Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Zarzuela, Cecilia, Teatro

Una «Cecilia Valdés» irreconocible

Hay óperas y zarzuelas que se actualizan, sin respetar las épocas en que el compositor y el libretista las imaginaron

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Antes de abrirse el telón

La zarzuela cubana Cecilia Valdés, partitura de Gonzalo Roig y libreto de Agustín Rodríguez y José Sánchez-Arcilla, basada en la novela homónima de Cirilo Villaverde, se presentó en Madrid en el Teatro de la Zarzuela, del 24 de enero al 9 de febrero. Primera obra extranjera de ese género que se escenifica en dicho teatro.

Los responsables de esta puesta fueron: Dirección musical, Óliver Díaz. Dirección de escena, Carlos Wagner. Escenografía, Rifail Ajdarpasic. Vestuario, Christophe Ouvrard. Iluminación, Fabrice Kebour. Coreografía, Nuria Castejón. Todos parecen ser muy capaces en sus respectivas especialidades. Pero aún antes de presenciar el espectáculo, y sólo por las fotos del elenco, del vestuario y de la escenografía; y por las declaraciones y comentarios de algunos de los participantes y del director de escena, Carlos Wagner, se podía predecir el resultado.

Hay óperas y zarzuelas que se actualizan, sin respetar las épocas en que el compositor y el libretista las imaginaron. La mayor parte de las veces, además de resultar un bodrio, esa modificación es un ardid para epatar y ahorrarse el trabajo de impartirle a la obra original algo verdaderamente valioso y significativo.

La foto que ilustra el cartel promocional de esta Cecilia no tiene nada que ver con el personaje que ideó Villaverde, ni siquiera con la fisonomía de las protagonistas cubanoamericanas Elaine Álvarez y Elizabeth Caballero.

Que la versión se situara en una época antes de Castro, ya daba que pensar: antes de Castro, pero no tan antes (siglo XIX), como en la novela. O sea, que los hechos quedaban enmarcados entre la Colonia y el castrismo, «lo que permitirá recrear una historia llena de fiesta, azúcar y esclavitud en la Cuba de los años 50». (Frase tomada de la internet (Teatro de la Zarzuela, Sección Teatro Accesible).

De esa manera, se exoneraba a los españoles (los verdaderos villanos) de la crueldad de la esclavitud y otros desmanes; y se resaltaba la discriminación racial durante la época republicana (que, aunque reprobable, fue bastante moderada, si se compara con la de otros países, incluso EE. UU.) Y así, muy al gusto español, se insinuaba que las primeras cinco décadas del siglo XX fueron las culpables (exiliados de Miami incluidos) de todo lo malo que sucede en Cuba. Y ¡Viva la Colonia! Y ¡Viva el castrismo!

Después de abrirse el telón

Después de ver la trasmisión en vivo, el viernes 7 de febrero a las 2:00 pm a través de Youtube, es preciso hacer la siguiente aclaración.

Quizás no sea el director Carlos Wagner culpable de la mala intención que le atribuí, sino que fue un inocente error de su parte el trasponer y mezclar épocas, lo cual no favorece en nada la puesta, al contrario crea confusión y desvirtúa la línea narrativa de la trama: ¡Esclavitud en el siglo XX!. Aunque el resultado no lo exime de haber tomado una decisión equivocada.

Tampoco tiene perdón el decorado: elegantes balcones franqueando un mustio cañaveral, y otras incongruencias. ¡Y ese súbito despliegue de la bandera cubana!, alarde patriotero aplaudido por la madre de Leonardo que en otra escena se declara racista y defensora de la esclavitud.

Es también justo referirnos ahora a la labor de los cantantes, los bailarines y la orquesta.

La hermosa partitura fue muy bien interpretada. Los bailarines cumplieron a la perfección lo que la coreógrafa concibió (para bien o para mal).

Elizabeth Caballero estuvo maravillosa, su preciosa voz impartió el matiz requerido a las variadas escenas de amor y de tristeza. Muy bien Linda Mirabal, en el papel de Dolores Santa Cruz. Martin Nusspaumer, como Leonardo Gamboa; y Homero Pérez Miranda como José Dolores Pimienta se destacaron en sus roles de los rivales enamorados de Cecilia; aunque Nusspaumer no estuvo a la altura de anteriores interpretaciones suyas (por ejemplo: su Lensky, de Eugene Onegin con la Florida Grand Opera, en 2017 y otros conciertos en los que ha sido muy elogiado. Una revelación: la Isabel Ilincheta de Cristina Faus, voz y actuación impecables. Su dúo con Leonardo lo cantó con exquisito gusto.

Las escenas finales son las mejores. Ajenas a lo ilógico y estrafalario de esta caótica producción, merecen el calificativo de excelentes. Me refiero a la parte en que Cecilia tiene en brazos al bebé, y el Sanctus. Como en toda la obra, Elizabeth estuvo brillante, pero en estas últimas escenas, su actuación y el sentimiento que proyecta mientras canta es conmovedor. ¡Y qué voz, y qué bien la modula y la sostiene!, se olvida uno de todo lo que la rodea.


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