Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Sociedad

Rebujiñas de la revolución

Impulso energético, trabajadores sociales: El régimen no persigue resultados, sino tiempo.

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Después de instituir los apagones, el régimen está resuelto a eliminarlos con una de sus nuevas rebujiñas, la revolución energética, cuya primera victoria ha constituido ya un hecho, resplandeciente en sus inicios, aunque no muy luminoso.

Ocurrió la pasada semana, en Pinar del Río, pero lo celebraron en La Habana, barrio por barrio, casi cuadra por cuadra, con fuegos artificiales provocados por la explosión de transformadores e incendios en los tendidos y postes eléctricos, y con revolucionarios apagones de hasta veinte horas continuas.

Ha sido el primero, pero es de esperar que no sea el último alumbramiento que festejaremos aquí, a propósito de la revolución energética, una rebujiña que comenzó con la distribución y venta a granel de cientos de miles de equipos eléctricos, antes de que fueran renovadas las líneas y otras menudencias imprescindibles para responder debidamente a las nuevas demandas de energía.

Entre las novedosas rebujiñas de la revolución para este año, aparece otra, a cargo de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que luego de no haber hecho más que aprobar con su silencio la marginación y el sistemático atropello sufrido por los homosexuales durante casi medio siglo, se descuelga de pronto con el proyecto de iniciar estudios para la posible legalización del cambio de sexo en personas diagnosticadas como transexuales.

Según fuentes que la citan, la vocera de esta revolucionaria rebujiña ha dicho que una vez eliminada en Cuba la discriminación racial y de otros tipos, no podemos gastarnos el lujo de seguir discriminando a los homosexuales.

Tres por uno, y con estímulos extras

Tales palabras traen a cuento una rebujiña más de la revolución, mediante la cual se pretende haber puesto fin a la discriminación racial, no eliminando los prejuicios ni las diferencias económicas y sociales que afectan desde siempre a los negros —y que resultan cada vez más alarmantes—, sino por el salomónico método de blanquearlos, fundiéndolos como masa amorfa dentro del pueblo, la clase trabajadora, sin contemplar, ni atender mínimamente sus particularidades como grupo socioracial con problemas y demandas específicas.

También los negros son blanqueados en tanto fichas del dominó estatal, cifras para informes. Una prueba inequívoca del acierto de esta pintoresca rebujiña de la revolución para eliminar la peste discriminatoria en nuestra isla se hizo pública recientemente, con los resultados del último censo de población.

Según datos oficiales (que nada guardan en común con lo que ven los ojos), de los 11.177.743 almas en pena que habitan hoy el archipiélago cubano, sólo 1.126.894 son negros; y 2.778.923 son mulatos y mestizos; mientras que el resto, nada menos que 7.271.926 son blancos puros como la espuma, o como el color de la inocencia.

Por otro rumbo, o por el mismo, le hemos entrado al año 2006 haciendo rebujiñas en el ámbito del ahorro, la racionalización y el óptimo aprovechamiento de la jornada laboral. Ahora, para cubrir el puesto de cada uno de los empleados que resultan expulsados bajo el cargo de corruptos, se utilizan tres o cuatro trabajadores sociales, cada cual con su correspondiente salario y sus "estímulos extras", no sea que se corrompan antes de tiempo, es decir, antes de que crezcan las próximas generaciones de jóvenes que los va a sustituir a ellos, quizás a razón de diez por cada puesto diseñado para un trabajador.

Tales rebujiñas, entre otras, explican el asombroso auge que está experimentado hoy la economía del país, algo que se aprecia a ojos vista, si bien no en las flamantes ollas vacías y en los ceños fruncidos de los comensales, por lo menos en las rebujiñas redondas que puntualmente nos sirve la televisión.

Y mientras, los intelectuales, los filósofos, digamos, izquierdistas de allende las aguas, continúan teorizando en torno a la revolución como el más singular laboratorio social y económico de estos tiempos, un modelo político tan original que no persigue resultados sino tiempo y que en vez de revelar, revolotea.