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Actualizado: 13/05/2024 23:57

Chile

En el umbral del mundo desarrollado

Crisis educativa e inexperiencia del gabinete: Los primeros cien días de Michelle Bachelet.

Michelle Bachelet sobrepasó recientemente la marca de los 100 días como presidenta de Chile. Pudiéramos decir que la luna de miel ha llegado a su fin, si no fuera porque la cruda verdad es que ni siquiera ha comenzado.

La oposición conservadora —frustrada con toda razón tras haber perdido cuatro vueltas electorales consecutivamente— ha confrontado a la presidenta desde su primer día en el puesto. El pasado 21 de mayo, al mismo tiempo que ella se dirigía en un discurso al Congreso por primera vez, los estudiantes tomaron las calles en una enorme demostración de protesta, y más tarde declararon una huelga nacional que dejó fuera de las aulas a cerca de 600.000 alumnos.

Inicialmente, Bachelet intentó manejar la crisis permaneciendo a un lado, sin incluirse directamente. Su ministro de Educación hizo exactamente lo mismo, enviando a varios subordinados para que negociaran con los estudiantes. El uso excesivo de la fuerza policial obligó a la presidenta a despedir al jefe de las fuerzas especiales.

Las demandas principales que reivindicaban los estudiantes eran las siguientes: tener pases gratis para el autobús, que no se exigiera el pago de una cuota para los exámenes de matrícula selectivos, jornadas escolares menos extensas y una revisión de los escalafones del sistema educativo, que mantiene a la educación pública en una categoría de cuarta clase.

Aunque la popularidad de la presidenta aún se mantiene firme, con un 56 por ciento, a partir de estos hechos ha habido un descenso de 11 puntos.

Los enormes retos que se avecinan

Lo que está en juego con la presidencia de Bachelet es mucho más que su condición de mujer. Chile se encuentra en los umbrales de poder convertirse en un país desarrollado. Lograr una democracia más receptiva a las demandas de los ciudadanos, reducir el pronunciado abismo de las desigualdades sociales y que se incremente la productividad en la economía, son algunos de los retos más urgentes a los que se enfrenta.

Como candidata a la presidencia, Bachelet prometió un gobierno a favor de los ciudadanos y una mejoría en la movilidad de las clases sociales. Y ahora son los estudiantes quienes la retan en relación con ambas promesas.

Las reformas de mercado y las ganancias en las exportaciones han impulsado el plausible crecimiento económico de Chile. De no haberse dado un crecimiento objetivo, una significativa reducción de los niveles de pobreza y un incremento en el sueldo medio per cápita, este desarrollo logrado hubiera sido imposible de alcanzar. Aun así, la productividad chilena está considerablemente atrasada cuando se compara con la de países con niveles similares de desarrollo, tales como República Checa y Hungría.

Sin un aumento de los índices de crecimiento, la movilidad social será una promesa incumplida. En los exámenes internacionales, solamente el 25 por ciento de los estudiantes chilenos obtiene resultados como el promedio de los de Rusia, Letonia y Malasia.

Más del 80 por ciento de la opinión pública apoyó a los estudiantes, lo que constituye un reflejo de la extendida insatisfacción ciudadana con el estado actual de la educación pública, y la creciente preocupación de la población demuestra que el malestar general no es únicamente una cuestión de justicia social. Sin una calidad educativa más equitativa para todas las clases sociales, Chile no va a trasponer los umbrales del desarrollo, y todos los chilenos resultarán afectados por ello.

Urge una reforma educativa

Bachelet ha propuesto aliviar a las empresas medianas y pequeñas con una reducción en el pago de los impuestos, y de este modo incentivar la creación acelerada de nuevos puestos de trabajo. Para el año 2010, la presidenta se ha propuesto doblar los fondos para desarrollar la investigación, dedicando para ello un 1% del total del producto nacional bruto. Estas son razones de peso para priorizar una reforma educativa profunda lo antes posible.

Pero como hemos visto hasta ahora, son únicamente los estudiantes quienes han intentado que se cumpla la agenda nacional prometida por el gobierno. Bachelet ni siquiera mencionó esto en su discurso del 21 de mayo.

En el año 2005, el Ministerio de Educación —bajo el mandato del presidente Ricardo Lagos— inició un diálogo con estudiantes de secundaria básica, quienes presentaron las mismas demandas que han sido reivindicadas recientemente en las calles. Ni Lagos, en sus seis años de mandato, ni Bachelet en sus primeros cien días, han tocado en su agenda ningún punto concerniente a la educación.

Los críticos más conservadores han acusado a Bachelet por las resoluciones que tomó para paliar la crisis —enviar un fondo emergente adicional de 200 millones de dólares para las escuelas públicas—, pues estiman que así se deja vulnerable al gobierno a cualquier demanda de otros grupos buscando su provecho.

Aunque tenemos que admitir que es una preocupación razonable, el hecho cierto es que con frecuencia las democracias, especialmente en cuestiones importantes que no son atendidas apropiadamente en el quehacer normal de la política, tienen que ser reivindicadas mediante métodos poco convencionales —pero excluyendo la violencia.

¿Habría aprobado el Congreso de EE UU el Acta de los Derechos Civiles en 1964 y el Acta por el Derecho al Voto en 1965, de no haber existido el Movimiento por los Derechos Civiles?

Mujeres en el gobierno

Un gobierno de y para los ciudadanos tiene que mantener los oídos bien abiertos y los pies en la tierra. Por no tener esto en cuenta, Bachelet ha sido sorprendida con la guardia baja. Sus iniciales tanteos a ciegas se deben, en buena medida, a su falta de experiencia.

No podemos negar que la presidenta está haciendo historia al ser la primera mujer que ha llegado a la presidencia de Chile, y también —una cosa es tan importante como la otra— por haber llevado una inyección de sangre nueva a los escalafones más altos del gobierno.

Las mujeres constituyen el 50 por ciento de su gabinete, y en los cuatro partidos políticos de la coalición de centroizquierda están debidamente representadas; pero en general no están todas y todos los que deberían. Estos jóvenes son hombres y mujeres capacitados, pero como ya ha sido admitido abiertamente, no poseen la experiencia necesaria que sí tenían sus predecesores. Bachelet está instrumentando un cambio importante en la coalición que está ahora al mando y que la Concertación, tras 16 años en el poder, necesita con creces.

La esencia de la política, igual que en la vida, es mantener un balance justo. Bachelet ha encontrado tardíamente su balance con los estudiantes. Ojalá que ella y su gobierno encuentren pronto el pulso firme y necesario que permita acelerar el paso de Chile al rango de los países desarrollados.

© cubaencuentro

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