Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Represión

Pablito venía después

Pacheco Ávila, mil días en la cárcel y la dimensión esencial del tiempo.

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Es uno de los más jóvenes periodistas cubanos que fue a la cárcel en la primavera de 2003. Tenía 32 años y escribía artículos de opinión profesionales y mesurados, en un país donde la desmesura empieza por el tiempo que dura el gobierno y continúa con la saña con que ejerce el poder.

Escribía noticias que se producían en el territorio donde habitaba, Ciego de Ávila, el extremo occidental de Camagüey amputado por capricho y picardía del comunismo.

Todo eso, y sus comentarios radiales esporádicos, los firmaba con su nombre: Pablo Pacheco Ávila. La tarde de marzo de 2003 que lo arrestaron en su región natal, habíamos hablado por teléfono minutos antes.

"Una brigada de la Seguridad del Estado se acaba de llevar preso a Pedro Argüelles Morán. No sé si vendrán a buscarme a mi también. Te llamo para informar que Argüelles fue arrestado, le están haciendo un registro general en su casa y en esta ciudad hay un ambiente malo, enrarecido, oscuro, que no me gusta nada", me dijo.

Cuando nos despedimos —yo estaba en La Habana, él en Ciego de Ávila—, me aseguró que se mantendría alerta para mantener al mundo informado de las detenciones masivas que se estaban produciendo en Cuba. "Claro —dijo medio en serio y medio en broma—, si no soy el próximo en caer en esta provincia. Si me llevan a mi veremos quién informa", comentó el periodista.

Él fue el próximo, y fue su esposa, la doctora en Medicina Oleivys García Echemendía, quien dio a conocer que Pacheco iba camino a la Seguridad del Estado y que se efectuaba un exploración estricta en su casa, que es un consultorio médico estatal.

Pablo Pacheco Ávila está condenado a 20 años de prisión. Acaba de cumplir tres. Se ha pasado estos primeros mil días entre el Combinado del Este de La Habana, la cárcel de la ciudad de Morón y el Centro Provincial de Canaleta.

Pacheco tiene hipertensión y cefalea crónica, gastritis y sinusitis. Muestra, según dice su esposa, una disposición de ánimo excelente y lee y escribe cartas a su familia. A su madre, que salió al exilio y vive en Miami, siempre ansiosa por saber algo de allá adentro, muy adentro, donde tienen a Pablo.

Pablo escribe textos para su hijo Jimmy, de siete años, que tenía cuatro cuando lo sacaron de su casa por escribir e informar con honestidad en la nación en la que vino al mundo.

Hace poco le envié a Pablito un libro de María Zambrano. Se llama Cuadernos del Café Greco. Un sitio de Roma donde la gran pensadora española solía escribir durante su exilio italiano, a finales de los cincuenta.

María Zambrano dice allí, entre otras cosas, que la dimensión esencial del tiempo es la profundidad, no la duración.

Seguro que ya Pablo leyó esa parte.