Actualizado: 10/05/2024 11:46
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Sociedad

Fraude en la academia

La universidad tradicional cubana ha muerto. En su lugar ganan terreno la improvisación y el invento.

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Si la bibliografía para la extinta universidad era carente, censurada, casi inexistente, los libros para el naciente método son de 1 por cada 30 estudiantes. En todo caso, cuando se logra acceder a un documento de texto, no es más que un tabloide de ocho páginas donde ha sido condensado, en extremo, el contenido a evaluar.

Existen casos en que ni el profesor que imparte la asignatura domina el material y, así mismo, al inicio del curso debe diseñar y entregar a las instancias de mando los exámenes parciales y finales en los que, evidentemente, no habrá suspensos.

Se ha desbaratado la débil infraestructura pedagógica que alguna vez tuvo la ya afectada universidad cubana. Se ha erguido una enseñanza superior ficticia que casi elimina la asistencia de alumnos a clases y la necesaria comprobación de sus conocimientos.

Pan y circo

El hecho de las altas calificaciones, la poca (casi nula) presencia de alumnos reprobados o suspensos, evidencia que más que enseñar el gobierno juega al pan y al circo.

Desde el punto de vista ideológico, la mayoría de estos nuevos estudiantes son captados para integrar las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas o del Partido único, e insistirles en un compromiso que traspasará los límites de la supuesta academia.

Herederos, según el oficialismo, de la Universidad Popular José Martí, creada por Julio Antonio Mella en los años treinta del siglo XX —en condiciones y circunstancias donde también existía dictadura en la Isla—, la nueva prole universitaria se inventa un prestigio que deja atónitos a los que aún subsisten desde las aulas de la universidad tradicional.

Y es que La Habana está agotando todos los métodos posibles para no tener personas desvinculadas del estudio o el trabajo, con lo que pretende disminuir la creciente oposición a la que se unen, cada día más, profesionales de gran nivel académico y prestigio social.

Por otra parte, la idea de la nueva universidad ha servido para borrar de los cálculos oficiales la gran tasa de desempleo que sacudiría la Isla si los millares de obreros de la colapsada industria azucarera no fueran obligados a matricular en las aulas.

Para la futura época de cambios, habrá, sin duda alguna, que instrumentar un serio proceso de recalificación profesional que desbarate ese artificio, alejado de toda ciencia, que ahora aniquila la universidad cubana, máquina monstruosa donde se están formando los especialistas de la nada.

En julio de 2007 se verán graduados los primeros "profesionales" egresados de tal engendro. Serán miles en todo el país. Muchos esperan, con lógica ansiedad, esa graduación para el ejercicio de sus nuevos oficios, garantizados y bendecidos por una sociedad que ya apenas forma agricultores, técnicos y obreros.

La universalización de la enseñanza superior no sólo es un culto letal a la mediocridad, sino que constituye una de las nuevas armas políticas de la decadente dictadura, esa que exporta sus experiencias a Venezuela y Bolivia y hace congresos de Pedagogía en La Habana para fabricar, a los tontos que asisten, un mundo sólo creíble desde las diapositivas en Power Point.

Habrá que ver qué hará "el país de los inventos" con la esperanza de tanta gente que, una vez graduada en actos masivos y proletarios, no se contentará seguramente con integrar el multitudinario batallón de los sueños rotos, ese que continúa viendo en el Alma Máter un gran abismo.


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