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Humor

La vuelta del caguairán

Las rogativas del exilio han sido imprecisas: murieron 'el que asaltó el Moncada', 'el que nunca suelta el micrófono' y 'el viejo dictador', pero ninguno de ellos era el Comandante.

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En estos días los amigos se me han acercado preocupados por una trascendental cuestión para los destinos de la patria: si el Comandante se moría, ¿de qué iba yo a escribir? Y eso me daba gracia porque, con la pregunta, mis amigos implicaban que mi falta de talento era tal que si el Comandante moría yo sería incapaz de encontrar una nueva fuente de inspiración. Pero estaban totalmente equivocados.

Puede que me falte talento para encontrar nuevos temas, pero, en cambio, el Comandante es inmortal. El Muro de Berlín cayó, desapareció la Unión Soviética y ahora resulta que Plutón no es un planeta, pero el Comandante sigue ahí como el Cañón del Colorado, la Muralla China, el Everest o Alicia Alonso. Aferrado a la vida (y a los noticieros) como un ama de casa a su turno en la cola, como un balsero a su balsa o como una ladilla a… su hábitat natural.

El Comandante ha demostrado estar hecho de esa sustancia incorruptible y trascendente de que están hechas las cosas destinadas a durar una eternidad, como ciertas religiones, la estupidez de los adolescentes o la construcción de la ochovías en Cuba.

Al difundirse la noticia de su enfermedad y del traspaso temporal del poder al hermano, los enemigos del Comandante empezaron enseguida a afilarse los dientes y a especular: que si estaba muerto, que si lo habían congelado como a Walt Disney para buscar rápido un modo de revivirlo antes del próximo apagón; que —y esto lo oí en el restaurante Versailles de Miami con estos oídos que se va a tragar la tierra— Ramiro Valdés (ministro del Interior de cuando lo más avanzado que tenía el ministerio en tecnología eran los perros pastores alemanes y las viejas del Comité) preparaba un golpe de Estado contra Raúl Castro. Que si Raúl Castro, como medida de prevención, había decidido cambiar de sexo —aunque no se sabía a cuál— y así despistar al enemigo. Y que Ricardo Alarcón preparaba otro complot contra Vilma Espín por si acaso ella era Raúl Castro disfrazado.

La Viagra del Comandante

Luego, en el cumpleaños del Comandante, aparecieron las fotos de este con un mono Adidas y todos los que se hicieron ilusiones con su estado de salud se hundieron en las tristes aguas del desengaño.

El Comandante apareció en las fotos con el bigote peinado y el mono deportivo, como si en vez de estar en un hospital se estuviera preparando para las próximas Olimpiadas para alguna competencia de velocidad (aunque fuera cuesta abajo en silla de ruedas). El principal objetivo era no salir en pijama, pues al parecer hay alguna relación entre usar pijama y la falta de virilidad. Aparentemente, para el Comandante estar en un hospital o dormir son cosas de homosexuales.


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