Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Venezuela

Apariencias y realidades

¿Frenó a Hugo Chávez la derrota del 2 de diciembre?

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Hugo Chávez está por todos lados. Primero, se regodea con la liberación de dos mujeres colombianas que fueron, durante años, rehenes de las FARC. Luego, pide al gobierno de Álvaro Uribe que conceda a las narcoguerrillas el "carácter o estatus de insurgencia", un imposible absoluto. Más tarde, hace sonar las alarmas de una agresión inminente desde Colombia.

En el plano nacional, el presidente de Venezuela también va de un lado a otro. "Revisión, rectificación y relanzamiento" es su última consigna. Los cambios ministeriales, una amnistía para los opositores políticos y un tardío reconocimiento del sector empresarial como "parte de la nación" sugieren pasos incipientes hacia la moderación.

Al mismo tiempo, Chávez ha sugerido la convocatoria a un posible referéndum revocatorio para el año 2010 y una enmienda constitucional para la reelección presidencial indefinida. De nuevo solicitará a la Asamblea Nacional —bajo su control— que apruebe tal enmienda. No le importa que la Asamblea sólo pueda efectuar cambios constitucionales menores y que entre ellos no se encuentre la reelección indefinida.

Chávez está aún irritado con el voto del "no" el 2 de diciembre pasado, cuando los ciudadanos se pronunciaron en contra una presidencia vitalicia. Se había acostumbrado tanto a ganar elecciones, que nunca consideró perderlas. Luego de regañar a los tres millones de ciudadanos que votaron por él en las presidenciales del año 2006, pero que no acudieron a las urnas hace dos meses, Chávez parece estar sacando las cuentas de su derrota.

Inflación, inseguridad, corrupción

Las apariencias, sin embargo, pueden ser engañosas. ¿Sus cambios ministeriales constituyen un desplazamiento del radicalismo a la moderación? Quizás. Pero, ¿no sería la competencia la mejor prueba para los candidatos potenciales, como un litmus test? Los nuevos ministros son mejores que los antiguos, lo que no quiere decir mucho. Además, no hay indicación alguna de que se tomen medidas para solucionar los problemas que llevaron a tres millones de antiguos chavistas a abstenerse en la votación del 2 de diciembre: la inflación, la inseguridad y la corrupción.

Veamos la inflación. Con los controles de precios en vigor, Chávez anunció hace poco un aumento en los precios de la leche para estimular la producción. En forma simultánea, amenazó a los productores con la confiscación si la producción no se elevaba o si exportaban la leche para conseguir mejores sumas. Los controles de precios, sin fecha de caducidad, son iguales a inflación y, por consiguiente, desastre. Si acaso hubiera alguna reconsideración seria de la política macroeconómica del chavismo, ésta sería muy secreta.

De igual manera, la amnistía —elogiable por principio— es, más que nada, un espejismo vacuo, ya que no beneficia a los políticos opositores que viven en el extranjero ni a aquéllos presuntamente responsables por las muertes que se produjeron durante el fallido golpe de Estado de abril de 2002. Sin embargo, la amnistía de 1994 perdonó y liberó a Chávez y a su séquito, aun cuando su intento para derrocar al gobierno, en 1992, arrojó un número mayor de bajas.

Chávez, sin dudas, se enfrenta a retos mucho más serios. El "no" trajo a la luz tensiones dentro del chavismo que no han de ser resueltas con facilidad. ¿Podrán conseguir un punto medio de encuentro los que quieren hacer avanzar la "revolución" —como si el 2 de diciembre no hubiera pasado nunca— y aquellos que quieren que haya consolidación y reagrupamiento? ¿Podrán ahora los chavistas regionales y locales hallar el valor necesario para independizarse de Chávez?

Aunque retiene con mucho el poder, Chávez ha perdido el aura de político invencible que había reforzado su liderazgo. Si en efecto habrá de dejar la presidencia en el año 2013, sus poderes de persuasión disminuirán con rapidez.

Sus seguidores, por ejemplo, estarían tentados a arreglárselas por su cuenta en las elecciones municipales y regionales del mes de octubre. Aun si los chavistas ganan la mayoría de ellas, el chavismo ya no tendrá posiblemente el poder absoluto de hoy y eso es igual a una pérdida.

Hasta el 2 de diciembre, el sector del ni-ni —los ciudadanos que no están ni con el gobierno ni con la oposición— habían apoyado a Chávez en las urnas. Para ganarlos de nuevo, el chavismo tendría que metamorfosearse rápidamente en una socialdemocracia. Esas probabilidades son de una en un millón. Las falsas alarmas sobre una guerra con Colombia y la insistencia terca en la reelección indefinida confirma a los votantes por el "no" lo certero de su decisión.

El 23 de enero, ocho partidos de oposición se pusieron de acuerdo para presentar candidatos de unidad en el mes de octubre. Podemos —un partido antes aliado al gobierno— propondrá sus propias listas. Otros dos grupos que habían apoyado a Chávez previamente se unirán también para estas elecciones. Son, de verdad, buenas noticias. Pero no debemos olvidar que el 2 de diciembre Chávez debía perder y lo hizo. La oposición todavía tiene que ganar.


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