Actualizado: 25/04/2024 19:17
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«Soy una neurótica conocida»

La actriz Mirtha Ibarra habla de su carrera profesional, a propósito del documental 'Titón: de La Habana a Guantanamera'.

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Mirtha Ibarra, la actriz que inspiró a Tomás Gutiérrez Alea más de una película, presentó en el Havana Filme Festival de Nueva York y en el Festival de Cine Latinoamericano de Chicago su documental Titón: de La Habana a Guantanamera. Se alzó con un premio del público. Dio una conferencia sobre el cine cubano. Firmó autógrafos. Y dio esta entrevista a CUBAENCUENTRO.com.

Mirtha Ibarra es una mujer con suerte. Nacida en San José de Las Lajas, a 30 kilómetros de La Habana, de padre fundidor de tanques de agua y madre despalilladora de tabaco, quiso ser artista. Se graduó en la Escuela Nacional de Arte. Su primer papel: La Alondra, de Jean Anouilh. Su primera película: La última cena. Ya era la musa del realizador de Memorias del subdesarrollo.

Meses después de que el cineasta muriera (1996), la actriz se sintió con fuerzas para registrar sus archivos. "Fue doloroso —reconoce—, ambos respetábamos nuestra intimidad; yo la de él y él la mía". Leer sus cartas fue violentar 23 años de matrimonio. Así nació el libro: Titón, volver sobre mis pasos, publicado en España, y luego en Cuba por Ediciones Unión. Primer lugar de ventas en la pasada Feria del Libro de La Habana.

Más que un epistolario a personalidades del cine: Tony Richardson, Sidney Pollack, Carlos Saura, Robert Redford, Cesare Zavattini, Costa Gavras, el libro (selección de Mirtha Ibarra) es una puerta al polémico mundo de Titón, a su materialismo, a su misticismo en busca de respuestas existenciales, a sus francas contradicciones con Alfredo Guevara y el ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica).

De este libro imprescindible para entender los laberintos de un cine en revolución, nació el documental que lo excede y lo limita. Aquí Titón narra qué motivó cada una de sus películas, sus avatares, su estética. Pero, el documental no muestra sus enfrentamientos con el dogmatismo ideológico. Leemos en el libro: "Las consignas, administradas con exceso, pueden crear hábito, alienación, torpeza, estupidez".

¿Quién produjo el documental?

La productora española Brother and Sister. El ICAIC me proporcionó el material de archivo, bajo el derecho de exhibir el documental en Cuba, hasta el año 2012.

¿Qué tiempo duró la realización?

Unos dos años, si contamos el tiempo que tomó buscar los fondos. Pero de meternos de lleno a hacer el documental, mucho menos. Eso sí, me pasé un año entero en Cuba registrando en los archivos del ICAIC y del ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión), y recopilando materiales en las televisoras españolas.

¿En qué lugares se ha exhibido?

En España se estrenó en el Festival de Cine de San Sebastián, después en Casa de América, en Madrid. En Cuba, en el Festival de La Habana y en el Festival de Cine Pobre de Gibara, donde Humberto Solás quería dar un homenaje a Titón. Ya sabes, también en Nueva York y Chicago. No tengo noticias de que, por ahora, se vaya a exhibir en ningún otro lugar.

¿Se está vendiendo el DVD del documental?

Esas son cosas que no me notifican. Parece que estoy excluida de la producción, porque no tengo noticias sobre si el documental se vende o no. Realmente mis relaciones con la productora española no son las mejores. Me dicen que dio pérdidas. Debo haber olvidado sumar.

¿Lo tiras a broma?

Titón me contagió su sentido del humor. Fue caricaturista del semanario Pitirre. Utilizaba el humor negro y la sátira en sus películas y en la casa. Ya estaba muy enfermo, cuando lo visitó Carlos Varela. Yo escribía en la computadora y le pregunté: '¿cómo se dice, fletear o flirtear?'. Y él respondió desde su cama: 'se dice mirthear'.

