Actualizado: 25/04/2024 19:17
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A la caza de la Microfracción

Se cumplen 40 años del proceso por el que fueron encarcelados decenas de disidentes y antiguos militantes comunistas.

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La cacería, el proceso

Como en El proceso, la célebre novela de Frank Kafka, un día los integrantes de la Microfracción fueron detenidos sin que se presentaran cargos contra ellos, en una suerte de operación secreta signada por la arbitrariedad y el oportunismo. Como el Gregorio Samsa de La metamorfosis —otro de los clásicos del escritor checo—, los Josef K del totalitarismo a la cubana entraron a octubre de 1967 convertidos en no-personas.

"El primero de octubre nos detuvieron a Orlando Olivera y a mí", recuerda Félix Fleitas. Según el antiguo militante socialista, las detenciones se escalonaron progresivamente, de manera que el gobierno pudiera calibrar con precisión las reacciones de acólitos y opositores. "La Seguridad del Estado pinchaba los teléfonos de nuestros familiares y luego utilizaba esas informaciones para presionarnos en prisión".

Francisco Pérez de Armas fue secuestrado en plena vía pública el 8 de octubre. Dos hombres vestidos de civil, agentes de la Seguridad del Estado, abordaron aparatosamente su automóvil, obligándolo a ceder el timón. Un modus operandi prescindible, dado el carácter pacífico de la "conspiración", entre cuyos métodos no figuraba el uso de la fuerza.

"Me mantuvieron durante cuatro meses en solitario, confinado en una celda", recuerda Pérez de Armas. "Luego fui llevado a la caricatura de juicio que habían preparado las autoridades".

Los detenidos serían sometidos a presiones psicológicas e interrogatorios intensivos, con la espada de Damocles del chantaje familiar pendiendo sobre sus cabezas. Se les amenazó de muerte inclusive, y algunos de los disidentes acabaron por firmar documentos de arrepentimiento, como el propio Aníbal Escalante.

Durante el proceso "hubo de todo", incluidos los suicidios de los acusados Eurípides Núñez, en prisión, y Carlos Rentaría, ahorcado en su domicilio. En total, 36 hombres y tres mujeres fueron procesados arbitrariamente.

La mayoría de las acusaciones no existían como figuras delictivas en el Código Penal vigente. Los integrantes de la Microfracción serían condenados, en juicios sumarísimos, a penas de hasta quince años de cárcel (Escalante), mientras se marginaba laboral y socialmente a otros ciudadanos relacionados de alguna manera con la "conspiración".

La defenestración definitiva de Escalante

De todos los militantes socialistas detenidos en el Proceso contra la Microfracción, Aníbal Escalante era el más notorio. Había sido senador y figuraba entre los políticos más conocidos de la República al triunfo de la revolución.

En el momento de su detención, Escalante ya había sufrido, como secretario de Organización de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), el celo de la nomenclatura revolucionaria. Destituido y enviado a la Unión Soviética durante el llamado proceso de "crítica al sectarismo", en 1962, había retornado a Cuba en circunstancias en que la Microfracción alcanzaba cierta envergadura política.

El Proceso contra la Microfracción giró en torno a la defenestración de Escalante, una personalidad cuyo ascendiente poblaba las pesadillas de los hermanos Castro. Sin embargo, afirman todos los entrevistados para este reportaje, el dirigente comunista no había sido, ni muchos menos, el impulsor del movimiento. Pero fue acusado de "ambicionar el poder" y señalado por la dirigencia castrista como el máximo responsable de la "conspiración".

"En realidad, Escalante fue promovido por nosotros", puntualiza Francisco Pérez de Armas. "Básicamente, lo que él hacía era aceptar o comentar nuestras críticas en torno a la situación del país".

Asegurándole que el documento circularía confidencialmente, la policía política del régimen persuadió a Escalante para que escribiera una carta autoinculpatoria, subrayando su arrepentimiento. Más tarde, la misiva sería publicada en el periódico Granma.

"Nunca antes lo había visto llorar", refiere Félix Fleitas, quien acompañó al líder defenestrado en prisión. "Sufrió al descubrir que había sido engañado por la Seguridad del Estado, cuando su carta de arrepentimiento, supuestamente para consumo interno, apareció en el periódico". Escalante, a instancias de la inteligencia cubana, había reescrito el documento tres veces, hasta satisfacer las exigencias de sus carceleros.

El antiguo dirigente comunista moriría pocos años después en prisión, a consecuencia de una intervención quirúrgica aparentemente rutinaria. Como Saturno, el totalitarismo devoraba a sus propios hijos. Pero también a sus propios padres. Escalante —como Abrahantes, como Ochoa, como tantos otros— es uno más en la larga lista.


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