Transición, Democracia, Gobierno
La transición ordenada a la democracia toca a las puertas en Cuba
Históricamente he defendido el criterio de que una transición ordenada a la democracia en Cuba debe ser generada y conducida por los actuales gobernantes cubanos, señala el autor de este artículo
Sin lugar a dudas la nación cubana necesita cambios; los ciudadanos lo anhelan y sus propios gobernantes sienten que están atravesando por una etapa en que la situación económica se encuentra atrapada en moldes obsoletos, erosionados por la falta de productividad y desarrollo durante décadas, que no responden a los requisitos de estos tiempos.
En los albores de la década del 90 del siglo pasado, específicamente en 1990, comencé a abogar —a mi manera— por una transición ordenada a la democracia de Cuba ante la falta de respuestas a las necesarias reformas económicas, donde comenzaron a emerger las actividades sumergidas y otras deformaciones sociales, así como, la proliferación de la disidencia y la oposición política organizada en el interior de Cuba.
Hace algunos días asistí a una entrevista virtual del hermano y amigo Osmel Ramírez Álvarez del barrio rural de Guayabo del municipio de Mayarí Abajo en la actual provincia de Holguín. Guayabo es un reducto del fértil Valle de Mayarí situado entre la Bahía de Nipe al norte y la Meseta de Pinares de Mayarí al sur.
Osmel dijo, entre otras cuestiones, que la problemática cubana era muy difícil y sensible porque era una guerra entre hermanos. Yo pensé, es mayor aún: una guerra entre familias donde los cubanos son sus víctimas, recordando la guerra entre las familias Montesco y Capuleto que condujo a la tragedia de Romeo y Julieta. Después de escuchar los argumentos de Osmel sobre la problemática cubana actual, he llegado a la conclusión de que la transición ordenada a la democracia estaba tocando a la puerta de la isla, porque están creadas las condiciones objetivas y subjetivas para ello.
A mi modo de ver las condiciones objetivas responden a la crisis económica actual, caracterizada por la falta de producción nacional, la involución en su desarrollo y la imposibilidad de solución, por la carencia de reformas estructurales del sistema productivo estatal actual. El fenómeno nuevo creado con el “reordenamiento económico” ha generado una astronómica inflación, que los actuales gobernantes cubanos ni están preparados ni tienen los conocimientos para solucionarla. La inflación de un dígito por encima de la meta es como un virus del sistema de economía de mercado y la superinflación por encima de un dígito es como una pandemia incontrolable en el caso de Cuba, que conserva el sistema soviético en lo económico y en lo político.
Otra condición objetiva clave es la desaparición física de los líderes históricos de la cúpula política, por muerte biológica o por impedimentos físicos extremos, quienes otrora ostentaban el poder político y económico absoluto.
Las condiciones subjetivas son fáciles de identificar en el estado actual. Entre las más evidentes se pueden situar: la ilegitimidad de los actuales gobernantes cubanos, la falta de credibilidad de la población cubana en las medidas políticas y económicas implantadas que han empeorado sus vidas, y la falta de perspectivas de mejoría incluso a lejano plazo.
Históricamente he defendido el criterio de que una transición ordenada a la democracia en Cuba debe ser generada y conducida por los actuales gobernantes cubanos y su partido único. Un poco en jarana y mucho más en serio “porque son los dueños de los caballitos”; porque están reconocidos por la comunidad internacional y con relaciones diplomáticas en la totalidad de los países, tienen una constitución, aprobada por un referéndum a su imagen y semejanza, y muy importante, disponen de un sistema de control y represión social muy bien estructurado y engranado, a través de un poder judicial dependiente de los órganos de seguridad del estado, sus organizaciones de masas y su partido único.
Considero, además, que para que ese proceso de transición ordenada a la democracia no se les vaya de las manos a quienes deben ser sus promotores, debe trazarse una hoja de ruta[1] fundamentada en cinco puntos programáticos, para que —por otro lado— no sea abortado por poderes económicos o políticos. Estos puntos puedo resumirlos en:
1) Libertad de opinión y asociación.
2) Legalización de los partidos políticos de oposición.
3) Convocatoria a una asamblea constituyente multipartidista y multisocial.
4) Instauración de un Estado de derecho con sus poderes independientes (ejecutivo, legislativo y judicial).
5) Elecciones multipartidistas municipales, provinciales y nacionales en las que participe todo el pueblo.
Sé que estos pasos programáticos son solo un punto de partida y no suficientes, pero sí necesarios para que la democratización de Cuba no sea abortada en el camino por grupos hegemónicos, ya sean de izquierda, de derecha o una combinación de ambos, con la justificación de determinada “estabilidad” o de imponer sus intereses políticos y/o económicos.
La legalización de los partidos políticos de oposición además de dotarlos de un estatus legal para organizar sus actividades sin temor a persecuciones y encarcelamientos arbitrarios, posibilitaría que en ese periodo organizativo se crearan las bases de sustentación política, se modificara la actual Constitución que permita tener aunque sea de forma temporal la garantías mínimas para su funcionamiento, o la creación de una ley de partidos políticos donde se establezcan los deberes y derechos partidarios.
Una vez estabilizados los partidos políticos de oposición y el partido único actual bajo las mismas disposiciones, estarán creadas las condiciones para la convocatoria a una Asamblea Constituyente multipartidista y multisocial (organizaciones religiosas, fraternales, de la sociedad civil independiente y otras organizaciones profesionales y patronales) para parlamentar la constitución democrática de Cuba, que entre otros aspectos contenga de forma general el modelo político/económico/social/cultural, y que sea el Estado democrático de derecho emanado de dicha Constitución el garante del citado modelo.
Con estos cinco pasos programáticos se posibilitaría la incorporación paulatina de los sectores más radicales de la oposición en virtud de los resultados logrados en el proceso de democratización. Por otro lado, los servicios de inteligencia del actual Estado cubano, saben quiénes y donde están los opositores moderados y pragmáticos capaces de iniciar dicho proceso como oposición democrática.
[1] Hamze Guilart, M. Transición ordenada a la democracia en Cuba. São Paulo, 2017. https://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/transicion-ordenada-a-la-democracia-en-cuba-329357
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