¿Cómo se conocieron?

En una fiesta. Yo estaba casada y fui sola a esa fiesta. Me lo presentan, junto al pintor Antonio Saura y su esposa Mercedes. Y cuando voy a la cocina a buscar un trago, alguien me agarra por los brazos y me trata de besar. Era Titón. Me molesté. Mi marido me preguntó por qué había llegado a la casa tan temprano, y le dije: 'un tipo se fresqueó conmigo'. Dos días después, Titón estaba tocando en mi puerta para pedirme disculpas. Comenzamos a vivir juntos en 1973.

¿Era tu sueño ligar a un director de cine?

No, para nada. No fue hasta 1976, cuando filmaba La última cena, que creó para mí el personaje de la mayorala. Era pequeño. La ahorcan en los primeros quince minutos de película. Y es que teníamos temor a trabajar juntos. Tuve que esperar siete años para que me diera un protagónico. Cuando escribió el guión de Hasta cierto punto, me dijo: 'este personaje es para ti'. Y no lo hice quedar mal. Me ganó el Premio Coral a la mejor actriz, en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

Pastor Vega y Daysi Granados, Manuel Octavio Gómez e Idalia Anreus, Manolo Pérez y Eslinda Núñez, Titón con Mirtha. ¿Ha sido el ICAIC asunto de unas pocas parejas?

Si un director de cine tiene una mujer con la que está compenetrado y, además, es actriz, ¿qué mejor que trabajar con ella? Me dicen "la Musa de Titón", quizá porque la repercusión de Fresa y Chocolate no la tuvieron otras películas; pero he actuado con otros directores cubanos y extranjeros.

¿Renunciaste al teatro?

Estuve actuando y dirigiendo en España una obra mía, Obsesión habanera, con Joel Angelino, el escultor de Fresa y Chocolate. Me fue muy bien de crítica y público, pero me cansé. No puedo pasarme años haciendo el mismo personaje. Me parece lo más aburrido del mundo.

¿Tu última película?

El cuerno de la abundancia, de Juan Carlos Tabío, donde hago La Charo, un papel breve, pero que se viene anunciando durante todo el filme. Me interesó porque se alejaba de los que había hecho anteriormente. La Charo es una mujer con prejuicios raciales, que se siente cacique en su pueblo y acaba largándose de la Isla en un camión anfibio.

¿Prefieres el teatro o el cine?

El teatro es la oveja negra de las artes. Demanda una energía atroz, es estresante, y tiene muy poco público. Hay quien dice que lo más bello del teatro es lo efímero, pero eso es contradictorio. Es hermoso escuchar los aplausos del público, pero también saber que tu actuación va a perdurar y poder criticar tu propio trabajo. Cuando me siento a ver una película mía, me destrozo, me digo: 'esto no lo debí haber hecho'.

Vamos a ver si es cierto: ¿cuál es tu peor película?

Algunas en las que he actuado no me gustan, han envejecido, como Otra mujer, de Daniel Díaz Torres. En cuanto a mi mejor película, no sé, prefiero hablar de mis personajes predilectos. Fue la Nancy de Adorables Mentiras —que a sugerencia de Senel Paz pasó a Fresa y Chocolate—, la que me abrió muchas oportunidades en el cine latinoamericano y español.

De la televisión, ¿qué me dices?

En España caractericé una paralítica malvada en la telenovela La verdad de Laura. No hacía televisión desde El Hombre que vino con la lluvia, en Cuba, con Luis Alberto Ramírez. Y fue magnífico. En las calles de Madrid me encontraba jovencitos que me preguntaban cómo podía ser tan mala.

Te compraste un piso en Madrid. Si te fue tan bien España, ¿por qué regresaste a Cuba?

