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Duendes, Misterios, Naturaleza

SOS para los duendes del bosque. ¿Realidad o ficción?

Hay tantas incógnitas aún en la existencia y en la naturaleza

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Investigadores, Laguna Negra [1] y Monje Loma [2] en España, así como del Amazona en Brasil afirman la existencia real de duendes. Estos protectores de los duendes en sus respectivos países tratan de demostrar, mediante videos, que no se trata de leyendas folclóricas, como durante siglos se ha aseverado ante lo insólito de sus apariciones, lo inexplicable de la conducta y la falta de un estudio que pueda explicar la presencia de esos entes minúsculos, que habitan determinadas regiones como parte de la diversidad del ecosistema del planeta tierra.

Estos y otros estudiosos se han dado a la tarea de mostrar el habitad, las costumbres, e incluso las emociones y el carácter de diferentes tipos de duendes. Explican que como viven en colonias en troncos de árboles y bajo tierra en pequeñas cuevas construidas por ellos mismos, se alimentan de moluscos extraídos de pequeños caracoles, semillas de árboles y otros ingredientes de la flora y fauna que pueden servirles para tal propósito. Los muestran como seres inteligentes, capaces de articular palabras y según ellos —en ocasiones— viven en casa de los humanos compartiendo su alimentación y hasta sus hábitos y costumbres [5] y [6].

A mi modo de ver, si es real la existencia de estos elementales de la naturaleza, se impone una atención mayor que entraña el estudio riguroso, para poder discernir un procedimiento consecuente que evite a toda costa que personas sin escrúpulos se presten al tráfico de estos sujetos, como sucede con diferentes especies de animales y aves exóticas. Se podría evitar también que otros humanos puedan apropiárselos y mantenerlos en cautiverio como se tiene a un pájaro en una jaula; y hasta que algunos quieran utilizarlos para ofrendas en ceremoniales religiosos.

Por otro lado, si existe promiscuidad entre los humanos y estos entes extraños puede generar enfermedades hasta ahora desconocidas, sin excluir el desarrollo y la propagación de virus contagiosos que puedan derivar en epidemias y propagarse como pandemias por diferentes partes del planeta.

Según los materiales visuales, existen evidencias también de que en la Patagonia argentina hay duendes con características específicas propias de ese habitad [3] y [7]. Si jugamos con la imaginación, esos argumentos sembrarían dudas sobre el cuento de “Blanca Nieves y los siete enanitos” como fruto de la ficción de los hermanos Grimm, al inspirarse en la traumática vida de la princesa alemana, sino que puede haberse nutrido con uno de esos incidentes insólitos experimentado por alguien y difundido por tradición oral, como tantos relatos que animan la fabulación en diferentes partes del mundo.

Como cubano interesado siempre en la historia y tradición cultural del país, pienso que Cuba no sería una excepción. En la pesquisa sobre posibles duendes en la isla, hay una cita que podría acercarnos al tipo de duendes que allí se identifican. Según un artículo publicado en Todocuba [4] “El fértil e inagotable imaginario cubano, siempre ha tenido sus propios duendes. De todas las criaturas fantásticas del monte, hay tres que se han ganado el récord de permanencia en la memoria folclórica. Chicherecúes, babujales, y güijes… los tres duendes más conocidos del imaginario cubano”.

Claro, estas apariciones forman parte de las leyendas afrocubanas y se identifican con el imaginario popular, el folclor y cuentos de caminos que salen de la creatividad e imaginación de tradiciones ancestrales. Sin embargo, el origen pudiera estar vinculado con acontecimientos incomprensibles para los que han habitado las regiones montañosas, que luego se han ido coloreando con la invención propia de la savia popular, hasta convertirlos en leyenda.

Al motivarme por el tema, hice una traslación mental a los primeros años de la década del 80 del pasado siglo sobre un suceso para el que nunca tuve explicación objetiva. En esa época, mi padre ya no era propietario de lo que fue su finca en las estribaciones de la Sierra Maestra, pero conservaba la casa y el batey donde pasaba mucho tiempo. Uno de los pocos vecinos que quedaban en la comarca, lo fue a visitar y le dijo:

—Moro, quiero desmontar un pedazo de tierra para sembrarlo de frutos menores, pero cada vez que llego al lugar me caen a pedradas y me lanzan chorros de tierra, sin que yo pueda ver quienes lo hacen.

Mi papá con una buena dosis de incredulidad le contestó:

—Si a ese lugar no entra nadie. En más de cuarenta años de vivir en esta sierra, nunca escuché cosa igual.

El vecino muy seguro de lo que decía y tratando de que él creyera, continuó:

—Bueno, mañana paso por aquí y vamos juntos para que tú veas; a veces pienso que me estoy volviendo loco.

Al otro día como acordaron, acudieron los dos al lugar y papá, que era muy escéptico, pudo comprobar la lluvia de piedras y tierra que se abalanzaron sobre ellos, como si salieran de la entraña de la tierra. En otros tiempos, papá hubiera dicho que eso eran “cuentos de caminos”, pero al ser testigo del hecho, quedó tan desconcertado como el vecino.

