Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Sociedad

El drama de la vivienda

Una de las causas del éxodo masivo, conflictos familiares y matrimoniales y fuente de desesperanza y descontento.

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En el discurso por el aniversario del 26 de julio de 2005, el jefe del Estado cubano informó que hay ya 7.300 viviendas, terminadas en el 2005 (lo que apunta a unas 14.000 durante el año). En su intervención anunció también que se construirán "100.000 nuevas viviendas en el año 2006"; es decir, se retoma la aspiración de la década del ochenta.

Tomados en conjunto, los datos analizados indican que el déficit actual de viviendas no debe ser menor del millón y que el actual crecimiento demográfico demanda unas 50.000 nuevas cada año. De cumplirse la nueva promesa al ritmo de 100.000 anuales, cada año se rebajarían 50.000 al déficit de un millón. Ello significa 20 años construyendo a ese ritmo de forma permanente, cosa imposible de lograr si se intenta nuevamente realizarlo solamente desde el Estado, como lo demuestra la experiencia del casi medio siglo anterior.

Por la magnitud, la falta de perspectiva y las afectaciones humanas, se impone una reflexión nacional con la participación conjunta de autoridades, especialistas, instituciones y ciudadanos impedidos hasta ahora de una real participación como sujetos activos, para entre todos analizar causas, experiencias, posibles soluciones y desatar toda la creatividad, inteligencia e intereses en la solución de la tragedia.

La solución

El creciente déficit habitacional registrado en Cuba —aproximadamente de un millón de viviendas—, unido al crecimiento de una población que exige un ritmo de construcción de unas 50.000 nuevas casas cada año, ha convertido el problema habitacional en tragedia.

Ante los fracasados intentos y la persistencia del Estado en ignorar la participación activa, paralela y autónoma de la sociedad en un problema que le aqueja tan directamente, se impone una reflexión nacional con la participación conjunta de autoridades, especialistas, instituciones y ciudadanos impedidos hasta ahora de una real participación en la solución de la crisis.

La concepción ética y humanista del hombre como fin lleva a la esencia del erróneo e inviable enfoque de las relaciones entre Estado y sociedad, o mejor dicho, a la subordinación de la sociedad al Estado; una tergiversación que desconoce el hecho cierto de que los hombres y sus familias empezaron a construir viviendas antes de la aparición e intervención del Estado, lo que aconseja desterrar la concepción estatal de la vivienda desde la limitada visión de los números: cantidad de viviendas construidas y cantidad dejadas de construir, déficit habitacional, proyectos, cifras para el nuevo período y promesas incumplidas.

Hay que situar definitivamente, de hecho y de derecho, al ser humano como lo primero, lo que implica favorecer su participación activa en un problema que le afecta tan directamente como el hogar. La disyuntiva se presenta así: el Estado promueve y respeta la autonomía y las libertades que propicien la participación activa, paralela y subsidiaria de la ciudadanía y de la sociedad civil; o sencillamente, el Estado, en su omnipotente arrogancia, lo promueve todo y con ello también lo paraliza todo.

Lo anterior no significa que se pueda prescindir del Estado. Sin él tampoco hay solución. No se trata de simple maniqueísmo, sino de coparticipación Estado-sociedad civil-individuo; pues la vivienda como necesidad social primaria es también materia de responsabilidad pública.


Derrumbe en la esquina de las calles Águila y Colón, en la Habana ViejaFoto

Derrumbe en la esquina de las calles Águila y Colón, en la Habana Vieja.