A España la sentía como algo temporal, de paso, y eso me creaba una inestabilidad emocional, me impedía crear. Cuando llegué a La Habana, a mi casa, me encontré con mis recuerdos y el mar, respiré profundo. Y es que Titón y yo solíamos ir muy temprano a la costa, con patas de rana y snorkel para ver los peces mañaneros.

En Cuba siempre has sido una privilegiada: hiciste cine, viajaste el mundo. ¿Alguna vez te pusieron trabas para salir y entrar de la Isla?

Nunca. Mis amigos bromeaban que había fundado las jineteras, porque la primera vez que salí de la Isla fue casada con un francés. Éramos un matrimonio condenado geográficamente. Yo no quería vivir en París y él se quejaba de haber vivido cinco años en La Habana. Yo pertenezco a Cuba, aun con los problemas que hacen la vida tan difícil en la Isla.

¿Sería igual para ti si no hubieras conocido a Tomás Gutiérrez Alea?

Sería actriz. No sé si de cine. Pero sí estoy segura que estaría haciendo teatro. Ya había ganado varios premios de teatro cuando lo conocí.

¿Quizá te habrían vuelto a botar de Teatro Estudio?

¡Cómo te acuerdas de eso! Fue por ausentarme para la filmación de Plácido, de Sergio Giral. Llevé a juicio a Raquel Revuelta. Por supuesto, lo perdí. Raquel era una vaca sagrada. Pero eso es historia antigua. Y como dicen los yorubas: 'todo lo que pasa conviene'. Después de eso hice una decena de películas.

¿Tienes temor a envejecer?

Todos tenemos miedo a la vejez. Para mí, no se trata de un problema físico, sino mental. Siempre he sido despistada, olvido nombres, direcciones, rostros, y tengo el terror de que estos olvidos, tan pintorescos en una actriz madura, me conviertan en una vieja inútil.

Para ser una adolescente que alfabetizó en los sesenta, estás entera. ¿Te cuidas?

¡Cómo cosa buena! Diariamente camino desde mi casa en la calle 0 de Miramar hasta la calle 42. Y hago aeróbicos. Aunque últimamente me la he pasado de un lado a otro con el documental. Pero con tantas dificultades que viajamos los artistas cubanos, también resulta un buen ejercicio.

Hoy, jóvenes en Cuba, con una pequeña cámara de vídeo digital y una computadora, están haciendo un cine más ingenioso y mucho más crítico que el de medio siglo de ICAIC. ¿Estás al tanto de ese cine?

Claro que sí, hasta participé en un corto de Eduardo del Llano que se llama Homo sapiens. Un grupo de actores trabajamos en este cine independiente. Sus realizadores no reciben ningún apoyo del gobierno. No tienen ningún dinero para pagar actores ni técnicos. Y esta es nuestra manera de apoyarlos.

¿Películas en proyecto?

Me han propuesto actuar en varios filmes latinoamericanos, pero por la crisis económica los han ido posponiendo. Mientras, estoy escribiendo un monólogo para teatro, que se llama Neurótica anónima.

¿Algo que ver contigo?

No. Soy una neurótica conocida, de anonimato nada.

Vienes a Estados Unidos, eres una actriz que representa el cine oficial de Cuba. ¿Cómo te recibe el exilio?

En Nueva York y en Chicago se me acercaban muchos exiliados a felicitarme por el documental. Cuando voy a Miami, es a ver a Natalia, la hija mayor de Titón, que vino por el Mariel, y a algunos que eran mis amigos desde Cuba y lo siguen siendo. Pero en Miami no doy entrevistas, porque no quiero entrar en discusiones políticas.

¿Olvidas cuánto le hacen falta a Cuba las discusiones políticas? Esa pregunta no se la hice a Mirtha Ibarra, pero esta otra sí: ¿Crees que esta entrevista para CUBAENCUENTRO.com, que La Jiribilla acusa de ser una publicación financiada por la CIA, te pudiera traer problemas a tu regreso a Cuba?

No lo creo. Es hora de tender puentes entre las dos orillas.


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