Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Bailar en casa del trompo

Migración interna y discriminación: ¿Quién no aguanta más, La Habana, Oriente o la Isla?

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Icono de la ignorancia

La pretendida idea de que fuera de la capital todo es rural, y presuntamente, intelectualmente inferior, convive hoy a diario en la Isla y es el perfecto icono de la ignorancia de muchos cubanos; unida a la impresión de que el inmigrante es el problema, y no el modo en que está organizada la sociedad.

A pesar de que el caso cubano se inscribe en la dinámica habitual de los países subdesarrollados, cuyas capitales sufren problemas similares a los de La Habana, la particularidad viene dada por el régimen centralista que gobierna la Isla. Aunque no puede soslayarse el hecho de que Castro llevara médicos, maestros y electricidad hasta las montañas, el resto de sus acciones estuvieron dirigidas a despoblar estas regiones conminando a los campesinos a emigrar a las ciudades, en un plan suicida y demagógico.

Hoy por hoy, el sistema está diseñado de un modo absurdo, muy propio de un régimen totalitario. Ni la economía, ni la cultura, ni mucho menos la política, disfrutan de la más mínima autonomía en las regiones cubanas. Si antes del castrismo ésta ya era escasa, ahora no existe.

El sistema está estructurado de un modo en que vivir en la capital es casi indispensable, lo mismo si se es artista, periodista u obrero portuario. La verticalidad del castrismo y la desesperación de los que residen en regiones menos favorecidas por el desarrollo socioeconómico, son variables tan válidas para los que cruzan el Estrecho de la Florida como para quienes abordan un tren en Mayarí y se lanzan a la conquista de La Habana, pese a la lógica diferencia entre una y otra alternativa.

Una vez superada esta etapa en la historia de Cuba, los gobernantes del futuro deberán lidiar con el problema de le emigración interna, para evitar que la capital y sus habitantes sufran los efectos de una mayor población y carga de la que pueden soportar. Toda capacidad de acogida es limitada. Lo mismo en Estados Unidos, España que en Cuba. El colapso de los servicios públicos (transporte, salud, educación, ocio) y la negativa repercusión en las infraestructuras urbanas, son un hecho incontestable; pero las causas no sólo debemos buscarlas en los movimientos migratorios, sino en las políticas gubernamentales.

A diferencia de lo que ocurrió en España en el siglo XX, cuando el dictador Francisco Franco privilegió las inversiones en aquellas regiones "periféricas" con mayor sentimiento de identidad propia (País Vasco, Navarra y Cataluña), en Cuba la zona oriental siempre ha sido la hija de nadie, ayer y hoy.

Pasar página

Cualquier fórmula para revertir en el futuro el flujo migratorio hacia La Habana, pasa por fomentar esquemas de autogobierno en las provincias, el incentivo a las inversiones mediante beneficios fiscales, la creación de empleo, la descentralización de la vida pública y de la burocracia "nacional" y el establecimiento de medios de comunicación de cobertura nacional desde cualquier punto del país. Esto último, aunque parezca baladí, no lo es; pues contribuiría a rescatar la autoimagen del resto de los cubanos, sus costumbres y cultura, y a contener el éxodo del sector profesional que busca horizontes promocionales efectivos.

Cuba, afortunadamente, no sufre los sentimientos soberanistas que hoy preocupan a diferentes naciones del mundo, en las que en algún momento de su historia una parte de la población ha sido preterida. España, Francia, Gran Bretaña, Canadá, Bolivia, entre otras, lidian a diario con proyectos separatistas, plebiscitos y amenazas de secesión. Pero una situación de normalidad democrática en Cuba y una serie de demandas históricamente insatisfechas podrían dar al traste con hechos violentos graves, de un lado, y peticiones separatistas, de otro.

Ambas posibilidades significarían la ruptura de ese proyecto llamado Cuba, una nación de una misma etnia, cultura y lengua, donde tanto el campesino de la Sierra Maestra como el escritor del Vedado deben disfrutar de los mismos derechos humanos: el acceso al desarrollo o la libertad de movimiento.


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