemos… así, como hermanos.

Otro: Quién nos vería.

Él: ¿Qué? ¿Complejos?

Otro: Qué complejos ni complejos. ¡Sigue!, que no hay mejores años que ésos.

Él: ¡Sabía que te iba a gustar!

Otro: Sigue.

Él: Nos quedamos en que parecíamos como hermanos. ¿No es así? Y, por supuesto, lo compartíamos todo.

Otro: ¿Hasta las novias?

Él: ¿Por qué no? Sólo que… que en las clases uno de los dos parecía un poco… no mucho, inteligente, y le auguraban un gran futuro. Pero el otro…

Otro: (cort.) ¡Lo mató!

Él: ¡Ay, no! ¡Fó! ¡Qué horror! Pero un día, continúo, el otro…

Otro: (cort. otra vez) El que era el bruto.

Él: No, niño. De bruto nada. Pues, lo pilló en el baño de los varones, manoseándose con un compañero de aula.

Otro: Inteligente y maricón. Como tú dices.

Él: Por favor. Déjame terminar. Y como el inteligente posible ganaría un premio especial, irrepetible, no sólo en el aula, sino en toda el pre universitario… Que el no inteligente jamás podría obtener, porque su capacidad no llegaba para pretender llevárselo…

Otro: ¿Y?...

Él: Desde entonces, ese no muy inteligente sentía algo de envidia.

Otro: ¿A esa edad?

Él: La envidia no sólo es apta para los mayores.

Otro: No concibo a un muchacho envidioso.

Él: Sencillamente no los conoces. Son algo taimados cuando quieren.

Otro: Oká. Continuemos en esto tuyo, que por ahora no le veo el meollo del asunto. Y que conste, lo hago para complacerte. Pero… pero falta el conflicto de la escena.

Él: Ya lo entenderás. Pero ese joven…

Otro: El inteligente.

Él: No. El otro. ¡El otro! El mimado de la maestra fue y se lo contó. Y la maestra se lo pasó a la Directora. Y la Directora, ya sabes. Se enteró todo el mundo.

Otro: ¡Y se formó el trebenueve!

Él: Hasta mandó a buscar a los padres del inteligente.

Otro: ¡Lo botaron de la escuela!

Él: ¡Adivinaste! A la verdad, tienes una capacidad… Y el descrédito de que era un mariconcito hizo de las suyas. Por lo tanto, al no inteligente le dieron el famoso y único premio, que consistía en una beca para estudiar actuación teatral.

Otro: ¡Qué hijo de puta el jovencito!

Él: Sin embargo, el tiempo pasó y pasó como tiempo al fin… Y un día, de esos en que uno no espera nada en particular… Se encontraron, y qué casualidad. Pasaron por alto lo sucedido. Y… continuó la amistad, o el compañerismo, como quieras llamarlo.

Otro: ¿Pero el inteligente se quedó con las manos cruzadas? Es lo que no entiendo.

Él: Como fue la deshonra del pre y de la familia, ésta lo botó de la casa, y a pesar de de todo, pudo entrar también en el mundo teatral… Sólo que… Sólo que lo botaron. Y por esto, o por aquello, se convirtió en un borracho o vendedor ambulante. Y entre los dos, con el paso del tiempo… todo continuó tan normal… hasta que entró en escena, el personaje de la conciencia.

Otro: ¡Vaya! La parte melodramática de la trama.

Él: ¿Acaso no existe aunque no tenga cuerpo? Y esa sí que es de madre, porque nos aplasta y no nos deja vivir tranquilos, obligándonos a reconocer que actuamos mal. Hasta que el no inteligente averiguó donde vivía el que fue inteligente y… Y lo visitaba y le traía algo de comer… Pero…

Otro: ¿Hay algo más?

Él: Estamos por terminar la historia. Porque al otorgarle el premio al no inteligente para estudiar actuación teatral, como te conté, con un trabajo asegurado en uno de los grupos existentes, que… que casi resultó un fracaso que por poco lo botan de allí… y tuvo la idea de rescatar al ya borracho y vendedor ambulante para que lo ayudara en la última oportunidad de dirigir una obra. Obra más que importante y arriesgada.

Otro: (Saltando) ¡Yo no creo que tú…!

Él: ¿Creer qué?

Otro: ¡Esto es un invento tuyo!

Él: ¿Invento? ¿Invento mío?

Otro: Siempre te ha gustado fabular.

Él: Ah… Ahora es una fabulación mía.

Otro: No sabes nada de nada. Y por lo tanto inventas.

Él: ¿Acaso no sucedió algo parecido entre tú y yo?

Otro: Si es lo que insinúas, nunca fui un chismoso.

Él: ¿Eres capaz de jurarlo?

Otro: Tengo mi conciencia tranquila.

Él: Levántate. Sí ¡Levántate y arrodíllate ahí!

