Actualizado: 23/04/2024 20:43
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CON OJOS DE LECTOR

Unas memorias estupendamente reportadas

Con 'El Mañana', Mirta Ojito confirma la tesis de quienes sostienen que los periodistas a menudo son los que escriben el primer borrador de la Historia.

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"Me estaba alisando los pliegues de la falda para sentarme cuando sentí pasos en la escalera que conducía a nuestro apartamento en un segundo piso. Al menos tres personas subían. Por la manera en que una de ellas pausaba cada dos escalones sabía que era nuestra vecina de los bajos y presidenta del comité de vigilancia de la cuadra. Otras dos personas, ágiles y fuertes, venían delante y tocaron a la puerta antes de que pudiera avisarle a mi madre, que había estado cosiendo un vestido y ahora estaba de pie, inmóvil, junto a la máquina de coser. Hebras de hilo amarillo salpicaban su falda marrón.

"En el reloj de plástico rojo sobre el televisor eran las once y cuarto de la mañana. Esperaba una seña de mi madre, pero no se movió. Entonces nuestra vecina rompió el silencio.

"¡Mirta! gritó jadeante. Abre. Es la policía. Que ya se van".

Así comienza El Mañana. Memorias de un éxodo cubano (Vintage Español, Nueva York, 2006, 342 páginas), el libro en el que la periodista Mirta Ojito rememora su salida hacia Estados Unidos a través del puente marítimo del Mariel. Para ella y su familia, al igual que para miles de personas, aquel hecho cambió sus vidas para siempre, y se justifica por tanto que haya querido volver sobre el mismo. Pero motivaciones personales aparte, ella misma proporciona un argumento de mucho más peso: la historia del éxodo masivo de 1980 no se enseña en las escuelas, no se debate en los programas de televisión ni en los foros públicos. Y recuerda que cuando un reportero del Miami Herald visitó el puerto del Mariel seis años atrás, pocos de sus habitantes querían hablar de aquellos miles de compatriotas suyos que se fueron en la flotilla. "Es como si fueran fantasmas", comentó al periodista un hombre.

Cuando Mirta Ojito decidió redactar su libro, habían transcurrido ya más de dos décadas de aquellos sucesos que en su momento ocuparon las primeras planas de la prensa impresa de muchos países. Eso obraba a favor suyo, pues cuando se escribe sobre experiencias autobiográficas resulta esencial contar con esa distancia que da el tiempo transcurrido, y que permite revivir los recuerdos de un modo más analítico y sereno. Para entonces además ella contaba con varios años de trabajo como periodista en The New York Times. En ese diario colaboró en la serie How Race is Lived in America, por la cual compartió en el año 2001 el Premio Pulitzer en la categoría de reportajes nacionales. Acometió así el proyecto cuando se hallaba debidamente preparada para realizarlo, y eso ha sido decisivo para el resultado final: El Mañana es una magnífica obra de periodismo investigativo, que viene a confirmar la tesis de quienes sostienen que los periodistas a menudo son los que escriben el primer borrador de la Historia.

Mas poseer unas vivencias como las suyas y convertirlas en memorias puede dar un texto interesante, pero eso no basta para que cristalice en un libro que sea un aporte sustancial a la comprensión de aquel crucial momento histórico. Mirta Ojito lo ha logrado porque en lugar de quedarse en el simple registro testimonial, como bien pudo haber hecho, sumó a ello una minuciosa e inteligente investigación sobre los antecedentes inmediatos y los entresijos políticos que provocaron el fenómeno del Mariel. Memorias reportadas llama ella a El Mañana, para resumir esa combinación de la crónica periodística y el género memorialístico. Lo que hace realmente es contar la historia personal de ella y de su familia, al mismo tiempo que las inserta en la gran corriente de la Historia. Quiso contar su propia experiencia como inmigrante, y para entenderla mejor indagó en la génesis de ciertos hechos.

Esas dos líneas que conforman el libro están tratadas con el estilo que mejor se adecua y les conviene. Para una y otra, Mirta Ojito adoptó además dos voces distintas: una, de tono más confesional, para hilvanar los recuerdos de la adolescente de dieciséis años que era cuando salió de la Isla; y otra, la de la periodista que hoy es, para redactar los capítulos de investigación documental e histórica. Estos últimos están basados en una meticulosa pesquisa de la bibliografía existente sobre el Mariel (artículos publicados en la prensa cubana y estadounidense, libros), así como en las numerosas entrevistas realizadas a los que Mirta Ojito llama sus "personajes". Ese material testimonial pasó a integrarse en el libro como un relato en tercera persona, aunque es oportuno aclarar que con ese estilo narrativo, al cual no es ajeno el buen periodismo, esos capítulos ganan en amenidad, pero no afectan en modo alguno la seriedad de las revelaciones y la solidez del rastreo que las sustenta.

