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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Costa Rica

La asunción de Oscar Arias

El futuro de la gestión del mandatario costarricense y su significado para la región.

Cuando el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, asumió el poder el pasado 8 de mayo, se materializaba así el paréntesis de cordura que su escogencia significó en la ola populista que bate peligrosamente a América Latina. Menuda tarea la que tiene por delante. De cada 100 costarricenses, 20 se hallan en la pobreza, dos más que hace apenas tres años. El índice de inflación del pasado año llegó al 14,07 por ciento, siendo el mayor del lustro.

En el plan de gobierno del presidente Arias existen tres pilares fundamentales para apenas intentar el inicio de la reversión de ese proceso involutivo.

La aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC), ya urgente cuando el resto de los países centroamericanos se adelantan, la apertura del mercado energético y de las telecomunicaciones, y la aprobación de una reforma fiscal que aporte los recursos imprescindibles para la inversión social y la educación.

Es notorio que en Latinoamérica la izquierda radical ha establecido un frente en contra del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y los tratados bilaterales o regionales que pudieran fungir de precursores del mismo. El discurso de toma de posesión de Arias fue categórico en este aspecto: "Propiciar el aislamiento de Costa Rica de los grandes fenómenos del mundo moderno es una causa reaccionaria y una traición a nuestra juventud. No será mi gobierno el que, por miedo y por prejuicio, aísle a Costa Rica de la economía internacional".

La dirección del sector de la energía y las comunicaciones se halla concentrada en el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE). Este organismo autónomo ha devenido feudo de ejecutivos y sindicalistas, unidos en la defensa de sus privilegios y a espaldas de los requerimientos de modernización y competitividad que reclaman los tiempos.

Precisamente la oposición a la apertura del mercado de las comunicaciones y a la firma del TLC se ha convertido en la trinchera desde donde la izquierda, a un tiempo radical y reaccionaria, amancebada ideológica y financieramente por la entente Chávez-Castro, enfila sus municiones de desestabilización.

El mismo día de la toma de posesión estos grupos realizaron una manifestación contra el TLC. La organizaron precisamente los sindicalistas del ICE, José Merino, diputado ex comunista, y otros sindicatos minoritarios, y contó además con la participación de una parte del estudiantado universitario, siempre dispuesto a manifestarse contra lo que sea.

Activismo callejero incondicional

La legitimidad de manifestarse no es cuestionable, sin embargo, es la primera vez que en Costa Rica se da una marcha el día de un traspaso de poderes. Lo extemporáneo de la marcha no carece de intencionalidad.

En su discurso de asunción del mando, el presidente Arias señaló: "Hoy, una vez más, un Presidente libremente electo por los costarricenses transfiere su autoridad a otro Presidente también escogido mediante el sufragio de todos los ciudadanos. Y al igual que la repetición del amanecer no desmerece el milagro de la luz, la reedición de esta ceremonia no la priva de valor sino que confirma su carácter trascendente".

La histórica excepcionalidad de hacer coincidir la manifestación de protesta con esa ceremonia trascendente de relevo democrático e institucional, transmite un mensaje subliminal a la sociedad costarricense: el de desvalorización del sistema de transmisión de poderes mediante elecciones legítimas. Con ello se quiere disminuir, de cierta manera, la autoridad de la presidencia.

Por ser en día tan señalado, constituyó además la reafirmación por parte de esos grupos beligerantes de defender sus posiciones al margen de las instituciones democráticas. En las calles de San José y otras ciudades de Costa Rica veremos en los próximos días otros tantos capítulos de la revuelta urbana continental contra la aprobación del TLC con Estados Unidos.

A principios de este mes de mayo, en la llamada Misión Milagro partían hacia Venezuela 87 costarricenses para ser intervenidos quirúrgicamente de enfermedades de la vista en el Hospital Militar de Caracas. Si desde Venezuela acuden miles de ciudadanos a tratarse de ese tipo de afecciones en Cuba, es obvio que tras esta "generosa" misión se halla otro de los "milagros" del régimen de La Habana. Es con este tipo de generosidades que se compromete a sectores humildes del continente con el activismo callejero incondicional para con las posiciones del eje Habana-Caracas.

Una agenda de desarrollo

Pero no será sólo la agitación callejera el único obstáculo que deberá salvar el flamante presidente. Para la aprobación de la reforma fiscal y el TLC por la Asamblea Legislativa, el Partido Liberación Nacional (PLN), de Arias, cuenta con 25 de los 57 diputados que componen ese órgano. Acción Ciudadana (PAC), el partido de Otón Solís, el candidato que quedó por debajo de Arias por apenas poco más del 1% de los votos, conquistó en las elecciones 17 bancas, el Movimiento Libertario (ML) 6 y la Unidad Social Cristiana (PUSC) 5.

Cuatro partidos políticos lograron un legislador cada uno: Accesibilidad sin Exclusión (PASE), Restauración Nacional (RN), Frente Amplio (FA) y Unión Nacional (PUN). En principio, para la aprobación del TLC se contaría con los votos del PLN, ML y PUSC, así como sendos votos de los diputados de Restauración Nacional y del Partido Unión Nacional. En total 38 votos que serían mayoría.

Está por ver si esta especie de alianza táctica se concreta sin afectar los otros pilares del programa de gobierno liberacionista. Por ejemplo, el Movimiento Libertario que apoya el TLC y la apertura de las telecomunicaciones, se opone al Plan Fiscal.

En todo caso, la posición que adopte el PAC, principal partido de oposición liderado por Otón Solís, tendrá un peso importante en la agilidad con que el gobierno pueda adelantar su programa. Tanto Oscar Arias como el líder de la oposición han manifestado estar conscientes de la necesidad de la negociación y concertación para llevar adelante una agenda de desarrollo para el país.

En su primer mandato, de 1986 a 1990, el actual presidente se destacó principalmente en la esfera internacional cuando contribuyó de modo decisivo a la pacificación de la región centroamericana. Su capacidad negociadora y de persuasión fue reconocida por la comunidad internacional y le fue conferido el Premio Nobel de la Paz. Ahora, en su segundo mandato, le toca ejercitar esas cualidades para la concertación en el ámbito nacional. Sin embargo, el éxito en su gestión podría ser además una contribución positiva a la región, en medio de la ola demagógica y populista que la envuelve. Con su característico tono sosegado y voz apacible, Arias pronunció palabras contundentes, cargadas de la fuerza liberadora de la verdad:

"…la soberanía no se defiende con prejuicios ni con consignas, sino con trabajo y con planes concretos para darle prosperidad a Costa Rica. Un país que teme al mundo y no es capaz de adaptarse a él, inexorablemente termina condenando a sus jóvenes a buscar el bienestar más allá de sus fronteras. Si hace eso es menos soberano, es menos justo y es menos país".

De los diferentes sectores de la nación costarricense, de su opción por el consenso, por la capacidad para construir y dejar a un lado los cantos de sirenas de los Mesías externos y sus peones de adentro, pero también de la comprensión y la colaboración que tienen el deber y la necesidad de prestar los países democráticos de mayores recursos, dependerá que esas sabias palabras adquieran el inmenso poder convincente de la realización y de los hechos.

© cubaencuentro

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