Texto del discurso de Raúl Castro Ruz
La Habana, 24 de febrero de 2008
Compañeras y compañeros:
Es claro el mandato del pueblo a esta Legislatura: continuar fortaleciendo la Revolución en un momento histórico que exige ser dialécticos y creadores, como nos alertó el compañero Fidel en su medular Reflexión del pasado 14 de enero.
Muchas expectativas se generaron, tanto en Cuba como en el extranjero, en torno a la integración del Consejo de Estado que acaba de elegir la Asamblea. La fundamental fue despejada por el compañero Fidel en su Mensaje del 18 de febrero. Poco puedo agregar a lo expresado por él, salvo reconocerle a nuestro pueblo, en nombre de la Dirección de la Revolución, las innumerables muestras de serenidad, madurez, confianza en sí mismo y la combinación de genuinos sentimientos de tristeza y firmeza revolucionaria.
Asumo la responsabilidad que se me encomienda con la convicción de que, como he afirmado muchas veces, el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana es uno solo.
Fidel es Fidel, todos lo sabemos bien. Fidel es insustituible y el pueblo continuará su obra cuando ya no esté físicamente. Aunque siempre lo estarán sus ideas, que han hecho posible levantar el bastión de dignidad y justicia que nuestro país representa.
Sólo el Partido Comunista, garantía segura de la unidad de la nación cubana, puede ser digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en su líder. Es la fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado y así lo establece el Artículo 5 de nuestra Constitución, aprobada en referendo por exactamente el 97,7% de los votantes.
Esa convicción tendrá particular importancia cuando por ley natural de la vida, haya desaparecido la generación fundadora y forjadora de la Revolución.
Afortunadamente no es ese el momento que hoy vivimos. Fidel está ahí, como siempre, con la mente bien clara y la capacidad de análisis y previsión, más que intacta, fortalecida, ahora que puede dedicar al estudio y el análisis las incontables horas que antes empleaba en el enfrentamiento a los problemas cotidianos.
A pesar de la paulatina recuperación, sus condiciones físicas no le permitirían aquellas interminables jornadas, con frecuencia separadas por escasas horas de descanso, que caracterizaron su trabajo prácticamente desde que emprendió la lucha revolucionaria y aún con mayor intensidad durante estos largos años de período especial, en que no se permitió siquiera un solo día de vacaciones.
La decisión del compañero Fidel es una nueva contribución, con su ejemplo que lo enaltece, en aras de asegurar desde ahora la continuidad de la Revolución, consecuente en quien ha tenido siempre como guía el precepto martiano: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.
Igualmente es inconmovible su decisión de continuar, mientras tenga fuerzas para hacerlo, aportando a la causa revolucionaria y a las ideas y propósitos más nobles de la humanidad.
Por tanto, seguro de expresar el sentir de nuestro pueblo, solicito a esta Asamblea, como órgano supremo del poder del Estado, que las decisiones de especial trascendencia para el futuro de la nación, sobre todo las vinculadas a la defensa, la política exterior y el desarrollo socioeconómico del país, me permita continuar consultándolas al líder de la Revolución, el compañero Fidel Castro Ruz.
Por esta y otras muchas razones, en mis palabras de hoy citaré, no pocas veces, algunas de las ideas y conceptos esenciales expresados en sus Reflexiones, que aprovecho para decir que debemos estudiar, por sus enseñanzas y capacidad de previsión. Tener presente siempre algo que gustaba repetir Raúl Roa a sus íntimos: “Fidel oye la hierba crecer y ve lo que está pasando al doblar de la esquina”.
Compañeras y compañeros diputados:
Estoy consciente de la responsabilidad que entraña ante el pueblo la tarea que se me encarga, y a la vez convencido de contar, como hasta hoy, con el apoyo de quienes desempeñan responsabilidades de dirección a los diferentes niveles y más importante aún, con el de mis compatriotas, sin el cual no hay éxito posible en una sociedad como la nuestra.
La Asamblea, en plena concordancia con la opinión del Buró Político del Partido, eligió Primer Vicepresidente del Consejo de Estado al compañero José Ramón Machado Ventura y posteriormente aprobó su designación como Primer Vicepresidente del Consejo de Ministros.
Como expliqué en mi propuesta para dicho cargo, en las actuales circunstancias es conveniente que el mismo compañero desempeñe, como hasta ahora, estas dos importantes responsabilidades del Estado y el Gobierno.
No hay dudas de que Machado Ventura, por su trayectoria y convicciones revolucionarias, experiencia, preparación, cualidades como dirigente y ser humano, reúne los requisitos para desempeñar esos altos cargos.
Igualmente la Asamblea acordó, en cumplimiento de lo establecido en el Artículo 75 de la Constitución, considerar la composición del Gobierno en una futura sesión en el transcurso del presente año. Es una decisión oportuna, pues no se trata únicamente de nombramientos, sino de determinar qué cambios resulta necesario realizar en el sistema de organismos de la administración central del Estado, algo que requiere un poco más de tiempo.
En los primeros 15 años de la Revolución, se fueron ajustando desde la marcha las estructuras estatales heredadas del capitalismo para asumir las tareas que imponían los radicales cambios económicos, políticos y sociales.
El proceso de institucionalización de los años setenta, con sus imperfecciones, permitió estructurar un sistema coherente y ajustado a aquellas circunstancias, alcanzándose cierta equiparación con el de los países socialistas, incluidas las buenas y también las malas experiencias.
Por último, en 1994, en el momento más agudo del período especial, se hicieron considerables ajustes que conllevaron reducciones y fusiones de organismos, así como redistribución de las tareas de algunos de ellos. No obstante, fueron realizados con la premura impuesta por la necesidad de adecuarnos de manera rápida a un escenario radicalmente distinto, muy hostil y sumamente peligroso.
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