Otro: ¿Cómo un macho como yo arrodillarme? ¿Quién te crees que soy?

Él: No serás el primero ni tampoco el último. La historia de los que se han arrodillado no tiene nombre.

Otro: Esto huele a humillación.

Él: Me conoces muy bien. Soy incapaz de caer en semejante acción.

Otro: Pues, para demostrártelo y quitarte de encima lo que pienso me acusas…

Él: ¿Tienes miedo?

Otro: Los tengo bien puestos. Y para que lo sepas, lo hago para quitarte esa idea bochornosa en nombre de nuestra amistad. Habrase visto. (Se arrodilla)

Él: ¡Gracias! Ahora jura por tu madre que en gloria esté, que lo que denominas fabulación no es parecido a lo que sucedió entre nosotros.

Otro: No soy religioso.

Él: No importa. Algo de religiosidad llevamos por dentro, aunque ni nos demos cuenta. Jura. ¡Jura! Si estás limpio, no tienes problemas.

Otro: Palabra que no te conozco así. Además, con lo flojo que eres.

Él: Adivina adivinador.

Otro: ¡Nadie nunca me podrá acusar de esa hijeputada!

Él: ¿Estás seguro?

Otro: ¡Como que estoy así, arrodillado, que parezco un penitente!

Él: Qué bien te quedó eso.

Otro: Y para que lo sepas de una vez. ¡Nadie nunca me podrá acusar de semejante cosa!

Él: Ya me lo habían dicho, muchacho, ¡fuiste de los chivateaban a la Comisión!

Otro: No me digas. ¿Quién te lo contó? Otro maricón, ¿eh?

Él: Nada de maricón. La actriz con la que te casaste y después te abandonó al enterarse de lo que nos hiciste.

Otro: La muy cabrona. Después de que me pegó los tarros.

Él: ¿Con quién? ¿Con alguien de la Comisión?

Otro: Nunca me lo confesó.

Él: ¿Y si lo hubieras sabido?

Otro: Ya el tiempo pasó. No merece la pena joderse la vida por una puta.

Él: ¿Y si así y todo te enteraras? (Se hace un silencio) Fue la única vez que me acosté con una mujer. ¡Asco!

Otro: ¡Tú! No me digas. Un maricón convertido en macho. No te lo creo. Cualquier cosa, menos eso.

Él: ¿Sabes si todavía conserva en la entrada de lo que tú sabes mejor que nadie dos lunares? ¿Uno junto al otro de tamaños bastante grandes?

Otro: ¿Entonces?...

Él: El que la hace tiene que pagarla.

Otro: ¡Qué bajo eres! ¡Qué bajo!

Él: ¡Ah!, el bajo soy yo, ¿no? Bajo. ¿Y tú? Esto hacía mucho tiempo que deseaba restregártelo en la cara. Pero esperé. Esperé, porque no hay verdad más grande en la vida que un día tras el otro.

Otro: Te graduaste de hipócrita. Me lo guardaste para darme la estocada final.

Él: ¿Y crees que me siento bien con todo lo que ha sucedido? Y no sólo eso. Llegaste a convertirte en el clásico chivato. Fueron famosas las intrigas que moviste en el grupo, las zancadillas a quien se convertía famoso… Mientras nadie quería ser dirigido por ti, hasta que… hasta que por lo visto te dieron ahora el último chance con el Hamlet y embarcarte para siempre y así sacarte del grupo.

Otro: ¡No! ¡Malagradecido! ¡Yo soy uno de los mejores directores teatrales del país para que lo sepas. Y sólo lo que quería era sacarte de esta pocilga, ¡de este engendro! Y ahora me vienes con toda esa infame historia. ¡Uno como yo, que bastantes veces tuve que darte hasta dinero para que pudieras sacar los mandados de la bodega! ¡Cojones! ¡Mereces que te escupan la cara!

Él: Me la escupiste, pero de otra forma.

Otro: (Sin prestarle atención) Cada día me convenzo más que debimos ser más fuertes. Más…

Él: Y que todo continuara entre mediocres y oportunistas.

Otro: Era preferible.

Él: ¿Ves? Como tú algunos piensan así por ahí todavía. Y no dudo que cualquier día, por esto, o por aquello vuelva otra parametración. Ay, quinquenio gris. Qué asco. ¡Qué asco! (Agarra de un tirón la jaba rellena hasta el tope de cucuruchos de maní. Respira fuerte para encontrar fuerzas y sale de la escena, no sin antes mirarlo con lástima. En un tercer cuarto plano se oye la voz de Él) ¡Vaya! ¡Maniiiiii! ¡Coge tu rico maní aquí! (Repite su pregonar hasta perderse)

Otro: (Solo allí) ¡Y ahora a quién coño le encasqueto el Hamlet! (Apagón)



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