Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Reforma de la ONU

El dúo de la discordia

Caracas y La Habana rompen el consenso en la Cumbre de Naciones Unidas.

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Cuba y Venezuela fueron los dos únicos países que se opusieron al documento final adoptado en la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), tras una larga e intensa negociación, y que sirvió como declaración final de la Cumbre, a la cual asistieron cerca de 170 jefes de Estado y de Gobierno.

Evidentemente, de los litigios y conflictos a nivel regional, en el Caribe y América del Sur, los gobiernos de Caracas y La Habana han decidido pasar a un nuevo nivel en las tareas de sembrar la discordia: ahora el terreno es la ONU, quizás como fase preparatoria antes de que La Habana asuma el año próximo la presidencia del Movimiento de los No Alineados.

Uno de los detalles que llama la atención en este asunto es que Fidel Castro, quien aboga por las soluciones multilaterales a los problemas del mundo, no se haya tomado el trabajo de trasladarse durante unos días a Nueva York para participar en esta importante Cumbre.

La tarea le fue asignada al presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón, quien adoptó una pose muy interesante: subordinar su discurso a las declaraciones del presidente venezolano Hugo Chávez.

Según informaron las agencias internacionales de noticias, el gobierno cubano expresó el pasado viernes, ante mandatarios de Naciones Unidas, que apoya el movimiento del presidente venezolano Hugo Chávez y que se ponía del lado de éste en sus duras palabras sobre la validez de la Cumbre de la ONU como foro internacional respetable.

"La Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA, el movimiento de Chávez) es ejemplo de solidaridad que a muchos devuelve la esperanza", dijo Alarcón de Quesada en la jornada final de la Cumbre Mundial. Chávez, que ha presentado su movimiento en oposición al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), impulsada por Estados Unidos, habló el día anterior ante el mismo foro, por el cual desfilaron presidentes, jefes de Estado y reyes de alrededor de 170 países, de los 191 miembros de Naciones Unidas, convocados con motivo del aniversario 60 de esta institución.

Lo interesante de esta táctica ha sido colocar a Chávez en el primer plano de la confrontación.

Una reforma inconclusa

Es cierto que no se pudo realizar la ambiciosa reforma de la ONU para adaptarla a los retos y las amenazas de la postguerra. Fue postergada la ampliación del Consejo de Seguridad, que era uno de los aspectos sustanciales a tratar, máxime cuando Naciones Unidas contaban en su nacimiento, en 1945, con 51 Estados y este número casi se ha cuadriplicado (191).

El máximo órgano de poder de la ONU, con sus cinco miembros depositarios del derecho de veto (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia), no se corresponde con el mundo actual. Ni Alemania ni Japón, perdedores de la Segunda Guerra Mundial y hoy democracias consolidadas, ni poderosos países emergentes como Brasil, India y Sudáfrica, lograron su objetivo de pertenecer al Consejo de Seguridad.

El documento final aprobado significa el compromiso posible, adoptado por consenso entre los Estados miembros de la ONU. Entonces, ¿por qué La Habana y Caracas expresaron su oposición con tanta virulencia?

Quizá la explicación puede encontrarse en un comentario del diario Granma, del pasado 14 de septiembre, en el cual se criticaba el énfasis que el documento ponía en la lucha contra el terrorismo y la promoción de los derechos humanos y la democracia.

En lo que se refiere a las críticas de Alarcón acerca del método utilizado para lograr el consenso y la aprobación del documento final de esta Cumbre de la ONU, parece que éste ya se olvidó de los procedimientos aplicados por el gobierno cubano durante la VI Cumbre de los No Alineados, realizada en La Habana en 1979, donde se aprobaron documentos con reservas de países miembros, o aprovechando discusiones en altas horas de la madrugada, con algunos delegados ausentes o somnolientos.

En realidad, esta Cumbre sirvió para que algunos líderes mundiales matizaran sus posiciones, como fue el caso del presidente norteamericano, George W. Bush, que dejó de lado su tono maniqueísta y admitió que el terror "se nutre de la ira y el resentimiento". Desde esta lógica, Bush ofreció la eliminación de tarifas comerciales y de subsidios agrarios en Estados Unidos para estimular el desarrollo en el Tercer mundo, "si otros países hacen lo mismo".

El primer ministro de Israel, Ariel Sharon, dijo cosas como estas: "Yo, que luché en todas las guerras de Israel, tiendo mi brazo a la paz (…) la misión de mi vida es concluir el conflicto (…) tras 57 años de guerra y terror ha llegado el momento de la reconciliación (…) los palestinos también tienen derecho a un Estado soberano". Estas declaraciones fueron calificadas por los analistas israelíes como "el discurso de su vida".

Nada de esto apareció en la prensa oficial cubana, ni tampoco una versión objetiva del documento aprobado en la Cumbre. En cambio, el discurso de Chávez fue publicado íntegramente en Granma, y Alarcón, como es lógico, tuvo honores de primera página. El reflejo de las voces de la discordia, como si hubieran sido las únicas que se escucharon en el foro mundial.