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Joseluis Sito: Revolución y democracia

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Siguiendo el hilo del artículo La solución frente a la fatiga, de Joaquín Gálvez, reproducimos este comentario de joseluis sito, en torno a los conceptos de revolución y democracia:

Joseluis Sito: Revolución y democracia

El texto de Joaquín Gálvez contiene los dos sistemas de pensamiento enfrentados desde hace 100 años en Cuba. Posición reformista y posición revolucionaria, dos antagonismos que pocos han intentado reconciliar, y que no obstante son reconciliables.

Gálvez intenta convencernos de la necesidad de tomar una vía de salvación: esa de la reforma (“la primera busca las soluciones por medio de reformas”) por oposición a la revolución (”La segunda busca el cambio inmediato, radical, y se vale de los mecanismos de violencia”).

La reforma sería lo propio de la democracia y la revolución sería lo propio de las dictaduras. En todo caso las revoluciones terminarían siempre desembocando en sistemas autoritarios y peligrosos, según se desprende de su artículo. Luego sería indiscutible que la vía de la reforma es la única solución viable y saludable contra la fatiga, siempre según Gálvez. Termina diciendo que la democracia es una revolución permanente, cuando sostenía unos párrafos más arriba todo lo contrario: “la solución democrática […] busca las soluciones por medio de reformas.”

Parece ser que Gálvez está metido en una contradicción, en todo caso algo hay en su texto que no funciona siguiendo normas lógicas y coherentes. Es una apariencia, ya que todo discurso tiene sus propias reglas internas y su lógica inherente. Lo que Joaquín Gálvez (me parece) trata de salvar y reunir es la reforma y la revolución en un mismo molde.

Primero hay que decir que una democracia no es ni revolucionaria ni reformista, es un sistema político que no es ni un régimen. La democracia es una promesa, algo por-venir, es un sistema en constante devenir, siempre moviéndose, es en esto en lo que piensa Gálvez seguramente cuando emplea la palabra “reforma”. Reforma significa aquí cambio, modificación, evolución, etc. Los demócratas trabajan para reformar la sociedad, es decir, para cambiarla y modificarla mediante el apoyo de una sociedad civil y de sus libertades públicas y privadas. Entonces podemos decir que tanto los socialistas como los democristianos son reformistas, y hasta los comunistas y los anarquistas serían reformistas si actuaran dentro de mecanismos democráticos. La palabra reforma empleada por Gálvez no corresponde a aquella que se reserva habitualmente a los partidos conservadores, amantes de la paulatina reforma política y reacios a toda transformación espontánea o radical de la sociedad.

A la palabra revolución también le da el texto de Gálvez un significado preciso. Se trata del orden nuevo que se instala después de una revolución, de la institucionalización de la rebeldía originaria, de la revolución como sentido de la Historia. Algo que no tiene nada que ver con la rebelión en sí, con el rechazo total y general de cualquier poder asentado.

Según las teorías filosóficas marxistas o hegelianas, de las contradicciones de la sociedad tiene que emerger un orden nuevo indicando un sentido histórico. Este orden nuevo es la revolución y es esta definición reducida, pobre y llena de pequeñez que recoge Gálvez. Y sobre la cual se reposa para declarar en voz baja que la revolución es un “mecanismo de violencia”, puro y duro. Pero la revolución no es eso. Es otra cosa.

Los análisis, los textos y declaraciones de Michel Foucault sobre esta cuestión revolucionaria son indispensables, si queremos comprender algo a lo que significa la palabra revolución y a sus implicaciones.

Para Foucault la revolución es la experiencia de un acontecimiento, es la refutación de un poder, no es la llegada de un nuevo poder y de una sociedad más justa. La revolución es un acto puramente político, pero contra la política misma.

El movimiento de rebelión, de rebeldía, priva el poder de toda legitimación, lo deconstruye, lo zapa, lo invalida, lo dinamita. La revolución pone el poder al desnudo. La revolución es un acontecimiento de pura libertad, sin sentido de la Historia ni estrategia de clase, es un momento de fractura de la Historia.

Cuando Gálvez habla de “revolución permanente”, se refiere (en forma subliminal) a este acontecimiento de pura libertad. Porque sabe, como todos nosotros, aunque algunos inconscientemente, que una sociedad donde la revolución no fuera posible sería una sociedad muerta. Esta sociedad sin posibilidad revolucionaria sería una soledad, como lo dice Espinoza.

Entonces, frente al texto de Gálvez concluyo lo siguiente: la solución contra la fatiga es un acontecimiento, un movimiento, una rebelión, una rebeldía, en una palabra: una revolución.

La fatiga se vence cuando una fuerza de afirmación se alza y destruye la ilusión del poder, los mecanismos de ilusión del poder.

Hay que concluir más todavía. Si no existe una revolución sin manchas y en toda pureza, nos quedan las palabras de Deleuze: “Cuando se dice que las revoluciones terminan siempre mal, todavía no se ha dicho nada sobre el devenir de las personas después de la revolución.”

La democracia es una “reforma” constante, nacida a partir de una revolución, pero no puede ser una revolución permanente. Las revoluciones permanentes son el poder fosilizado. La democracia es más bien la posibilidad abierta del acontecimiento de una revolución, de esa contestación del poder, de esa ruptura.

Es esto el honor de una democracia, poder pensar hasta sus límites últimos. Es esto el deshonor de una dictadura, limitar e impedir cualquier revolución posible. Por eso la dictadura socialo-castrista no es una revolución, es una soledad en piedra.

La solución contra la fatiga es una revolución, entendida como puro acontecimiento de libertad contra el poder y sus mecanismos de ilusión, para instalar un sistema permanente de reformas que no excluye la posibilidad futura de otra ruptura sistémica.



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El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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