Un retrato dolorosamente honesto

Pienso que un fragmento de uno de esos capítulos puede dar una idea mucho más clara de lo que quiero decir: "Con la amplitud de Quinta Avenida por delante, [Héctor] Sanyustiz aceleró y pronto alcanzó los 65 kilómetros por hora, 15 por encima de la velocidad normal para un autobús de ese tamaño en un barrio como Miramar. No había semáforos entre las calles 96 y 72, donde estaba la embajada. Apretó el timón y contuvo la respiración. Vio la casa antes de lo esperado. Luego los árboles. Uno, dos, tres. ¡Ahora! Todos los nervios parecían gritarle. ¡ Ahora! Pisó los frenos, que rechinaron con un ruido que seguramente atraería la atención de los guardias de atrás. Con todas sus fuerzas giró a la izquierda y luego súbitamente a la derecha, a sabiendas de que el peso del autobús podría volcarlo. Si ocurría, calculó, los árboles amortiguarían la caída y el autobús se enderezaría".

En los capítulos propiamente memorialísticos, Mirta Ojito traza un retrato dolorosamente honesto de su trayectoria. A diferencia de su padre, un hombre apolítico y de mentalidad independiente que desde 1961 empezó a planear reunirse con su hermano en Estados Unidos, para ella la salida de Cuba significó un conflicto. Durante los primeros meses no hacía más que soñar con regresar a la Isla, a su barrio, a sus amigos, a su antiguo novio. Le era difícil, escribe, "concebir un futuro sin Cuba. La isla y mis dieciséis años allá me halaban con tanta fuerza que algunos días sentía que me ahogaba. Con mi torcida óptica, formada en el socialismo, miraba todo y a todos con un poco de arrogancia y cierto velado desprecio. La moda me parecía decadente; las drogas, epidémicas; y la libertad, una quimera".

En Cuba, sin embargo, el porvenir que le aguardaba era muy incierto. Se destacaba como estudiante, sacaba buenas notas, mas llevaba el estigma de ser hija de "gusanos". Para sus maestras era "materia prima defectuosa", una niña inteligente que no llegaría a nada porque la actitud ante la revolución de sus padres se lo impediría. Su vida, apunta, se balanceaba en "una cuerda floja ideológica, desgarrada entre la escuela, donde me repetían constantemente que la revolución se había hecho para que niños como yo tuvieran un futuro mejor, y mi casa, donde la sola mención de la palabra 'revolución' les resultaba ofensiva a mis padres, sobre todo a mi padre".

Mirta Ojito refleja esa historia personal de inocencia, lealtades, miedos, traiciones, doble cara y presiones en un relato vívido, veraz y muy rico en detalles y ángulos humanos. En este sentido, ha declarado que la reconstrucción de aquellos años está corroborada a través de conversaciones con sus padres y su hermana. Asimismo el cuadro de Cuba que emerge de esas páginas elude caer en el panfleto, pues como bien señaló Antonio Orlando Rodríguez en su reseña del libro, éste no necesita de consignas para dibujar y denunciar el ambiente represivo y desesperanzador que alentó a decenas de miles de personas a escapar de su patria.

No menos fascinante es la reconstrucción histórica y documental que realiza Mirta Ojito en los capítulos titulados Héctor Sanyustiz: Una salida, Ernesto Pino:Embajada sitiada, Bernardo Benes: Nuestro hombre en Miami, Napoleón Vilaboa: La puerta de oro y Capitán Mike Howell: A bordo del mañana. En ellos sigue la pista de esos cinco personajes reales hasta el momento en que sus vidas confluyen en el punto de intersección que fue el éxodo del Mariel. Se trata, respectivamente, del hombre que condujo un autobús y lo lanzó contra la verja de la embajada de Perú; del encargado de negocios de esa sede diplomática, a quien tocó buscar una salida honorable al incidente; del prominente banquero de Miami que, a fines de los años setenta, inició el diálogo de un sector del exilio cubano con las autoridades de la isla; del hombre que ante la invasión masiva de la embajada peruana, sugirió al mismísimo Castro la idea de permitir a los exiliados de Miami que fueran a recoger a sus familiares; y del veterano de la guerra de Vietnam que navegó en su barco hasta Cuba para hacer una labor humanitaria. En esas páginas, las acuciosas investigaciones llevan a la autora de El Mañana a descubrir y sacar a la luz detalles históricos que hasta ahora se desconocían, y que constituyen revelaciones muy esclarecedoras.

Originalmente, el libro fue escrito en inglés y apareció en ese idioma en el año 2005, con el título de Finding Mañana: A Memoir of a Cuban Exodus. La prensa y la crítica norteamericanas comentó amplia y elogiosamente su salida, y eso llevó a Vintage Books a publicar la traducción al español, realizada por Orlando Alomá. Una decisión muy saludable, pues permitirá que muchos más lectores puedan admirar, como comentó Wendy Gimbel desde las páginas de The New York Times, la valentía, la sinceridad y la entereza moral de la escritura de Mirta Ojito.