Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Humor

Con las mismas manos

El Comandante, su delicado secreto de Estado y la indignación de los intelectuales con la 'cadena'.

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Es cierto que este no es el momento adecuado, porque hay cosas mucho más trascendentes a las que dedicarse. Eso lo demostró el Comandante cuando tuvo media hora de conversación por teléfono con su hijo pródigo (en petróleo), Hugo Chávez, en Aló, Presidente, el estelar programa venezolano. Emociona escucharlos: una relación tan intensa sólo es comparable a la de Romeo y Julieta, o la de la bruja de Blancanieves con su espejo mágico.

Sin detenerse en otra cosa, el Comandante fue directo al problema que más le preocupa en estos momentos. No, no me refiero a cuándo podrá levantarse del inodoro o cómo mantener limpio su secreto de Estado. Hablo del otro problema, el del calentamiento global. El Comandante y Hugo Chávez se sienten elegidos para evitar que el planeta se derrita. No importa cuánto petróleo consigan vender, porque están convencidos de que en cuanto empiecen a producir bombillos ahorradores conseguirán salvar a la especie humana, como Supermán en sus buenos tiempos.

El Comandante y Chávez andaban por las líneas telefónicas como el Quijote y Sancho por las llanuras manchegas, sólo que en vez de luchar contra molinos de viento, hablan de construirlos y así, mediante el consiguiente ahorro de combustible, salvar al planeta. En fin, un espectáculo digno de admirar por toda la humanidad con la excepción de los cubanos, a quienes, hechizados por el mago imperialista Merlín, lo único que les interesa es tener una antena parabólica.

Muchos hasta hablan de mudarse para Matanzas, por aquello de que es "La Antena de Cuba". Todo con tal de ver cualquier programa televisivo de Miami. Cuando digo cualquier programa, es cualquiera, incluidos esos donde alguien vagamente famoso diserta sobre cuántas veces se ha operado los senos, mientras su mujer protesta porque con las operaciones de su marido no le va a alcanzar dinero para hacerse una liposucción.

Mientras tanto, el hermano del Comandante se indigna, no tanto porque él también quiera hacerse una liposucción —algo que es muy libre de hacer—, sino porque con tales distracciones los cubanos nunca se van a enterar de las evidentes muestras de mejoría del Comandante y de su secreto de Estado (plástico).

El poder de los escritores

Entretenidos en las fruslerías capitalistas, los cubanos no podrán escuchar al Comandante diciendo cosas tan alentadoras como esta: "Sí, voy ganando terreno, me siento con más energía, más fuerza y más tiempo para estudiar. He vuelto a ser un estudiante". Bueno, alentadoras por una parte y un tanto preocupantes por otra, porque en su época universitaria el Comandante tiró más tiros contra sus condiscípulos que luego contra los soldados de Batista. (El contacto con los libros al parecer tenía la virtud de alegrarle el gatillo).

El problema —piensan algunos— es que al Comandante parece interesarle algo más que el estado de los casquetes polares. En medio de la conversación con Chávez, sin que viniera a cuento, el Comandante dijo: "Al fin y al cabo, tú vas a pasar entre los grandes escritores de este hemisferio. Y no te lamentes, porque los escritores tienen cada vez un poder mayor". Hummm —dirán los expertos—. Primero le llama a Chávez escritor, algo que no se atrevería a decirle ni siquiera su abuelita. Y luego, que no se preocupe, que ser escritor no significa perder poder, porque los escritores tienen cada vez un poder mayor.

"¿A qué se puede referir sino a nosotros —se preguntarán los intelectuales cubanos— y a nuestra rebelión cibernética?". Y como todos conocen lo nervioso que se pone el Comandante cuando piensa que alguien en sus inmediaciones tiene demasiado poder, temen que el nerviosismo le dé —ahora que ya puede ingerir alimentos sólidos— por mandar a pedir picadillo de intelectual sin ponerse a pensar en la sobrecarga que le puede traer a su últimamente tan manoseado secreto de Estado.

Yo trataría de tranquilizar a los rebeldes letrados diciéndoles que si históricamente los subordinados del Comandante nunca han sabido cumplir sus instrucciones, ¿por qué esta vez van a cumplirlas al pie (de la República) de la letra? Ahora, si el Comandante dice: "límpienlo todo", eso sí sería un problema. Entonces, los subordinados, ante la duda de si el Comandante se refiere a su secreto de Estado o a los hombres de letras, les meterán mano a los dos. Y si van a ser las mismas manos las que emprendan ambas tareas, no es difícil suponer que nuestros letrados prefieran que empiecen por ellos.


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