Creo que motivado por la necesidad de compartir aquello con alguien que no fuera a tildarlo de loco, papá —impresionado todavía— me hizo el cuento un poco después, y en ese momento me vino a la mente el incidente que me ocurrió, si mal no recuerdo, en 1973 en compañía de alguien, que tampoco me atreví a revelar.

Estaba trabajando en el Servicio Geológico de Cuba y me dieron la tarea de explorar el trazado de un camino de acceso a un yacimiento de níquel laterítico en el macizo montañoso Moa Baracoa. Yo fui el último que estuvo en ese sitio unos seis años antes con mi comisión de estudio, en el amarre topográfico de varios pozos de perforación para la exploración geológica.

En el recorrido tenía que definir si construíamos el camino donde pudiera transitar vehículo automotor a partir del yacimiento de níquel laterítico Moa Oriental, al sur franco de Moa, o del caserío la Melba al Sureste, pues ambos tenían acceso en carro. Temprano en la mañana el carro que nos dejó en el extremo sur de Moa Oriental, nos esperaría al otro día en el caserío la Melba. Al cabo de casi 12 horas de camino loma arriba, llegamos a una meseta típica de los yacimientos de níquel lateríticos, después de hacer un reconocimiento del área hasta localizar el lugar apropiado donde se podría establecer el campamento.

Antes del oscurecer buscamos un lugar donde pasar la noche. Descendimos la meseta camino a la Melba al lado de un arroyo improvisamos “el campamento” para pasar la noche. Allí nos acostamos y de pronto empezamos a recibir una lluvia de pedradas con ráfagas de tierra. De vez en cuando se detenían, pero en períodos intermitentes volvían a dispararnos… y así ocurrió hasta el amanecer.

Mi acompañante muy conocedor de esas montañas me dijo:

—Esta no es la primera vez que paso por estos aprietos. Yo sé que tú no crees en nada, pero esos son espíritus del monte, que cuando ven humanos en lugares donde ellos se consideran dueños y protectores, se ponen muy agresivos y reaccionan así.

Sin dar crédito a sus opiniones le respondí:

—Vamos a suponer que sí creo en los espíritus, pero nunca he visto que los espíritus les caigan a pedradas a los vivos, porque los espíritus se manifiestan a través de un médium, incluso pueden hacerlo de forma violenta. Además, en toda esta Sierra, en este momento, excepto nosotros que estamos aquí, no habitan otras almas humanas. Algún día sabremos quienes nos cayeron a pedradas durante toda una noche.

Al ver los materiales audiovisuales sobre el comportamiento de los duendes que describen en diferentes partes del mundo, y recordando la experiencia de mi padre en la Sierra Maestra y la mía en la Sierra Nipe-Sagua-Baracoa, pienso que tal vez, las inexplicables lluvias de piedras y tierra, podrían ser lanzadas por los duendes que, según algunos, habitan los montes cubanos; ¿ficción o realidad…?

Si no hubiera escuchado la anécdota de mi papá y no hubiera pasado por una experiencia insólita, no me atrevería siquiera a considerar el asunto, pero hay tantas incógnitas aún en la existencia y en la naturaleza, que considero prudente para la sociedad civil y los estados nacionales de estas y otras regiones similares, investigar sobre la existencia de los duendes o elementales, que se concentran en las zonas más despobladas y generalmente montañosas. Eso permitiría discernir entre la fabulación y las construcciones digitales engañosas que se manipulan para dar credibilidad a las narraciones; y de ser real, pues aceptar diseñar estrategias que permitan la conservación de sus hábitats, de sus vidas para estudiarlos y proteger de futuros humanos depredadores y de traficantes inescrupulosos.

Onidia Castellano, enfermera de profesión, cautivada por los vídeos publicados y artículos sobre estos “elementales de la naturaleza”, me ha animado a escribir esta reseña. Sin su aporte no lo hubiera podido hacer, por lo que se suma a la autoría. Acompañamos el texto con sitios como referentes visuales donde quienes los estudian que muestran las evidencias, para que luego pueda cada quien sacar sus propias conclusiones.

[1] https://www.youtube.com/watch?v=NBmY-vz9nak

[2] https://www.youtube.com/watch?v=-SZBMUw2fgo

[3] https://www.tripadvisor.co/LocationPhotoDirectLink-g312848-d13271887-i375590476-Aldea_Duende-San_Carlos_de_Bariloche_Province_of_Rio_Negro_Patagonia.html

[4] https://www.todocuba.org/chicherecues-babujales-y-guijes-los-tres-duendes-mas-conocidos-del-imaginario-cubano/

[5] https://www.youtube.com/watch?v=U2AFe5PoocQ

[6] https://www.youtube.com/watch?v=lgb56mNilb4

[7] https://www.youtube.com/watch?v=DF7YhKFEtDI&t=8s


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