Actualizado: 25/04/2024 19:17
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La Columna de Ramón

Carta a Armando Oréfiche

'Usted vio que lo más suave que le esperaba era dirigir un combo en las UMAP y se fue a morir tranquilo junto al Atlántico'.

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De Madrid al cielo, que era Venecia antes de que Aznavour la inundara más con sus lágrimas. Y de ahí a la Ciudad Luz, a golpe de sabor criollo, debutando el 5 de octubre de 1934 en El Palermo, y luego en El Barco Ebrio, que se llenaba de hebreos sobrios como Moisés Simons, que pasaba allí un curso de cubanía por entregas, y le entregó aquellas joyas tituladas Folie Negre —que nada tiene que ver con La Negra Fulo— y Cubanacán, para ensanchar aquel repertorio raro de sus Boys lecuonensis que tocaban cosas afrancesadas en la pronunciación como Tabú, Hindú de Valdespí, Maria la O, y aquella Rumba musulmana que se vería muy mal a esta altura y le buscaría problemas con los parientes de Mahoma.

Volvió a olerse el mal cocinado que se avecinaba y regreso con su tropa dejando un buen sabor de boca en aquella gente europea que se esforzaba en entendernos inútilmente. Regresó a la patria potestad cuando todavía se podía conservar el buen sabor de boca, y le dio por girar entonces por países en construcción, como Japón y Uruguay. Ya había comenzado a componer, aunque dicen las malas lenguas que luego, con ese olfato tan fino, el olor a mancebos en flor lo descomponía.

Raquel Meller había estrenado en Barcelona su canción La filipina, y algunas boberías más como la famosa Mesie Julián. En esa fiebre del loro agarro el trillo de la rumba internacional y compuso su Rumba internacional, y de pegueta Antillana y culminó con La conga de Jaruco y Rumba azul, que era un homenaje a la color quebrada y esforzada que solían exhibir quienes asistían a esas manifestaciones bajísimas y folclóricas.

Ya le decían a usted Chiquitico, y de verdad que se esforzaba en serlo, aunque su talento lo engrandecía, al menos por dentro. Era inquieto y bajito, creativo y menudo —casi de pollo—, y con unos conceptos musicales tan avanzados que yo no se explicar ni siquiera en este siglo XXI porque soy ligeramente celta para la música. Así llevo a sus Lecuonas a debutar en Tropicana el 2 de febrero de 1945, y al compás del champán y el sabor de los corchos, le cambio el nombre a la agrupación, manteniendo el alfabeto cirílico.

Desde entonces fueron los Havana Cuban Boys, porque, aunque ya empezaban a estar cascaditos, se sentían muchachones. No se puede negar que lo de Boys pega dondequiera, sea Boys Scouts o Boysnas verdes.

Estaba en la cumbre, que es como se conoce la cúspide cuando la vida es un continuo ágape. Tan es así que la importante revista Variety le llamó el Gershwin antillano, o algo similar. Era usted muy antillano y ligeramente Gershwin, sobre todo de perfil. Entraba y salía, salía y entraba, y hasta inauguró la televisión cubana allá por 1950, invento que le diera al pueblo cubano tantos ratos gratos antes de que llegaran las mesas redondas y los culebrones interminables que narraba desde una tribuna Machote Cabrio.

Usted estaba por ahí cuando Él entró a La Habana. Y Él no ha perdonado nunca a los que estaban por ahí mientras Él estaba allí. Usted regreso en 1961. Entrando por Rancho Boyeros se le despertó nuevamente aquel legendario fino olfato a la altura de la Biblioteca Nacional, donde Machote decía en aquel momento cosas como estas: "el arte es un arma de la Revolución" y que "nuestro arte y nuestra literatura serán un valioso medio para la formación de la juventud dentro de la moral revolucionaria, que excluye el egoísmo y las aberraciones de la cultura burguesa".

Imagino que le dijo al chofer que regresara al aeropuerto. Usted seguía siendo bajito y le descomponían cada vez más los aromas salvajes de los muchachos en flor; membranas pituitarias enviaron un mensaje aterrador a su cerebro musical, y vio que lo más suave que le esperaba era dirigir un combo los viernes en las UMAP. Se fue a morir tranquilo junto al Atlántico, allá en Las Palmas —deliciosas— de Gran Canaria, el 24 de noviembre del año 2000. No sabía que la rumba paso de azul a morada, y más tarde negrísima, asfixiada, la pobre.

Muy Lecuona, pero sobre todo cuban Boy, Ramoy.


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